El santo millonario romance Capítulo 54

Asher Jones

La noticia de una mujer embarazada es algo que nunca pensé que podría soportar y cuando decidí por primera vez con alguien nunca imagine que sucedería algo como esto, pero quiero a Alexandro, lo amo y en estos meses juntos toda ha ido de maravilla hasta ahora. Hablar con Dayana me ha ayudado a recapacitar de lo que quiero hacer y la decisión que he tomado es la ideal es lo que supongo, ya que pretendo luchar por lo que hemos construido y no dejar que nadie lo destruya de un día para otro.

Observo mi reflejo en espejo del ascensor y de nuevo quedo satisfecho con lo que he logrado. Hace varios meses me mude con Alexandro, pero después del conflicto me marche a casa de mi madre y toda mi ropa está en su apartamento todavía, supongo que muy en el fondo sentía que yo iba a regresar y por eso nunca fui a buscarla, suspiro.

Las puertas del elevador se abren dejando el pasillo del recibidor, sé que ya está enterado de que estoy aquí, camino hasta la puerta y abro con mi llave. Entro al apartamento, me detengo al verlo en la sala con solo un pantalón deportivo, me mira sin decir nada, siento nervios y puedo notar que se encuentra de la misma manera que yo, ya que su mano se pasa por su cabello.

—Hola, —es lo único que se me ocurre decir.

—¿Sucede algo? —interroga, niego.

—Vine por…

—No quiero que te vayas, —me interrumpe caminando hasta mí, Alexandro duda al estirar su mano para halarme hasta su pecho húmedo. Inhalo el olor de gel de baño, suspira—. Por favor, te he dado tu espacio, pero no puedo estar sin ti, no me dejes pequeño, —envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.

—Eso no pasará, —le digo, froto mi nariz en su pecho—. Es algo que no puedo permitir, —comento—. Te amo con toda mi vida Alexandro, —aprieta sus fuertes brazos a mí alrededor.

—Te amo, —nunca me lo había dicho, siempre me decía te quiero o eres mío.

—Dilo de nuevo.

—¿En serio? —cuestiona riendo, se aleja un poco y me observa con diversión.

—Sí, —hago un pechero que enseguida besa.

—Te- a- mo, —me besa con cada división de la palabra y termina uniendo nuestros labios en un tierno beso, muerde el inferior y me carga, camina hasta el sofá donde se sienta, besa mi cuello y regresa a mi boca—. Eres todo para mí, no tengo palabras para describir todo lo que me haces sentir, pero ya eso es algo que sabes, no soy un hombre de halagos, ni de nada de esas cursilerías, —aprieta su agarre en mi cintura mientras que una mano se cuela en mi pantalón. —Desde que invite a vivir conmigo siento muchas cosas por ti, te amo bastante como para tenerte merodeando en mi apartamento, —se ríe.

—No eres cursi, pero sabes decir muchas bobadas, —regaño, se carcajea para después besar mi mejilla izquierda.

—Igual extrañaba tus desayunos, comida y todo lo rico que preparabas, —anuncia y pongo los ojos en blanco. —Pero me estabas engordando, —eso es cierto, su definido abdomen desapareció aunque sigue manteniendo una esbelta figura.

—No es mi culpa que comas más de lo necesario y que quieras estar en cama en vez de hacer tus rutinas de ejercicio, —alzo mis hombros.

—El mejor cardio lo hago cuando te follo, —le tapó la boca.

—Por Dios, esa boca, —me quejo.

—Bueno bebé, ya que estamos bien, me gustaría darte amor y rellenarte con mi osito cariñosito ¿te gusta que te hable así? —Niego porque no tiene solución alguna, me acerco a su boca y lo beso, no puedo evitar presionar mi nalga contra su entrepierna—. Joder, —puedo sentir su dureza.

El teléfono del apartamento timbra, maldice.

—Debes responder, —pego mi frente a la suya.

