Encuéntrame romance Capítulo 11

Todavía podía sentir el cosquilleo en sus labios, estos le palpitaban hasta el punto de colmarle la paciencia, y no era para menos. Él quería eliminar esa sensación de su cuerpo y de su memoria.

Necesitaba hacerlo, y por ello decidido que durante toda esa semana esquivaría la presencia de Anaelise como fuera posible.

Entró y salió de la universidad las veces necesarias, se encerró en el cubículo de los profesores y se iba antes de la hora para no toparse con ella. Lo único que le fastidiaba era esa aprensión insoportable que le exigía al menos verla por un momento. “Y como un loco desquiciado”, por algunos minutos en el día, la divisó en silencio, mientras ella ignoraba su presencia.

«Esto estaba muy mal», se dijo, pero aun así su decisión estaba tomada. Se alejaría todo lo que pudiera de ella y se olvidaría de esa manera de mirarlo.

«Era todo un invento de su mente», Xavier pensó por un momento e imaginó que la chica debía tener problemas, y su rabia volvió a él de golpe cuando supo que eso era lo que lo atraía de este asunto.

Después de ducharse y tomar su desayuno, envió varios mensajes para el colega que tomaría su clase, aunque no estaba preparado para la llamada telefónica de Oliver Walsh la noche anterior, de cierta forma era una escapatoria para dejarle su punto claro a Anaelise.

«¿Y qué pasaba con ese beso que le dio de despedida? Eso no era nada», eso fue más bien un intento por refrenar todo lo que se le arremolinaba en su cuerpo. Sin embargo, solo pensar en ese suceso, le tensó el cuerpo.

Terminó sus tareas y salió en su auto, tomaría un café con Oliver en un restaurante muy transitado en la ciudad, mientras él le pondría al día con el caso que iba a pasarle luego de su retirada.

No estaba en sus planes tomar otro caso, tenía los suficientes en el hospital, casos normales y que estaban en total control. Pero no podía negarse a la petición de ese viejo. Oliver de cierta forma era la persona que en medio de toda la mierda que le rondó por mucho tiempo, le dio un voto de confianza y él pudo recuperar al menos el cincuenta por ciento de lo que había trabajado por años.

Porque Xavier Cox, estuvo a punto de perder su carrera, incluso su licencia para ejercer.

Estacionó en el lugar y vio de reojo que Oliver se encontraba allí. El lugar era abierto y al aire fresco, así que, aunque no había sol, el día era espléndido.

Arregló su franela y ajustó su reloj en la muñeca, alzó la mano para saludar a Oliver de lejos y se acercó lo más pronto que pudo llegando a su mesa.

Oliver se puso de pie y con varias palmadas se dieron un abrazo como dos viejos amigos que se alegraban de verse.

Tomaron asiento y Oliver le pidió a un camarero que se acercara.

—Pediré un capuchino —dijo Oliver y luego miró a Xavier para saber su petición.

—Un café negro cargado, no muy dulce —respondió Cox.

El camarero asintió anotando sus pedidos y luego se fue de su mesa.

Oliver sonrió un poco nervioso hacia Cox para luego tomar su maletín y sacar una carpeta.

—Bueno, ya sabes, me retiro…

Xavier torció su boca y negó lentamente.

—Imagino que te estarás desangrando por dentro.

—Cada segundo —respondió Oliver—. Ni siquiera sé cómo estará mi mente cuando no tenga nada que hacer en casa, con mi mujer colocándome tareas y los berrinches de mis hijas en mis oídos… será toda una película lenta.

Xavier rio con apremiante entusiasmo para luego reprimir sus labios.

—Te envidio —dijo este, al instante los dos se miraron y sus rostros cayeron en una seriedad al recapacitar con esas palabras.

Oliver carraspeó obviando el momento incómodo y luego le pasó el archivo a Cox. Aunque él se iba a dar cuenta, su trampa debía alargarse hasta la tarde.

