Encuéntrame romance Capítulo 26

—¿Entonces? —Xavier se despegó del auto y dio unos pasos hacia ella.

—¿Cómo estás? —fue lo único que se le ocurrió contestar a Ana, había algo en la mirada de Cox que la ponía ansiosa.

—No muy bien, no sé qué ha pasado contigo… Y por lo que veo, estuviste todo el día con ese chico, sin embargo, en mi teléfono no tengo un mensaje tuyo siquiera.

Ana miró hacia ambos lados y supo que era mejor entrar.

—Es mejor que entremos a casa… Te contaré todo dentro.

Xavier asintió aún irritado caminando, y ella lo condujo hacia su dirección.

Todo su día de cierta forma fue tranquilo en compañía de Andrew, pero ahora todo eso se esfumó desde que ese hombre hacía acto de presencia. Y no porque se sintiera en la miseria con Xavier, más bien ella deseaba tenerlo todo el tiempo con la adrenalina a mil por ciento y las hormonas explotando por cada rincón de su piel. Pero también esos sentimientos descontrolados, la hacían inestable. Todo el tiempo.

Después que entraron a su casa lo llevó hasta la cocina y le ofreció algo de tomar, pero Xavier no estaba del todo cómodo y rechazó la invitación secamente.

—Mi padre murió esta mañana —no le dio más larga y lo soltó.

—¿Qué? —la expresión de Cox cambió enseguida—. ¿Cómo no lo supe enseguida?

Ella arrugó su ceño.

—¿Qué querías que dijera? ¿Ven al hospital a exponerte? —no supo por qué, pero quiso ser cruda con él. No pudo descargarse con Andrew, aunque él fue lindo y estuvo con ella cambiando de temas para que ella olvidara los sucesos, pero si era sincera consigo misma, todo su yo interior quería gritar por todas las cosas que tenía contenidas muy dentro, y quería hacerlo con Xavier, quería descargarse en él—. ¿No es esa precisamente la relación que hay entre nosotros?, de hecho, ni siquiera hay una relación…

Xavier quedó en el sitio impresionado por sus palabras, pretendió también desquitarse por su mismo fracaso, todo el día estuvo sin verla y no la pasó bien con eso. Deseaba que ella necesitase de él, así como él de ella. Quería que lo llamara, que estuviese loca por tenerlo, por verlo. «¿Por qué ella no tenía eso en su mente y él sí?» Todo el maldito día estuvo frustrado queriendo estar a su lado, ambicionando entender por qué no le escribía, pero pensó en darle su espacio. Entonces cuando fue a su casa cuando no pudo más en su desespero para estar al tanto de ella, y se encontró con que ese chico la abrazaba.

Su ira aumentó en desmedida.

Ahora que le estaba diciendo toda la información de su padre solo quiso golpearse por no dejarse llevar por sus deseos desde la mañana e ir con ella a apoyarla. Ana tenía una coraza. Ella pretendía hacerle creer que la muerte de su padre no le afectaba y que nada estaba pasando ahora.

Pero ella no era un robot, aunque intentara decírselo a sí misma, y gritárselo al mundo, algo de esto la afectaba ahora mismo.

Soltó el aire decidiendo ser conforme, porque minutos atrás lo que más deseaba era castigarla con rudeza por su falta de interés.

—Ven aquí —le ordenó inclinándose hacia ella y tomando su muñeca para halarla hacia su cuerpo—. Lo siento mucho…

—No sientas nada —se resistió ella con las mejillas rojas—. No tienes por qué hacer esto. Puedes irte y buscarme cuando quieras sexo. Solo estamos para eso.

—¡Cállate, Anaelise! —la zarandeó—. No me iré, no deseo irme de tu lado. Quise estar contigo durante todo el puto día, ¿Por qué demonios no me llamaste? ¡Me hubiese importado un carajo estar en el hospital! Hubiese estado contigo de cualquier forma.

Ella negó varias veces mientras sus labios vibraban. Xavier tenía sus brazos enrollados en ella, y no aguantaría por mucho tiempo toda la coacción que la estaba matando.

—No quieres hacer nada de esto, no es tu obligación… déjame.

—No lo haré —respondió Cox para luego tomarle la boca, acercar su mano a su cabeza y estrellarla con él mismo para besarla.

Invadió su boca mientras una calma se iba al abismo y una descarga a la vez recorría su cuerpo. Sintió que todo aquello que le reclamó todo el día estaba cediendo como una droga y no supo describir lo que lo irrumpía.

Solo que en el momento en que tomó aire para respirar y separó un poco la boca de la de Ana, ella soltó un sollozo.

—Lo odio tanto… aun muerto lo sigo odiando… ¡Lo odio! —los sollozos de Ana se intensificaron, él tomó su cuello para acercarla, y la rodeó con sus brazos sin decir una sola palabra.

—Se pudrirá en el infierno —expuso Xavier cerca de su oído mientras Ana temblaba en llanto en su cuello.

—Eso… no quitará mi daño… no lo quitará.

La garganta de Cox se apretó muy fuerte mientras soltó el aire colocando un beso en su cabello. Después de un rato de que ella llorara en su hombro, lentamente fue apartando su pecho y ella se limpió el rostro.

Su nariz y labios estaban rojos he hinchados y eso sin mencionar la irritación de sus ojos.

