Entre Mafias romance Capítulo 52

Marcus

Nada más soltar la frase me arrepiento, exactamente igual que anoche cuando Mía nos vio en la terraza a Carmen y a mí, pero no puedo evitarlo, verla cerca de mi hermano, tumbada con él, riendo con él, imaginarla en la cama con Tom me cabrea, me pongo celoso, podemos llamarlo con cualquier nombre, pero esa es la realidad.

Mía comienza a dar pequeños pasos hacia atrás. La conversación se termina al momento porque es extraño lo que está sucediendo, pero hay una cosa clara, en medio de toda esta locura, justo en este momento puedo ver claramente en su rostro el dolor que siente.

Ya no soy Marcus el mafioso, el hombre al que no le importaba quitar una vida, pero sigo haciendo daño a los demás, supongo que va en mi ADN.

Se gira y sale corriendo del bar. Miro extrañado a mi hermano. La mirada que me devuelve me preocupa al momento. Sale corriendo detrás de Mía, y yo sin saber muy bien  porque, lo imito.

Llegamos al aparcamiento justo en el momento en el que Mía se aleja dejando una nube de polvo. Hacemos lo único que podemos hacer; mirar como se va.

Un golpe seco en la mandíbula me empuja hacia atrás. Paso la mano por encima del mentón para intentar calmar el dolor. Killian me espera con los puños en alto. Me acaba de pegar mi hermano pequeño ¿tanto le importa mi mujer?

- Se puede saber ¿Qué cojones estás haciendo? - Pregunta apretando los dientes.

Se acerca a mi. Coloca las manos sobre mi pecho  y me empuja con rabia.

- No estoy haciendo nada. ¿Desde cuando te importa tanto?

Killian grita al aire intentando contenerse, pero aprieta los puños, su mandíbula tiembla de apretar los dientes, su rostro es una fina línea crítica.

- Disfrutas haciéndola sufrir. Te da igual lo mal que lo ha pasado, solo te importa tu maldito ego, Marcus. No te la mereces.

Mi hermano es experto en lanzar puñales. Yo también lo he pasado mal, pero parece que a nadie le importa. Después de un año, he sido incapaz de estar con otra mujer y un buen día aparece ella aquí con su nuevo novio. Si, ha debido pasarlo realmente mal.

- Todos lo hemos pasado mal - suelto cabreado.

Killian ríe, no es una risa alegre para destensar el ambiente, su risa es macabra, llena de rabia contenida.

- Te largaste, Marcus. La dejaste sola porque eres un cobarde - golpea mi pecho con su dedo índice una y otra vez. Solo hay un motivo por el que no se lo parto, porque quiero escuchar lo que tiene que decir.

- Era lo mejor para ella.

-  ¿¡Lo mejor para ella!? ¿Tu te escuchas? La dejaste destrozada. Aguantó un par de semanas sin ti, pero...

De pronto deja de hablar. ¿Que significa que aguantó un par de semanas sin mi? Toda la oscuridad que nos envolvía hace un momento se ha ido desvaneciendo poco a poco, ahora solo quedan las palabras, dolorosas o no, es lo único que nos queda.

- Pero que - Repito para que continúe.

- Le dí mi palabra de que no te lo contaría - mira hacia el suelo, pensando que hacer.

Me estoy volviendo loco ¿qué cojones está pasando? ¿Qué mierda me estoy perdiendo? Porque está claro que no todo es lo que parece y mi hermano tiene mucho que decirme.

- Pues si quieres que todo se solucione vas a tener que romper tu promesa.

Levanta la vista del suelo y la clava en mis ojos, pensando que hacer a continuación. Va a contarme todo lo que sabe, lo puede hacer aquí y ahora o atado a la cama mientras le arranco las uñas, él elige.

- Mía se quedó muy triste cuando te fuiste, dejó de hablar con nosotros, se pasaba los días en el bosque o encerrada en su habitación - Algo se revuelve dentro de mi al escuchar  como lo ha pasado mi mujer - dejó de comer, cada vez se aislaba más.

- No tenía ni idea - Susurro impresionado.

Estaba seguro de que al irme, ella iba a mejorar. Ahora Killian me cuenta que se puso peor y... Tal vez me equivoqué.

- No he terminado -  su mirada enfadada me dice que viene lo peor ahora -  una tarde sorprendí a Mía en el Torreón, estaba de pie, sobre la barandilla de piedra, dispuesta a saltar.