—Es un caso complicado —Indicó Oliver a la vez que Cox ojeaba el archivo lentamente profundizando el ceño.

—Su tarjeta de identificación no está —fue lo primero que expresó tensando a Oliver.

—Debí dejarla en el consultorio, pero no te preocupes, esta tarde la anexaré en la carpeta, solo son sus datos. Lo importante es el contenido.

Xavier asintió.

—Tienes razón. Y aunque voy a leerme esto muchas veces, por la prontitud del traspaso debes hacerme un resumen.

—Sí, y escúchame atentamente, porque A… esa chica me importa mucho.

—¡No me digas esa mierda! —expresó Xavier sorprendido.

—Espera… no todos tenemos la cabeza podrida como tú —interrumpe Oliver frenándolo de golpe muy serio—. La chica es como una de mis hijas. Confío en ti Cox, sé cuán bueno eres en nuestra rama, no podría dejar este tema en las manos de los otros dos Psiquiatras del hospital, a pesar de que ellos también sean buenos.

Cox arrugó su gesto y por un momento se preocupó por el tono de aquel hombre.

—Te escucho —dijo a pesar de todas sus dudas.

Oliver dejó salir el aire comprimido a la vez que el camarero volvió a aparecer frente a ellos colocando las tazas en su mesa, luego de un “que lo disfruten” volvieron a estar solos.

—Tengo este caso desde que la chica tenía 5 años, llegó por un reporte en su Kínder. Su maestra detalló su preocupación, y envió la petición al hospital. Estaba de turno cuando el padre de la acudiente llegó a la consulta, y aunque pudo atenderle un especialista en Psicología, vi que la pequeña estaba en apuros.

—No dudaste en ver qué pasaba.

—Así es… —respondió Oliver tomando su café—. Arreglé todo para que en unos minutos estuvieran en mi consultorio, la pequeña entró con su padre, y… ese hombre parecía un desecho humano.

—¿Quién es su padre? —preguntó Xavier interesado. La intensidad de las palabras de Oliver lo estaban capturando cada vez más.

—Te dije que la ficha está en mi consultorio, quiero que te centres en el objetivo y no en los nombres.

—¿Estás trabajando mi mente ahora? —preguntó Cox un poco cínico.

Oliver volvió por otro sorbo y obvió la indirecta. Estaba nervioso y necesitaba ser rápido.

—El padre parecía perdido en su mundo, él solo seguía las líneas que otra persona le decía, olía a licor y estaba desarreglado. Así que no dudé en sacarlo del consultorio y quedarme a solas con su hija. Después de unos minutos tratando de que ella soltara alguna palabra, me di cuenta de que estaba siendo víctima de algún abuso.

—¿Del mismo padre? —preguntó Cox tenso y con mucho interés.

Oliver negó varias veces.

—Fue lo primero que pensé. Pero no. Después de varios exámenes físicos que intimidaron mucho a la chica, todo arrojó que ella estaba siendo manipulada mentalmente primero, pero sin duda alguna había abuso, ya sabes, aunque lo peor no estaba presente por supuesto.

—¿A qué te refieres con lo peor? —inquirió Cox sentándose erguido para saber más sobre el tema. Pero Oliver alzó su mano para que tuviera paciencia.

—Alguien estaba manoseando a esa niña, ella me pidió ayuda luego de algunas charlas más, le pregunté infinidades de veces un nombre, pero ella nunca dijo uno. Solo decía que era un monstruo y que ella le tenía mucho miedo. Abrí un expediente junto a la policía, pero cuando llegaba la hora de hablar o declarar, ella negaba todo, incluso mentía. Junto con ese informe donde no había evidencia de acto sexual en su cuerpo, la policía, solo lo destacó como que ella estaba abandonada por la mísera conducta de su padre.

—¿Qué estaba ocurriéndole a su padre?

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