El santo millonario romance Capítulo 67

Donovan Bristol

Termino mi atuendo de esmoquin negro con un poco de perfume, Alexandro y Asher va a ir conmigo a la fiesta, como no soy tan conocido sus vidas no corren peligro alguno. Eso me da total tranquilidad para poder disfrutar esta noche, tal vez tenga sexo o regrese a casa con un par de tragos en mi sistema. Nunca se sabe cómo regresas, pero si como sales.

La temática de la fiesta es que los hombres deben llevar mascara y las mujeres sus rostros descubiertos, es algo que me gusta, ya que esto mantendrá la identidad de mis acompañantes en secreto. Salgo de la habitación y espero a mis amigos en la sala mientras tomó un poco de whisky para ir calentando desde ahora, Alexandro y Asher llegan después de varios minutos y partimos al club.

En el camino hablamos de temas sin mucha relevancia, ya luego en la entrada me encontré con Nikita Volkov con quien he mantenido contacto para salir de vez en cuando solo a follar, no hemos vuelto amigos con beneficios, Henry está en desacuerdo con que me junte con ella, pero no le queda de otra que aceptar igual le explique que ninguno de nosotros busca algo serio y que tal vez esta amistad funcione para negocios futuros.

—Ellos son mis amigos, —me limito a decirle.

—Tan enigmático como siempre, —anuncia, no le importa si no sabe sus nombres, Nikita nunca pregunta de más y conoce muy bien este mundo. La invité a quedarse en mi mesa, pero rechazo porque está esperando a unas amigas.

—Se nota que te la estás cogiendo, —suelta mi querido Alexandro en mi oreja, niego, este hombre nunca deja pasar una.

—Solo somos amigos con beneficios, —asiente.

—Donovan Bristol, sin duda estás irreconocible, —lo miro confundido.

—¿Nunca fui de este modo? —cuestiono.

—Eras más reservado, —se limita a responder.

—En pocas palabras quieres decir que no frecuentaba tener sexo con cualquier persona, —Alexandro se remueve incómodo.

—Eras virgen a tus treinta y un años, —abro mis ojos muy sorprendido.

—¿Qué?

—La muerte de Valentina te afecto al grado de no tener una vida social, —hago una mueca, supongo me pego fuerte el secuestro.

—¿Sabes quién fue la primera mujer con la que estuve? —puedo ver en su rostro la duda de decirme o no. —Merezco saberlo, —me quejo, suspira.

—Dayana Berlusconi, —anuncia—¿La recuerdas?

—Era mi secretaria, —murmuro inseguro.

—¿Qué recuerdas de ella? —interroga.

—No mucho, no recordaba su rostro hasta que me mostraste la foto, pero me obsequio esta cadena, —alzo mis hombros y estiro mi mano hasta mi bebida para darle un trago—¿Fue importante en mi vida? —cuestiono, ya que su cara refleja decepción.

—Solo te puedo decir que fue muy importante para ti, —recuesto mi espalda del sofá y lo miro de reojo, sé que le molesta reservarse las cosas y todo lo hace por mi bien, suspiro quiero recordar, pero al mismo tiempo siento que se acercan cosas terribles si llego a encontrar mis recuerdos esparcidos por toda mi cabeza.

En estos momentos todo es una laguna, recuerdos fragmentados y sueños incomprensibles en donde le hablo a alguien que parece nunca haber nacido, no entiendo por qué recuerdo esos momentos de mi vida y ahora saber que hubo una mujer importante me hace reflexionar que tal vez ella pudo estar embarazada.

—¿Dayana estaba embarazada? —mi corazón se acelera al imaginar que puedo quizás tener un hijo y que esa mujer puede estar sufriendo pensando que estoy muerto.

Alexandro y Asher comparten una mirada, pero el único que habla es el pequeño chico.

—Debes recordarla, es importante que lo haga, ya que solo tú sabes que ocurrió ese día con ella, tuviste una vida muy grande Donovan y tal vez te esté necesitando en estos momentos, —el chico se ve angustiado al decir eso y se nota que le duele lo que está sucediendo.

—Necesito tomar aire, —anuncio poniéndome de pie, ya que siento que me asfixio ante tantas preguntas que no serán respondidas.

Bajo las escaleras del VIP y me muevo entre el mar de personas hasta llegar a la salida, inhalo y exhalo con fuerza. Mi cabeza me da varias punzadas que me hacen llevar mi mano izquierda hasta ella, maldición, camino con mi mirada agachada y recibo un empujón por alguien mandándome de bruces contra el suelo.

—Posmotri, kuda idesh', zasranets (Mira por dónde vas, gilipollas) —suelta el sujeto en mascarado, pero no tengo ojos para este sino para la mujer que lleva a su lado, es ella Dayana Berlusconi, con un vestido negro que acentúa su cintura, es algo que no puedo creer y mi corazón late desbocado al mirarla allí, ese sujeto toma su mano e ingresan a la disco.

Mi cerebro sea desconectado, mi cuerpo no reacciona a mis órdenes de levantarme e ir atrás de ellos porque no sé qué podría decirle a esa mujer que ni siquiera conozco y que parece estar comenzando una vida con ese sujeto, pero ¿Por qué me duele tanto verla con otro? No entiendo las lágrimas que se acumulan en mis ojos, mi pecho arde.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El santo millonario