Andrew estaba de pie frente a ella con un rostro preocupado y una posición bastante tensa. Ana quitó las manos de sus rodillas y decidió levantarse mientras arreglaba su cabello en una coleta, preguntándose… «¿Qué rayos hacia aquí?»
—¿Por qué estás aquí? —volvió a preguntar.
—Fui a tu casa, pero no encontré a nadie allí. No respondías a mis llamadas y… Una mujer en tu residencia dijo que llevaron a tu padre al hospital. ¿Qué ha pasado? ¿Tú estás bien?
Ana tomó el aire y negó en dirección de Andrew. Él no sabía absolutamente nada de su vida, y era muy difícil explicarle todo a la vez. Aunque no es que se lo contaría todo.
—Mi padre tiene arritmia. Su pulso es muy bajo y…
—Tranquila —la interrumpió pensando que debía consolarla y colocó una mano un su hombro—. Se recuperará.
«Pobre Andrew», pensó ella por un momento y soltó un resoplido.
—Andrew, mi padre es cuadripléjico, tiene años en esa condición, ahora se niega a comer y creo que quiere morirse.
El chico abrió los ojos impactados por la información que Ana estaba arrojándole, pero no solo por el contenido de sus palabras, sino por la normalidad con la que ella hablaba de la situación.
—Y tú… —quiso decir algo, pero sabía que su amiga era un enigma.
Ana caminó instándole a que le siguiera con la mano, para salir de ese pasillo en el que no quería estar en ese momento.
—No, no te preocupes pensando que estoy devastada por este hecho, hay cosas que ignoras, sé que eres un buen chico, al menos conmigo, pero no quiero que pienses que soy una desalmada —dijo mientras caminaban por el estacionamiento—. ¿No hay una celebración hoy en tu casa?
—Gracias, Ana, pues no pienso nada parecido, y sí, hoy hay una celebración en casa, pero quiero quedarme aquí, por si necesitas cualquier cosa.
Ella negó en seguida.
—No es necesario, no requiero nada, solo estoy esperando firmar unos papeles y luego me iré a casa, además…
—¡Ana!
Un grito algo sórdido hizo que tanto ella como Andrew giraran de golpe hacia la dirección del grito. Carla estaba en la puerta de la emergencia muy pálida mientras caminaba apresurada hacia ella.
—Tu padre… —dijo la mujer sin aliento—. Lo siento mucho, Ana.
Sabía perfectamente qué quiso decir Carla, ambas miradas se centraron en ella sin saber qué decirle. Pensó por mucho tiempo que esta noticia no le afectaría en nada en el momento que se diera, ni produciría alguna sensación en ella. Tampoco sentía dolor, ahora mismo solo una especie de vacío hundía su estómago. «Más vacío», pensó mientras su respiración se aceleraba.
Siempre esperó este día, quería sentirse en paz después de que este hecho se suscitara, pero ahora mismo no había esa tranquilidad que anheló, ni mucho menos paz. Una impresión extraña invadió sus entrañas y algo muy sórdido dentro de su mente le dijo que algo no muy grato venía a ella después de esto.
—Debes ir, Ana —Carla la sacó de sus pensamientos—. Hay un proceso que comenzar, además que debes colocar en regla todos los papeles para que el estado no deje de darte tu manutención…
«¿Por qué debía decir eso en este momento y delante de Andrew?», la irritación hizo mella en su cuerpo.
—Iré, adelántate —le respondió cortante y Carla solo tuvo la opción de asentir para retirarse al tiempo.
Tenía las palabras atoradas en su garganta, estaba avergonzada con Andrew y ya le dolía la cabeza solo de pensar que este sería un largo día.
—Ana —la mano de Andrew se posó en su hombro—. Cuenta conmigo, por favor…
Ella cerró los ojos un tanto nerviosa por toda la situación y luego le miró fijo.
—Escucha, iré a ver qué debo hacer allá. Si aun cuando salga no te has ido, pues te contaré algunas cosas, ¿de acuerdo? No me tengas lástima, no estoy sufriendo ahora.
Los ojos abiertos de Andrew solo tenían sorpresa. Vio como la chica comenzó a caminar en dirección a la emergencia y pensó que podía hacer solo una cosa.
Compraría comida, se instalaría en su auto y esperaría a Ana para acompañarla el tiempo que necesitase.
*
—Ok, señorita. Hay dos opciones para que tome después de este momento. Sabemos que su padre estaba complicado, y aunque su enfermera tuvo los cuidados suficientes, no pudimos…
—No se preocupe, no quiero refutar ningún procedimiento. ¿Qué sigue a continuación?
El hombre la miró extrañado y asintió sin demorar.
—Puede solicitar una autopsia, y después de eso…
—No solicitaré tal cosa —volvió a interrumpir—. Quiero que todo sea rápido, el lunes debo ir a la universidad, sin falta.
—Bien —carraspeó el hombre nervioso—. Entonces podemos solicitar una funeraria, para un entierro cotidiano o una cremación…
—Creo que la cremación es una mejor opción para mí, ¿Cuánto tardará?
—Hoy por la tarde podemos comenzar a prepararlo para esa opción, mañana podemos entregarle sus cenizas, hay un lugar especial que muchos familiares solicitan, o usted puede esparcirlas donde quiera. Algunas personas simplemente la dejan en su casa en un jarrón decorado.
Anaelise rio un poco cínica, y el hombre no podía creer su conducta.
—OK. ¿Dónde están los documentos que debo firmar?
El hombre abrió una carpeta y la direccionó para que ella comenzara el trámite, después de eso, se levantó y marcó un número de la persona que llevaba todas las situaciones legales de su familia. Ana no debía pagar nada de esto, y tampoco tenía cómo hacerlo, por un momento pensó que era hora de buscar un trabajo, uno pequeño para tener algo más de dinero.
