Mía
No entiendo porque me ha afectado tanto verlo en la terraza junto a Carmen, la intimidad con la que la ha tratado, comprobar que Marcus se siente lo suficientemente cómodo con ella como para llevarla a su casa ha sido un cubo de agua fría.
Sé que tiene derecho a rehacer su vida, a olvidarme, a enamorarse de otra mujer y seguir como si nada y eso es exactamente lo que merezco después de las decisiones tan malas que tomé, pero el dolor sigue en mi como el primer día. No consigo alejarme de él, no puedo. Querer arrancarlo de mi cerebro o de mi corazón es como querer arrancarme una parte de mi cuerpo. Imposible.
- ¿Estás mejor? - Pregunta Killian pasando un brazo por encima de mis hombros.
Ahora me siento avergonzada. Ellos siempre me han estado ayudando y yo sigo anclada en el mismo punto, siendo solo una carga.
- Lo siento, siento mucho ponerme así - Susurro intentando contener el nudo en la garganta - Pero lo voy a intentar, de verdad.
- Creo que debería hablar con él - Killian se levanta decidido.
No puedo permitir que le cuente todo lo que ha ocurrido este año. Le jodí la vida y ahora es feliz. Eso es lo único que importa
- ¡NO! Me lo prometiste - Me levanto para encarar a los dos hombres que me miran - los dos lo hicisteis. No podéis romper vuestra palabra
-Está bien, está bien - Killian resopla con poca paciencia - Pero así no puedes seguir.
Vuelvo a desinflarme como un globo cuando mi secreto vuelve a estar a salvo. Me levanto despacio, necesito estar sola y pensar. Este año he cambiado mucho, me cuesta estar en sitios cerrados, me siento agobiada, pero también me gustan los momentos a solas en los que solo me interrumpe el ruido de mis pensamientos. Leer un buen libro escuchando el mar de fondo, salir a hacer footing rodeada de árboles y animales, he aprendido a apreciar las pequeñas cosas, las que antes pasaban desapercibidas.
- Bueno... Ha sido un día muy largo, me voy a la cama.
Me alejo cabizbaja. El peso que llevo sobre los hombros cada vez pesa más, me oprime más, no se como voy a superarlo esta vez. Podría haber vivido alejada de Marcus, imaginar su vida y pensar en él, pero tenerlo de vecino, ver en primera persona su idílica vida con otra mujer... No se si voy a ser capaz.
Veo en el reloj como las horas pasan una tras otra, no me pierdo ninguna. Le doy vueltas y vueltas a la cabeza como en mi peor época, y eso me asusta más que todo lo que está ocurriendo, porque no ves venir que te has hundido, un día te levantas como cualquier otro día, y te das cuenta de que no puedes más, que el agua te llega al cuello. No puedo volver a sentirme así.
Me levanto sin hacer ruido y me pongo un chándal y las zapatillas de correr. Recojo el pelo en una coleta alta, después de dar varias vueltas por la habitación encuentro los auriculares. Me encanta correr escuchando música. Salgo de casa antes de que amanezca.
Comienzo con un ritmo estable, para calentar, no quiero lesionarme, poco a poco me voy sintiendo más cómoda. La canción " Highway to hell" Resuena en mis oídos.
Acelero un poco el ritmo, me gusta mantenerme en un nivel alto, casi no te deja pensar, solo puedes estar concentrada en el ritmo y la respiración, justo lo que necesito.
Cuando más concentrada estoy, una mano se cierra sobre mi hombro. Meto un grito y tiro del cable de los auriculares para quitármelos rápido.
- Soy yo, tranquila - Marcus lleva ropa de deporte y está casi tan sudado como yo.
Coloco las manos sobre las rodillas y me inclino un poco hacia delante.
- Joder, que susto me has dado - Digo con el corazón a mil.
- Perdona - se disculpa - ¿qué haces por aquí tan temprano?
Voy haciendo estiramientos para no enfriarme demasiado. Primero hago círculos con un tobillo, después con el otro, estiro las piernas...
- ¿Qué haces tú tan temprano? ¿Has dejado sola a tu novia para salir a correr?
