Encuéntrame romance Capítulo 39

Por más que había pasado una media hora después de que Oliver le dio toda esa horrible información, Ana no podía moverse por lo rígido que se encontraba su cuerpo. Su cabeza explotaría en cualquier momento. Todo hacia un remolino dentro de ella mientras pensaba cualquier cosa, cualquiera que pudiera hacerla mover o reaccionar.

Nunca sintió un dolor parecido, sentía como si estuviesen desgarrándola por dentro y solo imaginar cómo se podía sentir Xavier con todo esto, le hacía parecer más enferma de lo en realidad estaba.

«¿Por qué?, ¿por qué debían suceder estas cosas? ¿Por qué? ¿En qué parte del mundo se debía nacer, o cuál era la clave para que a un ser humano que no tenía un ápice de culpa, le pasaran estas cosas?»

Ana estaba muy aturdida.

Entonces por un momento quiso preguntar una última cosa, aunque lo que quería era correr, correr sin detenerse.

—¿Sigue casado con ella? —esta vez giró para ver el rostro gacho de Oliver, pero él negó inmediatamente.

—Hay leyes que cubren este tipo de cosas, Ana. Dayane, aparte de que está enferma e incapacitada mentalmente, ella está impedida de su libertad de por vida, su cárcel será ese sanatorio. Así que en cuanto Xavier gestionó el procedimiento, quedó libre de su unión legal.

Ella asintió varias veces mientras su quijada aún titilaba.

—¿Sabes por qué aun Xavier paga sus cosas?

—No lo sé, tal vez porque su familia se desentendió de ella, no tiene a nadie.

Ana se preguntó por un momento si Xavier la visitaba o si hablaba con ella, todas las dudas y preguntas la volvieron una nada. Pero esas cosas solo las podía responder el mismo Cox.

—Yo… ¿Qué se puede hacer después de algo como esto? —esta pregunta era una súplica en sus ojos llorosos y Oliver se acercó hacia ella.

—Por eso te lo dije, no hay nada que alguien puede hacer… tengo dos hijas Ana, y daría mi vida por ellas, como también haría cualquier cosa con tal de verlas bien… ni siquiera puedo imaginar lo oscuro que debe estar el corazón de Xavier, porque él perdió todo en un solo día. No justifico su actitud, pero le entiendo, ¿ahora comprendes por qué me preocupo tanto por ustedes dos?

Ella afirmó sin dejar de llorar, era imposible que pudiese retener las lágrimas. Lo único que quería era abrazar a Xavier por la eternidad.

—Yo… realmente soy un problema en su vida ahora —gesticuló lento mientras Oliver se acercaba para negar otra vez.

—No lo eres, he visto a esos ojos emocionados también, hay algo… especial entre ustedes dos, y creo que lo que está haciendo por ti, lo hace sentir vivo.

Eso no podía ser cierto, ella no podía permitir que él terminara de arruinar su vida. Por más que necesitara de su compañía, de su amor, de su presencia; no podía simplemente ignorar todo lo que perdería si su relación se llegara a descubrir, y por ¡Dios santo!, que ya había perdido más que suficiente.

Ana limpió su cara roja con el dorso de sus manos y asomó una sonrisa forzada a Oliver.

—Gracias, Oliver, debo irme, mañana tengo trabajo y… te veré luego —le dio un abrazo corto en despedida, pero Oliver la retuvo por un momento.

—No pensarás irte así, llamaré un auto para ti, son las nueve de la noche, Ana.

—Tomaré uno fuera de tu residencia, vi un puesto de taxis…

—Aun así, llamaré uno, tengo los teléfonos aquí, solo espera 5 minutos.

Ana resopló un poco irritada, esperó el tiempo necesario y cuando se dio cuenta estaba pegada a la ventana trasera de ese auto, yendo al apartamento donde vivía.

Se sentía desecha en gran medida. Tenía un dolor de cabeza insoportable, y aunque no quería llorar más, las lágrimas se le salían solas.

Pagó al conductor una vez llegó a su lugar y con pesadez caminó en silencio hasta que estuvo frente a su puerta. Los sollozos comenzaron a intensificarse mientras metía la llave y volvía a cerrar después de entrar.

Fue a buscar el apagador, y cuando su dedo tocó el interruptor, dio un salto bastante abrupto cuando vio a Xavier sentado en la sala mirándola fijamente.

¡Maldita sea!, retumbó en su cabeza mientras todo su cuerpo se congeló. Estaba empapada con la cara enrojecida y muerta de frío. Pero esa mirada le hizo más daño que todo lo anterior dicho.

Él parecía muy enojado.

—Entonces… estabas aquí según el mensaje, pero… vengo, y no estás…

Ella tardó más de un minuto en entender a qué se refería con las palabras que estaba diciendo, hasta que conectó todo. Y creía que se refería al mensaje que le había enviado hace unas horas atrás.

—Debí ir a donde Oliver… —susurró con la garganta apretada y vio como el rostro de Xavier cambió de inmediato—. ¿Por qué estás aquí?, ¿tu familia no se va mañana?

Él le asomó una sonrisa cínica y luego se levantó, Ana no supo por qué, pero él estaba realmente extraño.

—¿Estabas en la casa de ese chico, Anaelise?

Ella frunció el ceño.

—¿Qué? Acabo de decirte que…

Xavier llegó a ella en largos pasos apresurados y luego la intimidó con su cuerpo mientras le mostraba una mirada dura.

—Anaelise, no me gusta que me mientan… tú y yo estamos juntos ahora ¿no has entendido eso? Porque siempre que me mientes, entonces estas con tu amigo que se hace el pendejo contigo.

Las palabras de Cox salían enojadas y apretadas, y no supo por cuanto tiempo estuvo aquí en su casa esperándola. Pero ahora no tenía tiempo para enojarse porque, no le quedaba mucho tiempo con él. Lo entendía a la perfección, Xavier estaba inseguro de todo el mundo, «¿cómo podía pedirle que confiara en ella?, cuando ni siquiera podía confiar en sí mismo».

Aunque no quería demostrar lo que sabía y sentía, ella no pudo disimular cómo su boca hizo en un puchero amortiguando su infinita tristeza y ganas de llorar muy fuertes.

—Solo estaba donde Oliver, lo juro —esta vez ella lo abrazó delicadamente y colocó su rostro en el cuello de Xavier dando pequeños besos.

Cox tomó sus brazos y la alejó de repente.

—¿Qué te ocurre? —su rostro estaba entre la ira y la confusión.

—Nada… solo estoy un poco cansada —respondió Ana pegándose más hacia él y por más que intentó no pudo refrenar el llanto por más tiempo.

—¡Ana! —Xavier se agitó en desmedida y ahora solo había preocupación en su voz. Vio que su cuerpo y ropa estaba empapada y quitó el cabello de su rostro para tratar de saber qué le pasaba.

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