Él se fue, se había ido del recinto sin decirle una palabra, mientras su estabilidad se iba haciendo añicos cada vez. Se sentó en la silla de nuevo mientras sus ojos se nublaron y pasó un trago amargo que presionó su pecho.
Andrew apretó nuevamente su mano en silencio por largos segundos, para luego ver que volvía a salir gente de allí adentro. No se levantó, pero supo que el Sheriff estaba dando unas indicaciones y luego salieron dos policías, con su tío Ned esposado.
Robert la observó asintiendo y luego les dijo a los policías que continuaran. Y como si el tiempo se hubiese estancado, ella vio como de forma lenta pasaba Ned por su lado y le enviaba una sonrisa deteniéndose frente a ella, y así reteniendo a los policías que lo llevaban.
—Que tengas una buena vida, sobrina… —fueron sus palabras mientras un oficial lo empujó.
—¡Camina!
Sin embargo, algo dentro de Ana se disparó, un impulso acompañado entre euforia y valentía, atrapó el brazo del oficial y luego se detuvo frente a su tío levantando la cabeza firmemente.
—Lo haré —respondió firme—. Tendré una buena vida, tío, mientras tu culo se pudrirá en esa celda, y espero que tengas buena compañía sabiendo que tu esposa también gozará en otra, y tus hijos negaran tu existencia, avergonzados de tener un padre como tú…
La sonrisa de Ned Overent se borró, y por un momento forcejeó con los policías como si quisiera golpearla. Ana no dio un paso hacia atrás, y solo vio como su tío estaba siendo metido en un carro de la comisaria mientras su cuerpo experimentaba una sensación apabullante.
Se estaba acabando todo, estaba llegando a su fin todo lo que puso en desgracia su vida pasada, y por un momento se preguntó; «¿Con qué agallas podía un familiar atentar contra una niña? Una niña de su propia sangre… ¿Qué se debía tener en el corazón, para transformar un amor filial en una aberración que no se le podía ni siquiera llamar sentimiento?».
Ned Overent, era la materialización de todos sus miedos, de toda su oscuridad, de su baja autoestima; una persona que dañó su niñez y su inocencia, incluso marcó su futuro.
Vio como ese auto se iba y como Robert se despedía prometiéndole con la mirada que todo acabó, dejando concluido en solo unos minutos lo que le llevó años superar, y que aun, no sabía si lo había logrado completamente.
Una lágrima salió de sus ojos mientras miró como el cielo se oscurecía, y suplicó en silencio que alguien en el mundo pudiera ir en ayuda de aquellas personas que, pasaron, o estaban pasando lo mismo que ella.
Su parte rota estaba pasando la página, ahora debía girar, caminar y ver que hacía con los pedazos que le quedaban…
***
Ana estaba sentada en el balcón de su apartamento dejando que los rayos de sol penetraran su piel pálida, hacía frío, y aunque estuvo en la cama durante casi toda la mañana, no pudo calentarse de ninguna forma.
Su cuerpo estaba helado y entumecido. Tenía unas medias y un pantalón largo de pijama, mientras abrazaba sus piernas y miraba a un punto perdido. La verdad no observaba nada en particular, ella solo estaba sumida en sus pensamientos y lo suficientemente triste como para no levantarse de ese lugar.
Este era el quinto día después de los sucesos en la universidad. Era el quinto día en que había dejado de ver a Xavier y no encontraba una respuesta en ninguna parte. Lo llamó más de mil veces a su celular, estuvo preguntando a todos lo que pudo por él, incluso fue hasta su casa, pero fue todo en vano.
Parecía que se lo hubiese tragado la tierra.
Recordó su última mirada y luego reprimió sus ojos lentamente para soltar un suspiro en su boca.
No entendía qué estaba pasado, pero temía lo peor de este asunto porque a pesar de que su tío estaba tras las rejas y ahora su tía Lía estaba siendo enjuiciada, el hueco dentro de su pecho era aún más profundo que antes.
«¿Dónde estaba Xavier? ¿Por qué no hablaba con ella? ¿Por qué había desaparecido de esa manera?», fueron sus pensamientos cada cierto tiempo.
Sabía que él estaba bien de alguna forma, porque la primera persona a quien recurrió fue a Oliver, pero solo obtuvo un silencio de su parte, para luego hacerle comprender que Cox, necesitaba unos días de tiempo a solas.
No entendía a que se refería con ello, no sabía qué pensar, y mucho menos qué hacer…
Y no era que estaba quejándose de la vida, de hecho, el problema de su casa se estaba resolviendo y sabía que en unas cuantas semanas después de que se vendiera la propiedad, ella tendría un dinero que le aseguraría parte de su estabilidad.
Ayer trabajó hasta que su cuerpo no pudo del cansancio y no fue ni un solo día a la universidad porque tenía mucha vergüenza. Y además tampoco sabía qué hacer con ese asunto, ella esperaba por todos los medios hablar con Xavier para saber si seguiría su carrera.
Andrew la llamó todo el tiempo y cada día, se quedaron horas charlando, y le contaba los avances de la situación sin mencionar mucho lo de su tío, como también le aseguró que iría esta nueva semana que comenzara a la universidad, y se colocaría al día con todo.
Pero no estaba segura de que esto sería así. Ni siquiera sabía qué hacer en los próximos minutos, porque la zozobra de su corazón era apremiante.
