Entre Mafias romance Capítulo 53

Marcus

No quiero perder el tiempo, así que llevo a Mía directamente a mi casa. Sé con total seguridad que si se despierta me va a matar, pero no tengo llaves de la suya y esperar fuera a que llegue Tom o Killian no es una opción.

La llevo hasta mi cama. La suelto con cuidado sobre el colchón. Vuelvo a tocar su frente. Maldita sea, está ardiendo. Su ropa está mojada por la humedad y el sudor. Le quito con cuidado la chaqueta, después le desabrocho la camisa, y aunque no es el momento y hace que me sienta como una rata, admiro su cuerpo después de tanto tiempo.

Cuando la he dejado solo con la ropa interior, la tapo con la sábana. La dejo sola en la habitación para ir a buscar un bol con agua y un paño, en algún momento leí que para bajar la fiebre se puede intentar bajar la temperatura de determinadas zonas del cuerpo.

Saco el teléfono del bolsillo mientras busco las cosas que voy a necesitar. Marco el número del doctor y lo llamo. Le explico por encima el estado de Mía. Con un poco de suerte estará aquí en pocos minutos.

Después, y muy a mi pesar, le mando un mensaje a mi hermano y a Tom para que sepan que la he encontrado. Ya mismo mi casa se va a convertir en un circo de gente queriendo organizar. Eso se ha terminado.

No sabía que Mía me necesitaba, no tenía ni idea de lo mal que estaba, pero algo tengo claro, nadie va a volver a entrometerse ni a decirnos lo que podemos o no podemos hacer.

Voy colocando paños húmedos sobre su frente intentado que poco a poco su temperatura baje. Cuando suena el timbre respiro aliviado, necesito que el médico la vea y me diga que está bien.

- Buenas noches, Marcus ¿Dónde está? - se quita la chaqueta y la deja sobre el respaldo del sofá.

- Arriba. Acostada. Creo que le ha bajado la fiebre, pero sigue inconsciente.

Sube las escaleras detrás de mi. Me aparto a un lado cuando llegamos para que pueda trabajar. Observo todo lo que hace, paso por paso. Le toma la temperatura, coloca el estetoscopio sobre su pecho para escuchar, le mira la garganta, las pulsaciones, la tensión. Un sinfín de pruebas que me están poniendo de los putos nervios.

- ¿Por qué no despierta?

- Despertará. Tiene placas en la garganta y creo que escucho algún ruido en el pecho - Explica mientras escribe algo en un papel de receta - pero está bien, tranquilo.

Está bien, tranquilo. De reojo miro la mesita de noche donde guardo la pistola. Marcus, céntrate respira hondo y no mates a nadie.

- ¿Está seguro? - Vuelvo a insistir.

Antes de que pueda responder llaman al timbre otra vez. Esta vez bajamos los dos. Su trabajo está hecho, ahora se va y me deja con Mía todavía inconsciente. Ahora entiendo porque está en este pueblo y no en un gran hospital cobrando una millonada.

Tom y Killian se cruzan con él. Le someten al cuarto grado. Antes de irse me tiende las recetas con las medicinas que necesita Mía, después de leerlas se las tiendo a Tom para que vaya a comprarlas.

- ¿Qué quieres que haga con esto? - Pregunta a la defensiva.

- Comprarlas. Yo no voy a dejarla sola.

Es evidente ¿no? ¿Qué se ha creído este puto niñato? ¿Qué puede venir e intentar ocupar mi lugar? El Marcus simpático y amable se ha ido, se ha esfumado desde el mismo momento en el que me he enterado que mi propósito, mi fortaleza para luchar cada día, para intentar ser mejor persona, lo que tiraba de mi, estuvo a punto de suicidarse por esta mierda de decisión que tomé.

- Hace mucho que la dejaste sola - Suelta cabreado.

Killian nos mira sin entrometerse, cosa que agradezco porque dudo que me dé la razón.

- ... Y aún así sigo siendo su marido, así que ve y compra las putas medicinas - Acerco tanto mi rostro al suyo que puedo ver las pequeñas motas de colores en sus ojos.

Después de intercambiar un par de miradas con mi hermano sale dando un portazo.

Saco mi teléfono y mando un mensaje a un número que llevaba un año sin usar, pero que ya es hora de que vuelva al trabajo.

Mi hermano y yo subimos sin hacer ruido a la habitación donde descansa Mía. El teléfono vibra en mi bolsillo.

Si, jefe. Mañana nos vemos

Perfecto. Si mi mujer necesita vigilancia todo el día la va a tener, si necesita una puta niñera la va a tener y si necesita... ¿Qué necesita? Me pregunto al verla tan tranquila en la cama.

- Mía no puede saber que te lo he contado, Marcus - Killian me suplica con la mirada que no lo delate.

Coloco mi mano sobre su hombro. Hace un año éramos enemigos, quería hacerle daño a mi mujer y yo la habría protegido por delante de mí hermano si hubiera hecho falta. Hoy le debo la vida.

- No lo sabrá. La has cuidado, la has protegido. Solo puedo agradecerte todo lo que has hecho.

Sus párpados tiemblan queriendo abrirse. Poco a poco los abre y vuelvo a ver sus preciosos ojos verdes. Despacio mira a Killian y después a  mi.

- ¿Cómo estás? - Pregunto sentándome a su lado.

Mira su cuerpo bajo la sábana, la despega un par de centímetros para comprobar que está en ropa interior.

- ¿Por qué estoy desnuda?

Se coloca la sábana hasta la barbilla. Es muy gracioso cuando se comporta de una forma tan infantil.

- ¿killian? - Pregunta para que le dé una explicación.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Entre Mafias