Podría vender esa casa y vivir en un piso más económico ahorrando el dinero necesario. No estaba al tanto de que le deparaba el futuro, y al menos la muerte de Edward Becher le dejaría un fondo para prepararse.
Habló con la persona encargada de su tutela, dio toda la información que tenía para el momento y prometieron llamarla para terminar con un contrato que la muerte de su padre ponía fin. El estado no tendría más deuda con su financiamiento, ni con la compra de sus medicamentos ni su cuidadora, y ella debía defenderse sola de ahora en adelante.
Por supuesto ellos seguirían pagando su universidad hasta que Ana terminara o se retirara, y la última no era una opción.
Aunque toda su vida estuvo más que sola, ahora que Edward no estaría hizo que se estremeciera de cierta forma.
Las horas pasaron velozmente, nunca pensó que todo eso se tomara tanto tiempo. Protocolos, firmas y más firmas, y hasta una abogada del estado llegó para confirmar todo lo que estaba pasando. Para su mala fortuna, ellos si pidieron una autopsia de su padre y explicaron que era parte del proceso para dar por concluido un contrato que ella misma había firmado desde que tenía 12 años.
Sintió que un peso se le quitó de encima, se despidió de todos los que estuvieron con ella y luego puso los ojos en Carla.
—Gracias —dijo bajo hacia la mujer que formó parte de su vida—. Cualquier cosa, puedes llamarme.
—Igualmente por aquí, Ana. Me harás mucha falta.
Anaelise asintió y se giró sobre sus talones mientras soltó el aire y reprimía los ojos. Había olvidado totalmente a Andrew hasta que lo vio fuera de su auto mientras sostenía su teléfono como si jugara un juego video.
«Pasaron unas cuatro horas desde que lo dejó ¿Cómo seguía aquí?»
—Gracias, Andrew.
Él devolvió su gesto y luego se relajaron en la mesa. Anaelise decidió darle algunos detalles de la muerte de su padre y de lo que tenía que hacer a continuación. Charlaron por largo rato y en efecto la compañía de Andrew la hizo olvidar por un momento ese mal rato por el que estaba atravesando.
Andrew también habló sobre su niñez y lo agotador que era ser una persona reconocida en Durango. Platicó sobres sus hermanos, sus padres y sobre todas las metas que tenía para el futuro. Salieron después de un rato y decidieron caminar por la ciudad yendo a cualquier lugar, el propósito de Andrew era despejar la mente de Anaelise y lo estaba consiguiendo rápido.
«Después de todo, no era malo tener amigos», pensó Ana mientras caminaba con Andrew a su lado. Aunque él era bastante fanfarrón y más hablador que ella unas 10 veces más. Sin embargo, agradeció mentalmente por haberse topado con este cabezota que después de todo no era difícil de llevar.
Pasaron el día en la misma tónica, y Ana decidió que como ya estaba anocheciendo quería irse a su casa.
Cuando iba en el auto de Andrew, una sensación de nervios le invadieron. Hoy por primera vez en su vida dormiría en esa casa grande solitaria, sabiendo que ni Carla, ni mucho menos Edward, estarían allí debajo de su habitación. Sintió un sinsabor que le oprimía el pecho y giró hacia Andrew que estaba estacionando a una cuadra de su casa.
—Llegamos —anunció esté y ella divisó desde su puesto su casa a oscuras. El escozor en sus ojos no demoró. Estaba segura de que no todo podía ser perfecto.
—Gracias por acompañarme todo este tiempo —dijo Ana girando hacia el chico, en su voz había sinceridad absoluta y una mirada suplicante que despertó a Andrew.
—¿Estás segura de que quieres quedarte sola? No tengo problema de llevarte a casa, pueden prepararte una habitación, y mis…
—No —interrumpió ella de inmediato—. Por nada en el mundo, creo que tus padres ya están molestos de que estuviste todo el día fuera.
—No pienses en eso, me castigarán unos días, pero…
—¿En serio? —Ana se preocupó, pero su tensión disminuyó hasta que vio que Andrew soltó la carcajada.
—Naaa. Solo bromeo.
Ana golpeó su hombro, pero de repente él tomó su muñeca y la haló hacia él.
Sin pedir permiso Ana se sorprendió que Andrew ahora mismo la abrazara. Él era tímido y sabía que este gesto le estaba costando mucha de su vergüenza al chico. Se lo imaginó rojo como un tomate, pero en vez de ver ese rostro, decidió abrazarlo también. Era lo menos que podía hacer.
Cuando se despegaron, en efecto Andrew estaba como un tomate y a ella le dio mucha gracia su reacción.
—Será mejor que me baje antes de que cometas otra estupidez.
Andrew asintió avergonzado y le hizo la seña militar que él solía hacerle cuando le daba una orden.
—Que pases buena noche, Ana. Si mañana no tienes nada, puedes llamarme.
—Lo haré —respondió cerrando la puerta y despidiéndose de Andrew con las manos.
Cuando vio que el auto desaparecía, comenzó a caminar la cuadra y ajustó su chaqueta mientras miraba el suelo. La noche estaba bastante fría y ella se iba perdiendo en todos los pensamientos que comenzaron a llegarle de golpe.
—¿Qué estaba pasando en ese auto para que demoraras tanto?
Su cuerpo saltó del susto y levantó la cabeza para observar ese hombre que estaba recostado en su auto con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
Xavier la miraba de forma intrigante con esos ojos que la traspasaban toda. Entonces miró hacia los lados. «¿Por qué no se dio cuenta antes de que él estaba aquí?»
Su aspecto no era normal, él parecía frustrado, algo molesto y como una roca inamovible.
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