Si tan solo supiera dónde estaba Xavier, y por qué había desaparecido de esa forma, entonces ella pudiera estar más tranquila. Porque hubiese preferido que la mandara a la mierda que estar en este silencio tormentoso.
Revisó la hora del reloj y vio que ya era medio día. Volvió a tomar su móvil e hizo las llamadas hacia el número de Cox nuevamente, como todos los días, y con cada intento su corazón se desmoronaba.
Era domingo y no había mucho por hacer, así que no le quedó de otra que marcar al único número que siempre estaba para ella, porque si se quedaba aquí un minuto más, supo que no lo iba a soportar. No podía con esta preocupación que se la estaba comiendo viva.
—Hey, Ana… —escuchó a Andrew al otro lado respondiendo al teléfono.
—Andrew, ¿cómo estás? —preguntó de forma casual.
—Todo bien aquí, y muy preocupado por ti, lo sabes, no me dejas verte, no has ido a la universidad… si es por lo que dicen, Ana, nadie habla de eso, entiendo que…
—¿Lo has visto? —ella lo interrumpió mientras escuchó como su amigo soltó un bufido.
—No, no hay alguna noticia nueva, no sé nada de Cox…
—¿Alguien dice algo de él en la universidad? —todos los días hacia las mismas preguntas, pero nunca era suficiente para Anaelise.
—No hay ninguna novedad, Ana, el viernes como te lo dije ayer, hubo un suplente en su clase. Pero no nos dio ninguna información sobre él.
Ana sintió que la garganta se le apretó.
—Andrew, necesito salir de aquí, podemos ir algún lado a… caminar, no lo sé…
—Por supuesto. ¿Dónde puedo buscarte? —preguntó agitado esperando una respuesta.
Ana limpió una lágrima en su mejilla y luego giró hacia su alrededor. Este era su espacio con Xavier, y no podía decirle a Andrew que la buscara aquí.
—Nos podemos conseguir en la avenida Maint, allí hay un lugar nuevo de comida rápida y…
—Ana, ¿estás bien? —después del silencio que se hizo, Andrew preguntó, pero Anaelise estaba tratando de quitar la presión de su garganta.
—Nos vemos allí en unos 20 minutos, no tardes, por favor.
—Gracias, Andrew, quizás las cosas no hayan sido muy graves…
Esta vez, Andrew no estuvo de acuerdo con ella.
—Ana… yo solo quiero que estés bien, mi consejo es que replantees tu vida de ahora en adelante… tu futuro es primero, y entiendo que… tienes una relación bastante complicada con ese tipo, pero… ¿Acaso ha aparecido en estos 5 días en que estás literalmente padeciendo?
Su ser se estremeció tanto que no pudo ocultar como sus labios temblaron.
—No entiendes, Andrew…
—¿Qué hay que entender, Anaelise? Somos adultos, quizás, él solo quería… —su amigo hizo silencio porque no quería herirla, pero quería hacerle entender la verdad de su pensamiento—. Ana, Cox no es un tipo de una relación, y todo el mundo sabe eso… no sé… no sé cuál sea su problema, pero no puedes dejarte envolver por su jodida vida.
Ana soltó un sonido de queja y sarcasmo.
—Andrew, ya estoy dentro de su mundo desde hace mucho tiempo, no puedes entenderlo porque no lo conoces, él no es lo que parece, si hay alguien aquí quien me ha ayudado todo este tiempo, ha sido Xavier.
Su amigo se irritó más.
—Anaelise, ¡por favor!, ¡vamos!, eres una chica lista.
Sin embargo, Ana no pudo más con la conversación.
—¡Andrew, ya basta…! —dijo levantándose del puesto—. Vine aquí porque pensé que encontraría a mi amigo de siempre. No para hablar de lo que no sabes, no sabes nada de él.
Ella estuvo a punto de irse, pero Andrew se apresuró en tomarle el brazo.
—Ana, por favor, quédate a comer, discúlpame si he sido fastidioso. Lo que menos quiero es verte mal… solo no quiero… verte en más problemas, yo, solo quiero tu bienestar…
Ella vio como la mano de Andrew sostenía su muñeca y la miraba de forma suplicante. Dio algunos pasos hacia la mesa y luego se sentó soltando el aliento que era muy denso en su pecho, sin poder retenerlos más dejó que las cosas fluyeran, porque, aunque odiaba aceptarlo, su amigo estaba aquí, seguía aquí con ella, a pesar de saber lo poco de su vida.
Lo miró firme mientras su mente maquinaba todo, allí donde buscaba encontrar cualquier explicación para sentirse tan desolada y abandonada por Xavier.
¿Por qué estaba haciendo esto? En muchos momentos ella pudo ver pequeñas indicaciones que él sentía algo por ella. Nunca le dijo que la quería, estaba muy clara, pero, no todo el que decía amar, lo hacía, las palabras para ella perdieron el significado y el sentido desde hace mucho.
Así que, las acciones eran más importantes, y en este tiempo, Xavier se lo confirmó.
Decidió dejar sus pensamientos y hacer el esfuerzo de comer del plato que estaban colocando en su mesa; ya tenía días sin probar algo decente, y su cuerpo estaba entrando en una debilidad apremiante, sumado a su estado anímico. Y se había prometido a sí misma no recaer jamás en otra depresión.
Andrew trató de cambiar la conversación, y le asomó la idea de ir a caminar a un parque cercano para pasar el resto de tarde.
Y por supuesto debía a aceptar a eso, si no quería ir a su cama a seguir llorando como el resto de días anteriores…
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