Pero se veía tan bonita he inocente.

Xavier apretó la mandíbula y pasó sus dedos por las mejillas de Ana, mientras que ella agarró sus manos cerca de su cara apretándolas.

—Quería llamarte, aunque considero a Andrew un buen amigo, no hubiese preferido a alguien más.

Y eso fue todo lo que él quiso escuchar.

Levantó a Ana del suelo y colocó sus piernas en su cintura sentándola en el muro que tenía frente a él. No le hizo más preguntas ni tampoco le pidió permiso, ni tampoco le preguntó si se sentía en condiciones para tener sexo en ese momento.

Comenzó a besar su cuello con urgencia a la vez que le sacaba la blusa de sus brazos.

—Xavier —señaló ella bajo, pero no estaba frenándolo—. Yo he estado todo el día fuera, quisiera darme un baño.

—Lo haremos… pero en este mismo momento, te haré el amor Anaelise.

«¿El amor?», Las palabras resonaron en su cabeza, ella sabía que las dos palabras significaban lo mismo para él. «Sexo, sexo y sexo». No había nada romántico, el romanticismo solo existía en su cabeza y en las ganas y la sed que ella misma anhelaba de ser amada, de ser correspondida.

No detuvo las manos de Xavier, él quitó su ropa en menos de un minuto y fue rápido hundiéndose en ella mientras le arrancaba los gemidos. El hombre era una obra de arte en lo que hacía. Sabía dónde tocarla, donde besarla y en qué momento lo hacía.

Y lo que más la mataba es cuando la embestía, le tomaba la cara y la miraba como si aparte de meterse en ella físicamente, lo hiciera en su misma alma.

El acto fue sublime, necesitado y lleno de ansiedad por el otro. Anaelise olvidó todo, incluso cómo se llamaba y que realmente existía en este mundo. Gritó su nombre en repetidas ocasiones y él respondía comiendo sus labios en forma desesperada, hasta que sintió un fuerte orgasmo que le arrancó los suspiros, para luego darse cuenta de que Xavier convulsionaba dentro de ella.

Se abrazó a su espalda a la vez que las piernas le temblaban. Él devolvió su agarré sin despegarse de ella en un solo instante mientras esparcía besos por sus hombros.

Ana sintió una liviandad impresionante en su cuerpo y reprimió sus ojos. Entonces pasaron largos minutos así.

—¿Tienes hambre? —dijo sorprendiéndolo, y él se despegó para ver su rostro mientras Ana le sonreía.

Cuando recogieron los platos se dieron una ducha donde volvieron a hacer el amor para tirarse luego en la cama de Anaelise.

Ni en todos sus sueños imaginó que podría tener a Xavier en su cama, ni mucho menos en bóxer recorriendo su habitación.

Xavier tomó un retrato que Ana tenía en su peinadora y lo acercó para detallarlo con cuidado.

Una mujer, de tés blanca y cabello castaño muy parecida a Ana, cargaba a una bebé de más o menos un año en sus brazos, mientras sonreía a alguien que quizás tomó la foto.

—¿Es tu madre?

Ella subió sus rodillas a su pecho, sentada en su cama y asintió una vez que Cox giró para observarla.

—Sí.

Volvió a colocar el retrato y se unió a la cama.

Hizo que recostara su cuerpo nuevamente en él y luego acarició su cabeza lentamente.

—¿Por qué Andrew te estaba abrazando? —Ana lo escuchó preguntar mientras su palma reposaba en el abdomen de Xavier.

—Quizás pensó que con ello me confortaría. Andrew desconoce mi pasado. Estaba aterrado viendo que la muerte de Edward me dio igual.

—No te dio igual, Anaelise, a pesar de que era un maldito, por naturaleza propia era tu padre. Lo odias lo sé, pero sé que ahora te sientes más sola que nunca, aun cuando estés mejor sin él.

Todo lo que dijo era una gran verdad para ella. «Era la realidad de su miserable verdad».

—Bueno… ahora te tengo a ti —no supo cómo esas palabras salieron de su boca, sintió como Cox se tensó en seguida, pero eso no le hizo frenarse.

Él le había dado esa confianza de cierto modo, proporcionándole un punto más a su situación llamándole ahora: “Relación”.

—Pero ¿Qué hay de ti? —cambió de tema—. ¿Tienes a alguien más? Me refiero después de tu madre y hermana…

Un silencio incómodo se gestó por largos segundos. El corazón de Ana latía muy fuerte, así que se aferró al cuerpo de Cox como nunca, esperando una respuesta que no fuese dolorosa para ella. Una que no comprobara lo que descubrió en esa gaveta que nunca debió abrir.

Pero cada vez que recordaba dicho suceso, la cabeza le dolía y el corazón le subía a la garganta. Necesitaba respuestas, y las quería con urgencia.

—Hubo alguien… —dijo Xavier como si estuviera hablando con él mismo—. Pero esa persona hizo que yo muriera, Anaelise, hizo que conociera el infierno y que permaneciera allí cada día.

Ana se despegó de él agitada mientras posó sus ojos en esa mirada que no solo estaba perdida, sino que gritaban amargura y mucho dolor, entonces ella solo tuvo un pensamiento, uno en el que no descansaría desde ahora, hasta saber su verdad.

«Averiguaría que pasó en la vida de Xavier. Y lo haría cuanto antes».

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