—¿En serio? Podemos ignorarlo y seguir donde estábamos, —me besa, pero el ruido de esa cosa no se detendrá—. Maldigo a quien sea que llame, —reprocha, me bajo de su regazo y se pone de pie—. Ni te rías, —señala, camina maldiciendo hacia el teléfono y la forma en que lo hace me provoca reírme, sé que debe ser incómodo para este caminar con su erección—¿Qué sucede? —cuestiona a la persona del otro lado de la línea. —Dile que se largue, no tengo nada que hablar con ella y todo lo que quiera decir que lo hable con mi abogado, —se nota que le molesta lo que sea que estén diciendo—¡Me importa una mierda! —exclama—. Que se retire, —cuelga.

—¿Quién era? —cuestiono cuando se gira.

—Nadie importante, —hago una mueca, me pongo de pie y agarro mi chaqueta—. Hey pequeño, —me hala. —No quiero que te enojes por eso, —miro a otro lado que no sea su rostro, maldice y toma mi barbilla para que lo mire—. Era ella ¿ok? Quería verme y aclarar la situación, pero la mande al diablo, solo quiero que ese bebé nazca y hacerla la puta prueba de paternidad para salir de dudas, —se nota frustrado por todo esto.

—Solo te pido que no me ocultes cosas, no es algo que tolere, —pido, asiente de acuerdo—. Tengo hambre ¿quieres que te prepare algo? —hace una mueca.

—Ahora mismo me apetece esto, —sujeta mi nalga—. Pero vamos a alimentarte, —nos vamos a la cocina donde me encargo de preparar la cena.

(…)

—Joder bebé, —succiono su punta y gime—. Desátame Asher, —pide, me río bajo.

—Ya no mandas aquí, —le recuerdo, maldice.

—Necesito tocarte, no puedes hacerme esto, —se queja, removiéndose, sé que esta por correrse y están orgulloso que nunca me ha dejado hacerlo terminar con la boca, pero ahora quiero probarlo.

—Sabes lo que quiero.

—Ni una mierda Asher, son casi tres semanas sin joderte y ahora me quieres hacer venir con la boca, necesito llenarte… —jadea, aprieto su miembro y aumento la velocidad de mi mano sobre este, gime y lamo toda su longitud para luego introducirlo en mi boca—. No, —protesta, se remueve y estira su cadera hacia arriba.

Tiembla su miembro y luego su esperma chorrea en mis labios, lamo cada gota y lo trago, su sabor es salado, con un toque amargo y dulzón, me gusta. Reparto beso desde su pubis hasta su pecho y me siento en su abdomen para mirar su rostro. Alexandro frunce su ceño y hace una mueca.

—¿No te gusto? —cuestiono inocente.

—Joder, me encanto pequeño, pero sabes que te voy a castigar por hacerme esto, —señala.

—¿Qué me harás papi? —su mandíbula se tensa.

—Desátame y ya verás, bebé, —niego.

—Hoy señor Bianchini, no tiene poder aquí, —sin dudarlo tomó su miembro para desliarme por este, muerdo mi labio inferior para liberarlo cuando lo tengo por completo en mi interior.

—Oh… joder, —muerde su labio inferior—. Asher, libérame las manos, —me muevo sin hacerle caso, gime y eleva su cadera a mi encuentro—. Por favor, —suplica, me detengo y desato el nudo, se sienta y me besa con fuerza—. Maldición pequeño, no quiero que te detengas, —me hace moverme, su boca va a mi cuello y lame este para luego hacer un chupetón en ese lugar.

—Alex, —gimoteo, me aprieta con fuerza y jadea.

—Libéralo, —me corro manchando su abdomen y cuando termino se gira, me embiste con rudeza, lloriqueo—. No sabes lo que has despertado, —anuncia, sale y me voltea, eleva mi trasero y sin darme tiempo a procesarlo me penetra.

—¡Ah! —chillo, me embiste una y otra vez, me nalguea fuerte y empuja toda su longitud dentro de mí, lloriqueo por sus actos y muerdo la almohada mientras las lágrimas de placer no tardan en salir, me está destrozando y lo sabe.

—Bebé, gime para mí, —lo hago, gimo su nombre en cada estocada hasta que se corre dentro dejando su líquido en mi interior, Alexandro esta como una bestia porque no se detiene.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario