Entre Mafias romance Capítulo 48

Marcus

Han pasado varios días y no hemos vuelto a coincidir. A la entrada y salida de su casa cuando va a trabajar o cuando llega del trabajo, intercambiamos un  par de palabras y corre a meterse en casa. Intenta evitarme a toda costa y eso me desespera.

Nuestra brecha es demasiado grande y tengo que andarme con pies de plomo si no quiero volver a alejarla.

Me asomo al balcón de mi habitación como he hecho más de mil veces. Estoy convirtiéndome en todo un acosador, solo me faltan los prismáticos.

Mía está sentada en la tumbona con un libro entre las manos. Pasa mucho tiempo en el jardín aunque hace frío.

El desgraciado de su novio sale con un vaso entre las manos. Se acerca a ella y se lo tiende, después abre la otra mano y le da algo. Parecen pastillas. Mía se las toma de una en una y después de intercambiar varias palabras vuelve a quedarse sola. ¿Estará enferma? ¿Qué cojones le pasa para tener que tomar medicación? Podría llamar a un colega... Él se enteraría en media hora.

Entro de nuevo en mi habitación. No voy a volver a los antiguos hábitos. Entro en la cocina, cojo el salero y tiro toda la sal a la basura. Con el bote vacío entre las manos  salgo y voy directo a la puerta de mis vecinos.

Toco al timbre y espero pacientemente a que me abran.

- Vooooy - Dice el cabronazo que vive con  Mía.

Espero a que llegue. Al abrir la puerta se queda helado un  par de segundos. Eso me dice que sabe quién soy. Un punto a mi favor, así tampoco tengo que hacer el papel de desconocido. Puedo enseñarle abiertamente cuanto le odio.

- Me he quedado sin sal - Levanto el bote para que vea que está vacío - Venía por si podíais darme un poco.

Tom se aparta para dejarme pasar.

- Claro, pasa por favor.

Camino por el pasillo hasta la cocina. Los fogones están encendidos y hay una copa de vino sobre la encimera. El imbécil este sabe cocinar porque huele de maravilla. Otro maldito punto a su favor. Joder, siento que todo se está complicando por momentos.

- Que bien huele - Admito acercándome a las sartenes.

- Gracias - Levanta una de las tapas y me enseña un arroz de color negro - es arroz con calamares.

- Menuda pinta tiene.

- Si quieres quedarte a cenar - Suelta como si nada - Hay de sobra.

Este tío se cree que soy como los demás. Que vas a lanzar una invitación al aire, y que por educación voy a declinarla. Está equivocado, voy a ir a por todas.

- Me encantaría probar tu plato, así puedes pasarme la receta.

En ese momento entra Mía dejando el libro sobre la encimera. Se quita la manta de los hombros y la dobla con cuidado, aun  no me ha visto, sé que no le va a hacer mucha gracia verme, pero es lo que hay.

- Mía cariño, nuestro vecino ha venido a por sal y le he invitado a cenar - Dice Tom acercándose a ella.

¿Por qué tiene que poner sus asquerosas manos sobre el cuerpo de mi mujer? Cada vez pienso que es mejor idea deshacerme de él. Un tiro limpio y jamás nadie va a volver a verlo, da igual cuanto lo busquen.

- ¿Qué haces aquí? - pregunta fruncido el ceño.

- Tu novio me ha invitado a cenar, no podía decir que no ¿quieres un poco de vino?

Me acerco a la botella que tiene Tom sobre la encimera y la levanto para servirle un poco a Mía.

- No bebo - Suelta tajante.

Mía lanza miradas envenenadas a su novio. No se si es consciente de que me estoy dando cuenta de todo. No quiere que esté aquí, no quiere verme. Pero alejarme otra vez no es una opción ¿Cómo cojones he podido cagarla tanto?

- Antes te gustaba tomarte una copa de vino.

Si su novio no sabía de mi existencia, ya lo sabe. Pero se mantiene al margen, viendo nuestra pelea silenciosa. Es una especie de guerra fría.

- Un año es mucho tiempo Marcus, la gente cambia.

Si hubiera cogido un puñal y me lo hubiera clavado en el corazón habría dolido menos. Dejo la botella sobre la encimera sin saber muy bien como reaccionar.

- Tienes razón - admito - tal vez deberíamos dejar la cena para otro día.

No espero a que conteste. Deshago los pasos y me voy. No se que cojones puedo hacer para acercarme a ella. Si realmente me ha olvidado y se ha enamorado de Tom... No quiero ni pensar en esa posibilidad, no existe ese camino en el que Mía se haya olvidado de mi.

Jamás pensé que algo así podría pasar. Tengo que pensar algo. Vamos Marcus, piensa joder.

Una idea me viene a la cabeza, tal vez pueda ser el principio de un acercamiento. Entro en casa y voy directo a por mi móvil. Busco el número de Mery y pulso la tecla verde. Espero hasta que descuelga impaciente por poner en marcha mi plan, a ver si este va mejor que el anterior. El salero me lo he dejado en casa de Mía y mi sal está en la basura. Soy todo un Lumbreras.

- Marcus, dime guapo - Contesta.

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