Mía
Todo sigue oscuro. Aun no puedo abrir los ojos, siento mi cuerpo abotargado, sin fuerzas, pero si puedo escuchar voces de fondo.
- Menuda guarra eres - Escupe un hombre con voz rota seguramente producto de fumar demasiado.
Despacio despego los párpados. Tengo que repetir el proceso varias veces hasta que consigo enfocar la vista. Lea está acurrucada en una esquina y hay un hombre con muy malas pintas delante de ella. Está medio calvo, tiene una camisa de rayas de los años ochenta y el pantalón lleno de arrugas.
Vuelvo la mirada. La habitación es pequeña, algo claustrofóbica, hay un sofá, una pequeña mesa de cristal y dos ventanas redondas muy pequeñas, como la de los barcos... Espera, espera....
- ¿Dónde estamos? - pregunto cuando me doy cuenta de que tal vez nos estamos alejando de las únicas personas que pueden ayudarnos.
En cuanto me incorporo un dolor agudo atraviesa mi nuca. Paso los dedos con cuidado por encima. Siento sangre seca debajo de mis dedos.
- Por fin despiertas, pensaba que tenía que llamar a uno de mis hombres para que te espabilara - Hace un gesto obsceno con la mano y se ríe.
- ¿Quién eres? - Pregunto ignorando su último comentario.
Sonríe una y otra vez volviéndose hacia Lea. El pánico que veo reflejado en sus ojos me dice que este tío no es una hermanita de la caridad precisamente.
- Esta zorra sabe perfectamente quien soy.
Lea traga saliva. Parpadea un par de veces para que las lágrimas bajen por su mejilla y entonces me presta atención. Necesito algo, porque no entiendo nada. Yo llevo un año fuera de combate.
- Es Ricky - suelta con voz temblorosa - El hermano de mi marido.
El tal Ricky levanta los brazos con las palmas extendidas, como si saludara a una multitud. Parece no estar muy bien de la cabeza.
- Vosotras dos habeis sido muy malas - El tono infantil que adopta de pronto me pone los pelos de punta, definitivamente, algo en su cerebro no funciona bien - Y vais a pagar por ello. Me dejaré al cabrón de tu marido para el final, aunque ya les hemos dado un pequeño recibimiento.
- Tu eres el hermano del enfermo que la maltrataba? - Si me dieran un euro por cada vez que tendría que haber mantenido la boca cerrada y no lo he hecho, sería millonaria.
Da un paso y se acerca a mi. Cierra sus dedo alrededor de mi pelo y me levanta sin ningún cuidado. Yo coloco mi mano sobre la suya para dejar de sentir la tensión en la cabeza.
- Mi hermano era un visionario. Vuelve a decir algo así sobre él y serás la primera.
Un sonido desgarrador nos interrumpe. Lea se agarra la tripa y comienza a gritar. Le duele. Pueden ser contracciones, pero que sean así de fuerte al principio no es muy buena señal. deberían ser progresivas, de menos a más hasta que esté el bebé listo para nacer.
Ricky la mira satisfecho, feliz al ver sufrimiento en los demás. Yo pierdo los nervios, los pocos que me quedaban y le golpeo la mano una y otra vez hasta que por fin, entre risas, me suelta. Me tiro al lado de mi amiga. El bebé no ha podido elegir peor momento para nacer.
- La enfermera al rescate - suelta divertido - Tenía planes, pero vamos a esperar a que nazca esa alimaña, seguro que a mi hermano le encantaría acabar el mismo con ese bastardo.
Se sienta tranquilamente sobre el sofá, cruza las piernas y saca un cigarrillo de uno de sus bolsillos.
¿Piensa quedarse ahí mirando sin hacer nada? ¿Qué clase de enfermo haría eso?
Lo que sea que tuviera preparado ha decidido aplazarlo hasta que nazca el bebé. En ese tiempo tenemos que pensar una solución o rezar para Marcus y Dante estén bien y lleguen antes de que ocurra lo peor.
-Abre las piernas, deja que vea cuanto has dilatado.
Se tumba sobre el suelo, porque el cabrón tiene ocupado el sofá, y coloca las plantas de los pies. En cuanto introduzcola mano me doy cuenta de que va a ser un parto express. En otro momento sería una bendición, pero ahora mismo no puede haber peor noticia.
