Como siempre fue entre ellos, el ambiente cambió a uno cálido y espeso. Ana retrocedió varios pasos no pudiendo creer que ahora mismo él estaba frente a ella. Colocó la palma en la mesa para nivelar más el equilibrio de su cuerpo, pero a la vez se irguió lo suficiente, como si eso fuese a salvarla de este momento.
Vio como Cox se levantó lento de esa silla, y caminó como si estuviese torturándola a propósito, sin embargo, él no se detuvo en ningún momento e hizo que ella se echara hacia atrás y recostara todo su cuerpo a la mesa.
Cuando Ana supo que él no frenaría en su distancia ella puso su mano frente a su pecho para detenerlo.
Y esto le costó demasiado.
Xavier bajó su mirada a la palma que los separaba de su distancia y luego posicionó sus dedos entrelazados en la palma de Ana juntándola a su pecho.
«Necesito irme de aquí», pensó Ana mientras sus labios se abrieron entre tanto alzó su rostro para ver que Xavier la miraba con aprensión.
Su respiración chocó con su rostro, y ella no pude evitar reprimir sus ojos por un instante. Todo lo que estaba sintiendo la estaba matando.
—Ni siquiera puedo creer que estés frente a mí —fueron las primeras palabras de Cox, y Ana no pudo creer lo que él decía.
Sus ojos se abrieron entre la impresión y un poco de enojo dentro de su cuerpo. Muchas emociones estaban jugándole una mala pasada, y eso aunado al toque de él estremeciéndola y haciendo añicos todos sus sentidos.
Nada había cambiado, todo seguía igual o más intenso que antes, él tenía el poder de joderse en ella en cuestión de segundos.
Ana tomó toda la fuerza que encontró dentro de ella, y retiró su mano, perdiendo el contacto de su agarre.
—Sí, estoy aquí, sin embargo, no te preocupes mucho, porque ahora mismo debo irme… —respondió Ana con irritación en su voz apartándose de él al instante.
No pudo dar ni un paso cuando los dedos de Xavier atraparon su brazo y la posicionaron nuevamente frente a él. Pero esta vez, sus manos estaban sobre ella y tenía una mirada desafiante.
—No te irás… —pronunció lento mientras observó su boca.
—¿Qué? —preguntó Anaelise con fastidio.
—Dije, que no…
—¡Sé lo que dijiste! —esta vez ella habló fuerte interrumpiéndolo, volviendo a zafarse de su agarre—. Pero yo decido que me voy, no tienes que darme permiso para hacerlo así que, ya nos…
—Cox —la voz de Kanye llegó a ellos haciéndolos girar de golpe—. Disculpen, necesito esa tabla, lo siento mucho.
El hombre llegó hasta la mesa alcanzando la tableta con las listas, mirando apenado a Xavier, mientras este soltó el aire.
Ana observó a su profesor furiosa, entendiendo que él era parte de este plan, pero Kanye parecía no prestar atención a sus miradas acusatorias.
—No se preocupe, profesor, me iré con usted, ya que no había algún problema, ¿no es así? —insistió Ana.
Kanye miró a Cox como buscando ayuda, entonces, Xavier tomó el brazo de Ana.
—No le hagas caso, ella está enojada, pero puedes quedarte aquí… iré al salón de al lado… —explicó Cox hacia Kanye, sin tener ningún permiso de parte de Ana y como si nada estuviese pasando aquí.
—¿Qué? ¿Estás loco? —preguntó alterada y con la cara roja.
Kanye dudó un poco por la situación, pero Cox no le dio mucho tiempo y comenzó a arrastrarla para llevársela a la otra oficina.
—¡Kanye! —gritó Ana—. ¡Eres un idiota!
La visión sobre el hombre desapareció cuando por fin Cox la llevó al salón de al lado, con sus dedos apretando su brazo. Cuando entraron en el lugar, se dio cuenta de que era un espacio pequeño, entonces Xavier la soltó con delicadeza y la observó como si tuviese miedo de hablar.
—¿Qué es esto? —ella apretó las palabras tratando de ser pasiva, intentando lidiar con todo lo que apretaba su pecho agitado.
—Necesito un momento, a solas… —respondió Xavier acercándose.
