El santo millonario romance Capítulo 52

Donovan Bristol

—¡Dayana Cuidado! —escuche ese grito del otro lado de la línea y luego un disparo que provoca que mi corazón se acelere.

—¡Dayana! —Grito, pero no recibo respuesta, se escucha ruido del otro lado y luego la llamada se corta.

—Señor Bristol ¿está todo bien? —la reunión está en medio de un receso y todo me miran sorprendido, Alexandro se acerca.

—¿Qué sucede? —interroga.

—Creo que ha pasado algo malo, escuche a Asher gritarle a Dayana que tenga cuidado y la llamada se cortó, —lo miro alarmado.

—¿Sabes dónde están? —Asiento—. Vamos, —la reunión la damos por concluida y abandonamos el edificio, me remuevo incómodo en el auto y no puedo evitar sufrir un ataque de ansiedad.

Lloro de preocupación y siento que me asfixio, Alexandro me habla y trata de hacerme regresar.

—No quiero que les pase algo, es mi culpa, —susurro, niega y toma mi rostro.

—Hermano, —me concentro en despejar mi mente—. Nada de esto es tu culpa, tranquilo, —susurra—. Dayana y tu bebé te necesitan fuerte, no te desmorones ahora, —pide, suspiro y asiento.

Desde que auto se estaciona logramos ver una ambulancia y del centro comercial sale una camilla. Bajo rápido del auto haciendo a un lado a las personas, Dayana es lo único que llega a mi cabeza y cuando estoy frente a los paramédicos un jadeo escapa de mi boca al ver de quien está malherido.

Dayana Berlusconi

Todo pasó excesivamente rápido, Asher se atravesó justo en el momento en que el arma fue disparada evitando que sea yo la herida, me arrodillo frente al chico llevando mi mano al lugar afectado tratando de evitar que se desangre.

—Por favor, resiste, —sollozo, la gente comienza a pilarse a nuestro alrededor, no sé quién disparo y si los de seguridad llegaron a capturar a la persona que intento matarme—. No cierres los ojos, Asher, —pido.

—No- me dejes, —susurra, niego.

—Estoy contigo, nada te pasará, —acaricio su mejilla, no sé en qué momento llegaron los paramédicos y me alejaron de su lado, no perdí detalle de lo que hacían. La herida la cubrieron con un vendaje y verificaron que la bala entro y salió para luego subirlo a una camilla.

—Señora Berlusconi, —es Jean—¿Se encuentra bien? —interroga, niego, me siento perdida y termino perdiendo las fuerzas, me sujeta antes que me desplome en el suelo y sin poder evitarlo pierdo el conocimiento.

(…)

Los ruidos de una máquina de esas que monitorean las frecuencias cardiacas me sacan de mi inconsciencia trayéndome devuelta a la realidad, me obligo a abrir los ojos, pero lo vuelvo a cerrar, ya que la luz me pega con fuerza.

—Señor debe calmarse, —escucho ruido del otro lado—. Si no se tranquiliza, no le vamos a permitir entrar, —anuncia.

—Es mi esposa la que se encuentra allí dentro, —reprocha la voz de Donovan—. Necesito verla ahora mismo, —anuncia.

—La vera, pero debe calmarse, —pide, se escucha silencio del otro lado y luego la puerta es abierta, giro mi rostro hacia esta por donde ingresa una doctora y detrás de ella mi esposo, se acerca y me observa preocupado.

—¿Estás bien? —cuestiona.

—Me duele la cabeza, —le digo.

—Es normal, recibiste una fuerte conmoción, pero tú y el bebé se encuentran bien, me alegra verte despierta y los dejo solo, —se retira, me recuerdo de Asher y una fuerte preocupación se instala en mi pecho.

—Asher, —susurro.

—Él está bien, le salvaste la vida evitando que perdiera más sangre de lo normal, —comenta.

—Me salvo, se interpuso entre esa bala y yo, —mis ojos se nublan y no puedo evitar sollozar.

—Shh… tranquila, —acaricia mi mejilla y se encarga de eliminar las lágrimas de ellas.

—Alexandro debe odiarme.

—Está muy agradecido contigo, —susurra. Toco mi vientre y le pido que se recueste a mi lado, me hace caso y me acurruco contra su cuerpo para terminar dormida recibiendo sus caricias.

Alexandro Bianchini

Cuando vi a Asher en esa camilla, mi corazón bombardeo todo mi torrente sanguíneo a máxima velocidad, no tenía cabeza para pensar en otra cosa que no sea en el pequeño, Donovan me pidió que me fuera con los de la ambulancia mientras él busca a Dayana. Al llegar al hospital, me privaron el acceso a el área donde lo estaban llevando, me senté en la sala de espera donde dure varias horas esperando noticias del chico.

Me encargué de llamar a su madre que llego muy desesperada y me toco calmarla, Azucena se ve devastada y tuve que ser fuerte por ella. Cuando le medico salió, nos dio la noticia de que la bala entro y salió sin peligrar ningún órgano, ya que fue en su hombro, suspire enseguida y la primera en ir a su habitación fue su madre, me hubiera gustado entrar de primero, pero debo darle prioridad a ella que no tardo mucho tiempo en salir.

—¿Cómo está? —cuestiono.

—Dormido, ve con él, —pide.

—Alexandro, —me giro encontrando a Donovan.

—¿Qué sucedió con Dayana? —pregunto.

—Se desmayó y ahora la están atendiendo, —comenta angustiado.

—Gracias a ella Asher está vivo, —me mira sin entender—. Le hizo compresión en la herida evitando que se desangre, —explico.

—Jean me anuncio que si no hubiera sido por Asher, se encontrara muerta o malherida ahora mismo, —eso me sorprende—El disparo era para Dayana, pero este arriesgo su vida para salvarla.

—¿Quién fue? —cuestiono.

—No tengo ese dato todavía, pero desde que reciba la información me encargaré de informarte, —asiento y me retiro a la habitación de Asher, ya no aguanto otro minuto más sin verlo.

Ingreso y me sorprende encontrarlo despierto.

—Pequeño, —me acerco a él.

—¿Ella está bien? —es lo primero que pregunta.

—La están chequeando, ya que se desmayó, —murmuro.

—Fue todo tan rápido, —se nota conmocionado.

—Le salvaste la vida.

—Esa mujer, salió de la nada y pude ver sus intenciones de disparar a tiempo, —eso me sorprende.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario