Mía
Comienza a salir gente del castillo para auxiliar a Marcus. Lo montan en una camilla y se lo llevan. Corro tras ellos para ayudar en todo lo que pueda ¿Qué le ha pasado? ¿Por qué ha perdido el conocimiento?
Killian me agarra de la muñeca y me frena.
- A ti también tienen que verte los médicos.
Me suelto de un tirón, pero no avanzo mucho antes de que vuelva a sujetarme. ¿Es imbécil o que le pasa? ¿No entiende que tengo que ver cómo está Marcus? Yo estoy bien.
- Mis médicos pueden esperar.
- De eso nada. Ahora - Contesta serio sin darme la opción de replicar.
Camina seguro hacia el interior del castillo. Parece que se ha convertido en la zona cero de una guerra. Hay separadores de cortinas blancas con médicos y enfermeras caminando de un lado a otro.
- Tu debes de ser Mía. Estábamos esperándote.
Un médico joven se acerca a nosotros y me invita a una de las improvisadas consultas.
- Yo estoy bien, prefiero ir con mi marido - Vuelvo a levantarme de la silla y una vez más Killian me retiene.
Pienso odiarlo mucho tiempo cuando todo esto pase.
El doctor sonríe con indulgencia. Como si me comprendiera.
- Primero tenemos que cerciorarnos de que tu estás bien, a Marcus ya lo están tratando, así que por favor túmbate en la camilla.
Me quedo a solas con Killian. Unos segundos después entran varias enfermeras y me ayudan a quitarme la ropa. Me hace gracia observar como se da la vuelta avergonzado.
Hemos estado a punto de morir y a él le da vergüenza ver un sujetador. Es gracioso.
Las enfermeras van comprobando cada parte de mi cuerpo de forma exhaustiva. Podrían preguntarme y yo les diría donde me duele y donde no.
Mientras hacen su trabajo van apuntando notas en la libreta. Terminan con el golpe de mi cabeza.
- ¿Perdiste el conocimiento ? - Pregunta una de las chicas.
Instintivamente mi mano cae sobre la herida.
- Si...
Lo apuntan. Son como robots haciendo su trabajo. Miro a Killian y hago gestos hacia las chicas que nos ignoran completamente. Se tapa la boca conteniendo la risa y me manda a callar colocando un dedo sobre sus labios.
Las chicas salen y nos dejan solos.
- ¿De dónde las has sacado? ¿Estaban de oferta o algo? - Pregunto divertida.
- Te van a escuchar - Contesta divertido - todo lo que hay hoy aquí es lo mejor de Italia.
Poco rato después el médico vuelve. Al parecer las enfermeras mudas han hecho demasiado bien su trabajo y quiere mandarme varias radiografías y un TAC de la cabeza. Todo muy exagerado. Muy al estilo Moretti.
- Solo necesito descansar. Estoy bien, de verdad.
Me bajo de la camilla. Estoy dispuesta a ceder en algunas cosas, pero no en otras y estoy segura de que no necesito ninguna radiografía.
- Pero... - Comienza a protestar.
- Buenas tardes.
Salgo de la consulta improvisada antes de que pueda detenerme.
Descorro la siguiente cortina con la esperanza de encontrarme con Marcus, pero la sorpresa que me llevo es igual de buena. Lea duerme tranquilamente y su bebé está en una pequeña cunita improvisada. Me acerco despacio para ver cómo se encuentra. El color azul de los labios ha desaparecido, como si nunca hubiera estado allí, tiene la piel sonrosada y suave. Dante duerme en una silla que ha arrastrado hasta la cama, donde tiene la cabeza apoyada. Las manos de los dos están unidas... Siento que estoy invadiendo un momento íntimo y que no debería estar aquí.
Me cierro la bata con cuidado. Estas batas de hospital son terribles, en cualquier momento puedes terminar medio en bolas sin darte cuenta.
Busco por todas partes, pero no veo a Marcus, pregunto a varias personas y tampoco saben nada. Estoy empezando a impacientarme.
Subo las escaleras. Toco la puerta de su habitación esperando escuchar su grave voz dándome permiso para entrar, pero todo está en silencio. Al final decido entrar.