No puedo evitarlo, me sale sin pensar. En realidad el único motivo por el que le saco el tema de la novia es para saber si pasaron las noche juntos.
Mi diablilla personal, esa que se encarga últimamente de amargarme la vida, se posa sobre mi hombro y me dice: se han pasado la noche teniendo sexo en casa de tu marido, te ha olvidado, asúmelo de una vez.
Marcus cambia la expresión después de mis palabras. Conozco al Marcus frío y despiadado, aunque debo admitir que no es mi favorito.
- Bueno, necesitaba destensar los músculos - Dice como si me contara un secreto muy divertido.
Se ha acostado con su novia, lo más natural del mundo, pero que a mí me sienta como si me clavaran mil alfileres.
Le contesto con una pequeña sonrisa, me coloco los auriculares en los oídos de nuevo y arranco a correr para alejarme de él lo antes posible. No quiero desmoronarme, ni quiero que él lo vea.
Cuando las piernas me duelen y los pulmones me arden, paro de correr, voy bajando el ritmo hasta que termino caminando. Pego la espalda en el tronco de un árbol y me voy dejando caer hasta que me siento sobre la húmeda hierba.
No, no quiero verlo tontear con Carmen o con cualquier otra mujer, pero después de todo lo que ha hecho por mi, no hay nada a lo que pueda negarme.
- Claro, no te preocupes.
Me monto en el coche con peor humor que hace un momento. Ya veo demasiado a Marcus, tal vez debería cambiar de casa, así dejaría de verlo tanto o por lo menos de verlo cariñoso con su pareja, lo único que me falta es escuchar los muelles de su cama crujir por las noches.
El día en la consulta pasa tranquilo, resfriados, gripes, alguna bronquitis y poco más. Todos muy simpáticos y cariñosos. Cada segundo que paso en este pueblo, más me encariño de su gente.
Cuando vives en una ciudad como Verona vas por la calle como si fueras un zombi. Nadie te mira, nadie te escucha, nadie te ve, pero en un pueblo pequeño todo el mundo nota los pequeños cambios. Incluso en una de las visitas de Mery se ha dado cuenta que estoy resfriada y ha ido a la farmacia a comprarme unas medicinas. Es como la madre que no tengo. Se me han saltado las lágrimas y la he abrazado. Últimamente soy muy dramática, lo se.
Cierro la puerta con llave al salir y voy al bar. Killian está sentado en la barra. No veo a Marcus por ningún lado.
- Ya estoy aquí, cuando quieras nos vamos - Es mi indirecta para pedir que nos vayamos ya.
En ese instante salen del pasillo que da al despacho Marcus y Carmen. Parecen enfadados o fríos, claramente algo les ha pasado. Ella camina por detrás de él con las cejas arrugadas. Llegan hasta nosotros.
- Nosotros nos vamos ya, Tom nos espera - Explica Killian.
El semblante de Marcus cambia en cuanto escucha el nombre. No se porque demonios tuve que inventarme que estábamos juntos. Aunque prefiero que piense que es mi pareja a admitir que es mi psiquiatra y que viene conmigo porque me volví loca cuando me dejó. No gracias.
- Claro, podríamos preparar una cena de parejas un día de estos - Suelta justo antes de colocar su mano sobre el culo de Carmen.
Se me revuelve el estómago, aunque no he podido probar bocado siento las náuseas apoderarse de mi tripa. Doy un paso hacia atrás si apartar la mirada de mi marido. Podría jurar que lo hace a conciencia para hacerme daño y si es así, está haciendo un estupendo trabajo.
Separo los labios para decir algo, pero tengo la mente colapsada por todo lo que está pasando últimamente. Killian y Marcus me miran sin comprender, supongo que vuelvo a hacer cosas raras.
Me doy la vuelta y salgo corriendo del bar. Ya me da igual lo que piensen. No quiero verlo más, no quiero ver a su novia, ni su idílica vida, no quiero que siga haciéndome daño. Me monto en el coche y lo arranco. Las ruedas derrapan y chirrían cuando acelero para salir de allí lo antes posible.
Lanzo una última mirada por el retrovisor y veo a los lejos a Killian y a Marcus mirando como me alejo.
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