Contengo la respiración, el corazón se me para. No lo escucho en los oídos ni en las sienes, simplemente se para. ¿Mi mujer intentó suicidarse? Pero entonces... No entiendo nada, algo no cuadra pero no se decir exactamente el que.

Pensar que podría vivir en un mundo en el que Mía ya no estuviera me deja helado, mi manos se vuelven frías y siento un escalofrío ascender por mi espalda; miedo, eso es lo que siento, miedo.

- ¿Por qué haría eso? - Susurro sin fuerzas - Ella tenía que mejorar cuando yo me fuera.

Killian cierra el puño sobre mi camisa y me acerca a él, para acto seguido empujarme hacia atrás y soltarme cabreado como pocas veces le había visto.

- La Hundiste. Se sentía culpable y la abandonaste. Me dijo que estaba haciendo lo correcto, que hasta tú te alegrarías si moría porque había matado a tu hijo ¿y sabes qué?

- ¿Qué? - Digo conmocionado.

- ¿Qué ha pasado? - Pregunta corriendo hasta nosotros.

Los dos me miran al momento. Lo se, soy gilipollas, no hace falta que nadie me lo diga, pero eso no es lo importante ahora. Lo urgente es encontrar a Mía. Solo pensar que pueda pasarle algo...

- ¿Tu que crees? - Insinúa Killian.

- Dejadlo ya - Ordeno como cuando dirigía mi propio Imperio - Hay que buscarla y discutiendo no lo vamos a hacer. Tom tu ve hacia la zona del Castillo, Killian, las playas y el río, yo la buscaré por las rutas de senderismo del bosque.

Nadie se atreve a contradecirme. Cada uno sale disparado hacia su zona.

Llevo días vigilando a Mía y solo ha ido una vez a correr, no creo que conozca muchas rutas, decido seguir la única que ella conoce. Podría ir dando voces, llamándola, pero si supiera que soy yo posiblemente se escondería mejor todavía.

¿Cómo he podido cagarla tanto? ¿Cómo he podido tragarme las mentiras de mi mujer? Antes sabía cuando lo hacia, sabía cuando todos lo hacían. Estoy oxidado.

Pasan un par de horas y sigue sin haber rastro de Mía. Hace frío, está comenzando a anochecer y la última vez que estuve tan asustado fue el día que le dispararon. La diferencia está vez es que temo que ella se haga daño. Durante estas horas hemos intercambiado mensajes Tom, Killian y yo. Nadie sabe nada.

Me paro en seco justo donde estoy. Hay una rama rota a mi izquierda, nada del otro mundo, pero cuando solo hay una cosa que te llama la atención, tu instinto te dice que tienes que seguirlo. Me salgo del camino y ando entre los árboles, justo bajo la rama partida.

Cada pocos pasos me paro y miro al rededor, cada vez está más oscuro. Maldita sea, no la voy a encontrar, joder.

Cambio el sentido hacia la izquierda y justo a unos metros, sentada sobre la hierba está Mía, tiene las piernas recogidas, la espalda apoyada en el tronco del árbol y la cabeza apoyada en las rodillas. No se como no he visto lo que estaba tan claro; está hundida, muy delgada, tiene ojeras y el dolor se puede ver a simple vista, he estado totalmente ciego. Killian tiene razón, soy un imbécil.

Me acerco a ella despacio para no asustarla.

- Mía - Digo bajando la voz - Hemos estado buscándote ¿estás bien?

No contesta, así que sigo caminando hacia ella. Me agacho para quedar a su altura, coloco mi mano sobre su hombro, pero en lugar de levantar la cabeza y decirme algo hiriente, su cuerpo se resbala por el tronco hasta terminar tumbada en el suelo. Está inconsciente.

¿Qué cojones le ocurre? ¿Qué ha hecho? Le miro los brazos, las muñecas, le tomo el pulso, es débil, pero ahí está. No parece herida.

Le aparto el pelo de la cara con cuidado. La temperatura de su frente me llama la atención, está ardiendo. Tiene la frente llena de pequeñas gotas de sudor. Si ha perdido el conocimiento por la fiebre... Es peligroso, muy peligroso.

La levanto del suelo sin dudar. La sujeto entre mis brazos y corro por el bosque como si mi propia vida dependiera de ello. Recordando lo mal que terminó todo la única vez que corría por el bosque con Mía en mis brazos.

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