Marcus duerme dentro de la cama. Hay un montón de aparatos rodeándolo con cables conectados a su cuerpo. Ninguno es importante, miden las constantes vitales, la saturación de oxígeno y demás, pero no me gusta verlo tan débil.
Me siento en la esquina de la cama. Es la primera vez que puedo observarlo sin que me intimide su mirada. Hemos estado un año separados y después de tanto tiempo seguimos siendo los mismos, más rotos y destrozados, pero los mismos.
- ¿Te parezco guapo? - pregunta con voz ronca y los ojos cerrados.
Al momento los abre y me mira divertido.
- ¿Cómo sabías que era yo?
Desliza su mano hasta la mía y se la acerca a la cara, aspira el aroma y sonríe. Debo oler a humo y fuego, a agua salada, sangre y barro, pero Marcus parece que está disfrutando del mejor aroma.
- Podría diferenciarte entre un millón de mujeres.
- Están aquí, Killian - Susurro - El de anoche ha conseguido entrar.
La línea sigue funcionando, pero Killian no ha contestado, el ruido que suena de fondo me dice que está corriendo. Comienza a gritar órdenes a sus hombres.
Llega un momento en el que confundo su voz, no se si proviene desde el teléfono o detrás de la puerta. Descorro el pestillo con la jeringuilla aún en mi mano.
- ¿Estás bien? ¿Dónde están? - Un montón de hombres entran en la habitación y registran cada esquina, cada hueco.
- Ha venido un enfermero para pincharle esto a Marcus - Le enseño la jeringuilla - Estaba muy nervioso, le he dicho que lo hacia yo y no queria, pero cuando le he insistido se ha ido, ha desaparecido, Killian.
- Dámela, voy a mandar que analicen lo que tiene dentro - La coge con cuidado - Mis hombres están vigilando todo el perímetro y ahora van a registrar el castillo entero. Cierra el pestillo y no te muevas de aquí hasta que vuelva - Asiento asustada porque es posible que tenga razón. Ese hombre quería hacerle algo Marcus - No dudes en usarla si fuera necesario - Dice tendiéndome su pistola.
La cojo con cuidado. No me gustan las armas, pero prefiero poder defenderme de alguna manera si ese hombre o cualquier otro decide volver.
Todos salen y nos vuelven a dejar solos a mi marido y a mí, en cuanto sale Killian vuelvo a colocar el pestillo en su sitio y para más seguridad, muevo la silla hasta la puerta y la pongo debajo de la manilla. Levanto la pistola y apunto.
No se el tiempo que paso en la misma postura, pero si tengo una cosa clara; nadie va a entrar aquí ni le va a hacer daño a Marcus.
- ¿Qué haces? - Mi marido pregunta desde la cama.
El problema es que estaba tan concentrada que su voz me asusta. Disparo contra la puerta y grito como una adolescente en medio de una película de terror.
Dejo el arma en el suelo y respiro profundo.
- Me has dado un susto de muerte, podrías haber hecho algún ruido - Recrimino.
Despacio se levanta de la cama y camina hacia mi sujetando el gotero.
- ¿Por qué apuntabas hacia la puerta? - Se vuelve para mirarla. Se da cuenta de la silla colocada y del cerrojo corrido.
- Bueno... Ya sabes... Por precaución.
Se agacha, coge la pistola tranquilamente y comprueba que tenga balas antes de sentarse a mi lado y apuntar hacia la puerta justo como he hecho yo hace un momento.
- Precaución.. . Ajam.
Saca el móvil y llama a alguien. Estoy casi segura de que es con Killian con quien habla porque le explica que el disparo ha sido un susto que me ha dado. Después de colgar y lanzarme una mirada que no se descifrar, pero que defino como " No intentes engañarme Mía Carussi, yo siempre me entero de la verdad " Abre su armario y comienza a vestirse tranquilamente.
No entiendo como puede estar así de tranquilo. Nos han intentado matar y los problemas los hemos traído hasta aquí, dentro de lo que era supuestamente una fortaleza inexpugnable. Ahora mismo echo mucho de menos las medicinas que se han quemado junto con mi casa.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Entre Mafias