—Ella se llama, Dayane… —dijo Xavier mientras su garganta se movió varias veces, aun con la mirada hacia arriba, a la vez que Ana se quedó helada.
«No era posible, él estaba hablando de ella», pensó Anaelise sin saber qué iba a hacer, ni qué decir.
—Era mi esposa… —volvió a decir para luego abrir sus manos donde Ana vio dos anillos reposando en su palma. Los mismos que ella descubrió aquel día.
—Xavier —Ana necesitaba de forma urgente decirle que no era necesario, además que ella sabía parte de la historia, sentía que en algún punto estaba traicionando su confianza.
Xavier bajó la mirada detallando los anillos.
—Ni siquiera sé por qué los tengo aún… realmente no quiero verlos en mi vida —levantó su vista y luego los puso en la cómoda para mirar directamente a Ana—. Confié en esa mujer ciegamente, Anaelise, confié como nadie debe hacerlo en su vida.
—Por favor, no hagas esto —pidió ella mientras se colgó de él y lo abrazó—. No tienes que explicarme nada, no tengo por qué exigirte…
—Déjame… necesito hacerlo, porque creo que eres la única persona con quien quiero compartirlo.
Ana se sintió abrumada, y culpable. Pero de alguna forma también se sintió correspondida. Él nunca se enteraría de que Oliver le habló de esto, eso sería traicionar la confianza de ambos y enemistarlos. También sabía que escucharía cosas que simplemente Oliver nunca podría saber. Así que asintió hacia él con el cuerpo tembloroso tomando sus manos y entrelazando sus dedos con los suyos.
—Conocí a Dayane en la universidad —comenzó Cox con la mirada perdida—. Era una chica difícil, rebelde, y estaba atrasada en sus estudios por problemas familiares. Me llevaba 5 años en diferencia de edad, pero, había algo en ella que me llamaba la atención, eso se resumía en una sola palabra. Problemas. Ella estaba llena de ellos.
Una punzada se incrustó en el pecho de Ana, parecía como si él hablara de ella a la vez y sintió una sensación horrible. Asintió para él, pero sabía que esto iba a ser peor de lo que imaginaba.
—No pasó una semana después de que cruzamos palabra cuando ya estábamos en la cama, no hubo un cortejo, ni siquiera alguna palabra que fuera especial, Dayane siempre fue así con todo. Nuestra relación era un poco difícil, llena de inciertos, peleas y muchos celos por parte de ella que dejé pasar sin prestar atención. Mis padres estaban muy renuentes a esa relación, de hecho, estaban decepcionados de mi elección respecto a Dayane, pero no hice caso a ninguna de sus objeciones…
—Estabas muy enamorado, quizás… —agregó Ana para drenar la ansiedad en su cuerpo.
Xavier sonrió un poco triste y luego pasó un trago forzado.
—Nuestros sentimientos siempre estuvieron enfermos, Ana, y cuando hay heridas, y oscuridad en una relación, siempre se termina lastimando.
Ella abrió los ojos sin tener una palabra para eso. No sabía por qué cada palabra que estaba gesticulando Xavier, la estaba tomando para ella misma, aunque estaba usando el nombre de su ex esposa, ella sentía cada frase dentro de su piel. Y le dolía mucho.
—A pesar de que compré todo para que ella se cuidara y estuve al pendiente y ella era una ginecóloga, un día me dijo que estaba embarazada, y yo sentí que el mundo se desmoronó en mis pies, aunque eso suene terrible de escuchar.
—Entiendo perfectamente a que te refieres…
Xavier solo la miró mientras continuó.
—Estábamos terminando la especialización y decidí compartir los últimos instantes con mi familia en silencio, para luego contactarme con alguien para poder hacer las residencias aquí en Durango, sin que nadie supiera por qué me venía con ella de esa forma. Mis padres no estarían contentos con la noticia, pero sería imposible mantenerlos a todos felices, y me preocupaba un poco el embarazo de Dayane.
—Todo estaba allí, Ana, en mis narices —Xavier se rio de sí mismo y luego suspiró—. Ella me dijo muchas veces: “Están montando un complot en mi contra, hay gente que intenta envenenarme y a mis pequeñas…” “Creo que partes de mi cuerpo se desvanecen, o cambian de forma, no me funciona el intestino desde hace meses…” “Me estás engañando, hueles a perfume de mujer.” “Hay alguien que me habla y se dedica a comentar todo lo que hago, a veces me da incluso órdenes de lo que debo hacer, me roba lo que pienso y me siento como una marioneta que no controla lo que hace…”. Ella dejó de bañarse, de cocinar, todo el tiempo estaba pendiente de estas cosas que la atormentaban y me preocupé muchísimo prometiéndole que haría algo por ella… aunque ella no quería que nadie se enterara de su condición.
El silencio prosiguió, y Ana solo escuchó como Xavier contrajo su rostro para oprimir sus ojos cuando no aguantó. Un bufido se escuchó y Ana se lanzó a su cuerpo para envolverlo en sus brazos.
—Tenía la medicación, y confié en una persona enferma, Anaelise, ¿sabes lo estúpido que es eso?, confié en lo que ella me decía cuando lloraba, confié en sus palabras de súplica para que no la internara, me pidió de rodillas que estaría bien, que se sentía mejor, que no quería separarse de las niñas, y ahora estaba Clara con nosotros casi todo el tiempo ayudándonos. ¿Qué podía resultar mal? Me dije, pero todo se salió de control de un día a otro…
Ana apretó sus hombros, porque sabía que lo peor estaba por venir. Pero en un instante él la apartó mientras ella vio los ojos de Xavier inyectados en sangre.
—Me desahogué con Oliver, llamé al hospital, y asigné la cita para su reclusión… me sentí como un maldito cuando hice eso a sus espaldas, e iba a ir allí, a nuestra cama a abrazarla para llorar en silencio por ella… sin embargo —la boca de Xavier se abrió mientras un sonido gutural salió de él, y Ana no pudo sino llorar en silencio por su sufrimiento—. Mis niñas estaban estáticas mientras Dayane tenía una almohada encima de ambas…
—Xavier… —Ana se estremeció nuevamente.
—No supe cómo, pero me vi apretando el pecho de mis hijas que ni siquiera habían cumplido los dos años, soplé sus bocas desesperado, las reanimé, fui de una a otra, pero ellas no reaccionaron, no lo hicieron… retrocedí dos pasos de sus distancias y escuché como esa… mujer, dijo: “Lloraban mucho, que bueno que se callaron…”
Ana tapó su boca mientras negó.
—No lo dudé, Ana, di pasos largos hacia ella, y apreté su cuello tanto como pude mientras ella comenzó a patalear queriendo librarse de mi agarre, por un momento volvió en sí, lo vi en sus ojos, a ser Dayane, mientras me suplicaba que parara con los ojos desorbitados; pero estaba decidido a matarla… —Ana se estremeció entera—. No sé en qué momento sentí gritos detrás de mí, jalonazos insistentes, y por un momento vi a Clara en cámara lenta. Entonces Dayane perdió la conciencia en mis manos. Ella no perdió la vida por la pronta ayuda de Clara, pero estoy seguro de que en mi mente y en mi alma, yo asesiné a mi esposa ese día, Anaelise, la maté con todo mi odio y mi dolor… porque ella había asesinado a mis hijas, y con eso, a mí también…
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