—Está bien —dijo ella enseguida—. Pero no te acerques más…
Los pies de Cox se detuvieron e hizo un gesto como si las palabras dichas por Ana le hubiesen afectado.
Estuvieron en silencio por largos segundos.
—Anaelise… —dijo recorriéndola con la mirada de pies a cabeza y luego posicionó sus ojos en su boca—. Has cambiado…
Ella asomó una sonrisa cínica.
—Sí, y eso es porque han pasado 2 años, la gente suele… cambiar…
Cox le devolvió una sonrisa que la irritó mucho más.
Cox se separó de ella al instante mientras su mirada se volvía intensa y frustrada, estaba seguro de que estaba mintiendo, pero no podía presionarla más de lo que debía.
—Bien, entonces puedes irte —sus pablaras solo hicieron que Ana quedara más perpleja, vio que ella asintió con un sinsabor que él mismo estaba sintiendo y comenzó a caminar rumbo a la puerta—. Por cierto, Anaelise —la llamó de nuevo y ella frunció el ceño regresando el cuerpo para saber qué iba a decir.
—¿Qué pasa? —preguntó interesada, pero Cox era un hombre de armas tomar.
En dos pasos llegó hacia ella, la arrinconó hacia la puerta antes de que ella pudiera abrir y pasó su mano restregándola por el cuello y llevándola hacia su clavícula. Ambos reaccionaron de la forma más básica hacia ese toque, sus gemidos se escucharon rudamente por toda la oficina, haciendo eco en sus propios oídos.
—¿Ves, Anaelise?, he aquí, está todo de nuevo…
No pudo tener una reacción a sus palabras, ni a su movimiento. Xavier le abrió la boca con los dedos, tocándole la lengua y luego acercó la boca para besarla, ni siquiera demoró un segundo para meter la lengua en su boca y comenzar a succionar sus labios de forma urgida.
Las respiraciones de ambos se golpeaban dentro de sus bocas, y a la vez Cox atrapaba su cuerpo con las manos, juntándolo cada vez más a sí mismo. La forma en que sus cuerpos quedaron unidos hizo que la forma más primitiva de Xavier estallara dentro de él. Cada vez que sus lenguas se tocaban, un suplicio se esparcía en su cuerpo.
Aquí estaba de nuevo, el tiempo no había pasado para él. Estaban allí las mismas emociones y sensaciones, aquella locura desquiciada que le hacía perder el norte y la conciencia. Él deseaba que ella fuera suya en este instante, porque si era sincero con él mismo, estaba insatisfecho hasta la mierda.
Despegó sus manos del cuerpo de Ana y las llevó a su rostro, apretó sus mejillas y luego mordió su labio hasta que Ana gimió un poco por el dolor.
Ella lo observó un poco furiosa y excitada al mismo tiempo. Cox vio su labio inferior muy rojo y en un borde un poco rasgado por sus dientes, entonces llevó sus dedos a ese labio para limpiarlo.
—Lo siento —dijo sin un ápice de culpa y luego chupó su dedo—. Es exquisito, digno de pertenecer a ti, Anaelise.
Le dio una última mirada, y luego se retiró de su cuerpo, aunque el suyo propio gritó de exasperación por el alejamiento de su toque.
—Entonces, ¿somos felices en nuestras relaciones, ¿no? ¡Uhum! —se rio cínicamente negando y luego salió de esa oficina, dejando a Ana perpleja y vuelta mierda mientras recuperaba el aliento…
«¡Era un maldito!», se dijo en su mente mientras los ojos se le llenaron de lágrimas. Estas lágrimas no eran de tristeza, esto era más bien un desborde en sus emociones, sumado a esa sensación incontenible de euforia que corría por sus venas.
«¿Cómo era posible todo esto después de tanto tiempo?», su boca incluso era más exquisita que nunca, ella pudo haber tenido sexo con él allí mismo si se hubiese dado el caso.
—¡Eres tan tonta, Ana!, ¡eres demasiado tonta! —dijo reclamándose mientas comenzó a caminar para salir de ese lugar, tenía pánico que ese hombre se devolviera y pasara quien sabe qué.
Salió por los pasillos y no vio ni un alma por ninguna parte, mojó sus labios cuando sintió ardor en su boca, y supo que fue producto de la mordida que Xavier había dejado en ella.
¡Idiota!
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