- Estás de parto, ya mismo vas a ver a tu pequeño - Intento transmitir algo de alegría.
Lea niega una y otra vez.
- No puede nacer aquí, Mía. No puede nacer ahora.
Ricky se levanta del sofá y se acerca a nosotras soltando el humo a su paso.
- Te equivocas, esto es justicia poética. Matásteis a mi hermano y yo voy a acabar con vosotros, empezando por tu hijo - Señala la tripa de mi amiga.
Ella se agarra con más fuerza el estómago. Coloco mis manos sobre su mejilla para que me preste atención a mi. Ese capullo solo quiere sacarnos de quicio y probablemente matarnos después, pero una de las pocas cosas que me enseñó mi padre y fue de utilidad es que tenemos que luchar las batallas de una en una.
- No le hagas caso, escúchame, yo voy a ayudarte y lo vas a hacer genial.
- Vale, vale - Dice poco convencida.
Otra contracción hace que apriete los dientes y contraiga la cara. Pero los minutos pasan y como no tengo nada para calmarle el dolor, va a tener que aguantarlo.
Ricky cada vez está más impaciente. Creía que un bebé nacia como en las películas, dos empujones y fuera, pues ¡sorpresa! No es así.
- Sácalo de una puta vez - Levanta el dedo señalando a Lea.
- Esto no funciona así, tiene que dilatar completamente para que pueda nacer.
Intento explicarle las cosas, pero como casi todos los asesinos psicópatas, no atiende a razones.
- O lo sacas o le rajo la tripa y lo saco yo. Deja de joderme - Saca de la cinturilla del pantalón una navaja.
Me levanto rápidamente con las manos en alto.
El hombre intenta agarrarme con sus manos, pero con cada movimiento que hace más aprieto la cuerda alrededor de su cuello.
Parece un pez fuera del agua luchando los últimos segundos de vida. Me golpea contra la pared una y otra vez. No pienso soltarte cabrón aunque me partas las costillas.
Poco a poco el hombre pierde fuerzas hasta que cae al suelo. Le tomo el pulso. Mierda tiene pulso, solo se ha desmayado.
- Vamos, Lea, tenemos que irnos - La ayudo a levantarse aunque le cuesta muchísimo cualquier movimiento.
-¿Está muerto?
Cargo parte de su peso sobre mi hombro mientras ella sujeta a su hijo.
- No, solo ha perdido el conocimiento, por eso tenemos que irnos.
Avanzamos por el estrecho pasillo que termina en unas escaleras metálicas. Subimos a cubierta. Sigue siendo de noche. Puedo ver a lo lejos el humo que sale de mi casa, ya no hay fuego, pero grandes nubes grises salen por el ventanal roto.
Habrá unos cincuenta metros desde el barco hasta la orilla. Veo un salvavidas naranja colgado de una de las barandillas. Lo cojo sin dudar.
- Póntelo - la ayudo a ponérselo mientras Lea cada vez está más débil.
Pequeños hilos de sangre descienden por sus piernas. Necesita un médico, y lo necesita ya.
Se lo abrocho apretándoselo bastante. Si pierde el conocimiento por lo menos que flote y no se escurra hacia el fondo.
- Dame a tu hijo, estás muy débil.
Me lo tiende sin dudar. Después de todo lo que he pasado, que ella confíe plenamente en mi me alegra, me llena el pecho de una calidez que hacia tiempo que no sentía.
- ¡Anda! Las putas intentaban escapar - dice un Ricky muy cabreado.
Tiene una pistola y sé que no dudará en usarla. No pienso demasiado. Coloco mi mano sobre el pecho de Lea y la tiro al agua y justo después me agacho y corro con el hijo de mi amiga entre mis brazos intentando ocultarme.
Este hombre conoce el barco mejor que yo, y si hay más gente aquí con él, o el tío inconsciente recupera el conocimiento y se une a la búsqueda, no tengo nada que hacer. Miro al bebé, tan rosado y pequeñito.
No puedo hacer otra cosa. Aunque el frío del agua puede hacerle daño, me deslizo despacio agarrándome con una mano hasta que terminamos en el río. Intento que el pequeño este fuera del agua helada todo lo posible, pero se está mojando.
- ¡AHÍ ESTÁS HIJA DE PUTA!
Grita el hombre al que he dejado K.O hace un momento. Sin dudarlo salta al agua y dando grandes brazadas nada hacia nosotros.
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