Entre Mafias romance Capítulo 61

Mía

Comienza a salir gente del castillo para auxiliar a Marcus. Lo montan en una camilla y se lo llevan. Corro tras ellos para ayudar en todo lo que pueda ¿Qué le ha pasado? ¿Por qué ha perdido el conocimiento?

Killian me agarra de la muñeca y me frena.

- A ti también tienen que verte los médicos.

Me suelto de un tirón, pero no avanzo mucho antes de que vuelva a sujetarme. ¿Es imbécil o que le pasa? ¿No entiende que tengo que ver cómo está Marcus? Yo estoy bien.

- Mis médicos pueden esperar.

- De eso nada. Ahora - Contesta serio sin darme la opción de replicar.

Camina seguro hacia el interior del castillo. Parece que se ha convertido en la zona cero de una guerra.  Hay separadores de cortinas blancas con médicos y enfermeras caminando de un lado a otro.

- Tu debes de ser Mía. Estábamos esperándote.

Un médico joven se acerca a nosotros y me invita a una de las improvisadas consultas.

- Yo estoy bien, prefiero ir con mi marido - Vuelvo a levantarme de la silla y una vez más Killian me retiene.

Pienso odiarlo mucho tiempo cuando todo esto pase.

El doctor sonríe con indulgencia. Como si me comprendiera.

- Primero tenemos que cerciorarnos de que tu estás bien, a Marcus ya lo están tratando, así que por favor túmbate en la camilla.

Me quedo a solas con Killian. Unos segundos después entran varias enfermeras y me ayudan a quitarme la ropa. Me hace gracia observar como se da la vuelta avergonzado.

Hemos estado a punto de morir y a él le da vergüenza ver un sujetador. Es gracioso.

Las enfermeras van comprobando cada parte de mi cuerpo de forma exhaustiva. Podrían preguntarme y yo les diría donde me duele y donde no.

Mientras hacen su trabajo van apuntando notas en la libreta. Terminan con el golpe de mi cabeza.

- ¿Perdiste el conocimiento ? - Pregunta una de las chicas.

Instintivamente mi mano cae sobre la herida.

- Si...

Lo apuntan. Son como robots haciendo su trabajo. Miro a Killian  y hago gestos hacia las chicas que nos ignoran completamente. Se tapa la boca conteniendo la risa y me manda a callar colocando un dedo sobre sus labios.

Las chicas salen y nos dejan solos.

- ¿De dónde las has sacado? ¿Estaban de oferta o algo? - Pregunto divertida.

- Te van a escuchar - Contesta divertido - todo lo que hay hoy aquí es lo mejor de Italia.

Poco rato después el médico vuelve. Al parecer las enfermeras mudas han hecho demasiado bien su trabajo y quiere mandarme varias radiografías y un TAC de la cabeza. Todo muy exagerado. Muy al estilo Moretti.

- Solo necesito descansar. Estoy bien, de verdad.

Me bajo de la camilla. Estoy dispuesta a ceder en algunas cosas, pero no en otras y estoy segura de que no necesito ninguna radiografía.

- Pero... - Comienza a protestar.

- Buenas tardes.

Salgo de la consulta improvisada antes de que pueda detenerme.

Descorro la siguiente cortina con la esperanza de encontrarme con Marcus,  pero la sorpresa que me llevo es igual de buena. Lea duerme tranquilamente y su bebé está en una pequeña cunita improvisada. Me acerco despacio para ver cómo se encuentra. El color azul de los labios ha desaparecido, como si nunca hubiera estado allí, tiene la piel sonrosada y suave. Dante duerme en una silla que ha arrastrado hasta la cama, donde tiene la cabeza apoyada. Las manos de los dos están unidas... Siento que estoy invadiendo un momento íntimo y que no debería estar aquí.

Me cierro la bata con cuidado. Estas batas de hospital son terribles, en cualquier momento puedes terminar medio en bolas sin darte cuenta.

Busco por todas partes, pero no veo a Marcus, pregunto a varias personas y tampoco saben nada. Estoy empezando a impacientarme.

Subo las escaleras. Toco la puerta de su habitación esperando escuchar su grave voz dándome permiso para entrar, pero todo está en silencio. Al final decido entrar.

Marcus duerme dentro de la cama. Hay un montón de aparatos rodeándolo con cables conectados a su cuerpo. Ninguno es importante, miden las constantes vitales, la saturación de oxígeno y demás, pero no me gusta verlo tan débil.

Me siento en la esquina de la cama. Es la primera vez que puedo observarlo sin que me intimide su mirada. Hemos estado un año separados y después de tanto tiempo seguimos siendo los mismos, más rotos y destrozados, pero los mismos.

- ¿Te parezco guapo? - pregunta con voz ronca y los ojos cerrados.

Al momento los abre y me mira divertido.

- ¿Cómo sabías que era yo?

Desliza su mano hasta la mía y se la acerca a la cara, aspira el aroma y sonríe. Debo oler a humo y fuego, a agua salada, sangre y barro, pero Marcus parece que está disfrutando del mejor aroma.

- Podría diferenciarte entre un millón de mujeres.

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