El santo millonario romance Capítulo 55

Dayana Berlusconi

Señalo a la chica encargada de la decoración interior de la casa el tapiz que me gustaría para la habitación, ya no será como la del apartamento que lleva en su totalidad una fachada de solterón, pero igual me gustaría conservar el aspecto moderno que recubre la alcoba.

—Es muy buena opción señora Bristol, —anuncia con una sonrisa, es de un color piel que será combinado con una pintura blanca, Donovan dejo todo en mis manos y pues espero le guste, no falta mucho para que nos mudemos a la casa y algunas de nuestras cosas ya se encuentra allá.

—Supongo que quedara perfecta con la decoración de los sofás, —comento y asiente.

—Sí, el color es similar a la tela que los cubre, —me informa.

—Bien, lo demás te lo dejo a ti, —asiente y me despido de ella recordándole las lámparas que quiero para la mesita de noche, camino por el centro comercial hacia una tienda de bebés, Donovan ha comprado muchas cosas, pero me gustaría comprarle algo al pequeño.

Estando dentro me dirijo hasta los conjuntos donde encuentro uno enterizo de león, sonrió al imaginar al pequeño con eso, puesto y lo tomo junto al de conejo, es hermoso, camino hasta los zapatos y muero de ternura a la hora de escoger algunos pares.

Después de elegir otras ropas más pago todo, camino por la plaza, sé que Donovan se enojara conmigo porque salí sin que nadie se diera cuenta y deje mi celular lo que evitara que me esté llamando o rastree mi localización. También no puedo evitar sentir miedo al saber que si llegase a pasar lo mismo que la otra vez estaré desprotegida, pero vaga idea de que no tenemos más conflictos con otra persona late en mi cabeza provocando que esté más tranquila, suspiro al salir del centro y sé que la parada de taxi está a varias cuadras por lo que no me vendría mal caminar hasta allá.

Según Yngrid las mujeres embarazadas debemos estar en constante movimiento, pero ojo. Ninguno de esos movimientos deben ser los que te pongan en peligro a ti y tu bebé. Estar embarazada no es sinónimo de andar desaliñada, sin ejercitarte y mucho menos tirarte al abandono, sé que esto puede dar pereza, pero no podemos dejarnos caer en la etapa que se supone es la más bonita de nuestras vidas.

Tomó un callejón para poder llegar más rápido a la parada, me duelen los pies y no aguanto otra bajada, mi corazón se acelera al ver dos sujetos salir de repente en un pequeño desvió, pero trato de permanecer calmada hasta que uno saca una pistola.

—No grites, —por instinto llevo mi mano a mi vientre protegiéndolo de cualquier cosa.

—Por favor, no me hagan daño, —le extiendo mi bolso—. Pueden llevarse todo y dejarme, —pido.

—Dayana Berlusconi de Bristol, —mi corazón late más rápido y me siento mareada, retrocedo—. Te buscamos solo a ti, —anuncia con una sonrisa.

—Por favor, —suplico retrocediendo.

—No tienes escapatoria, —la voz a mis espaldas me sobresalta y dejo caer lo que llevo en mis manos, giro y observo al otro sujeto más alto que el resto.

—No tengo nada que darles, —murmuro.

—Tu esposo tiene mucho que ofrecer, ya su padre lo hizo una vez y supongo él lo hará por ti, —niego y antes de que pueda gritar por ayuda, me atrapan y cubren mi nariz y boca con un pañuelo que llevan un horrible olor, me fallan las piernas y luego todo se oscurece.

(…)

Despierto con un fuerte dolor de cabeza en un frío suelo, me siento y me deslizo hacia la pared. Toco mi vientre, espero que todo esté bien allí dentro, es mi culpa todo esto ¿Cómo pude ser tan imprudente y salir sin Jean? Sollozo y luego escucho la puerta abrirse.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario