Esposa falsa de Simón romance Capítulo 1033

En ese momento, Xenia tenía una idea.

-Dicen que Rafael ha venido.

Simón esperó un segundo, y luego asintió con la cabeza.

-¿Para qué viene? ¿Hoy no es el fin de semana? ¿Acaso todavía os quedan resolver los asuntos de la empresa? ¿Puedo echaros una mano? -preguntó Xenia con preocupación-. Llevo un largo tiempo administrando la empresa, pues, yo puedo ayudaros, si…

Antes de terminar Xenia, Simón le apretó los labios con un dedo para impedirle continuar.

Xenia estaba muy dudosa, viéndole la cara resignada.

-¿Qué estás pensando?

-¿Qué?

-¿He cumplido los asuntos de la empresa, no te preocupes, incluso espero que desengancharas los asuntos de tu empresa?

-Si lo dejo, ¿cómo continúa la empresa? ¿De verdad no hace falta? -dijo Xenia, acariciándole ligeramente la espalda-. Ella sentía la humedad caliente y pegajosa.

Xenia frunció el ceño. En ese momento, como si Simón se diera cuenta de su acción, le pellizcó con cuidado la cintura, lo que le hizo a Xenia soltar un gemido, así que Simón aprovechó la oportunidad para estrecharle la mano.

Con una mano grande envolviendo la suya, Xenia no logró soltarse, -¿Para qué me tomas la mano? Déjame en paz.

Simón sonrió, -Para calentarte.

Xenia replicó, -Claro que tu mano es más frío que la mía, ¿en serio?

-Bueno -Simón cambió rápidamente el objetivo-. Para calentarme.

Él era tan desvergonzado. Claramente tenía una mano más fría que la suya, pero insistía sostenerla de mano. Xenia estaba segura de que Simón no lo haría en el pasado, y sintió que debería haber algo complicado en esto.

Cuanto más él no quería que ella supiera, más curiosidad tenía Xenia.

Aunque estaba muy curiosa, Xenia lo podía entender. En seguida, no dijo nada sino que le calentó las manos cuidadosamente.

Ella acababa de salir de la cama, todavía estaba muy cálida como una estufa.

Sólo tardó un momento en calentar las manos.

Xenia se lo inclinó más cerca, -¿Estás cálido?

Simón estaba callado.

Con la nuez rodada incontrolablemente, Simón bajó la cabeza, fijó la mirada en la cara de Xenia y luego dijo, -¿Me estás seduciendo?

Xenia sacudió la cabeza con una cara inocente, -Estoy embarazada, no podemos hacer el amor, ya lo ves, ¿cómo es posible seducirte?

Estaba embarazada…

Sobre este tema, Simón se quedó descontento. De verdad, le quedaría un largo tiempo para controlarse.

-Estoy en serio calentándote las manos. -dijo Xenia.

Lo vio sudando más en la frente, justo en ese momento, soñó la llamada de la puerta.

-¿Señor Simón?

Era Rafael.

Xenia todavía quedaba en los brazos de Simón. Si Rafael vio la postura ambigua, aseguraría que era muy embarazoso. Al pensar en esto, Xenia se quitó de los brazos y se levantó, mientras se ordenaba la ropa, -Ya que te encuentra Rafael, me voy primero.

-Vale -asintió suavemente Simón, sin detenerla en vez de mirarla irse.

Un rato después, Simón abrió los ojos, se mostraba más lúcido que antes y se disipó un poco de los tormentos.

No era un problema grande, sólo le ocurrió al ser conmovido por los recuerdos. De no ser así, no tenía ningún problema como una persona normal.

Pero una vez se puso contacto con el pasado, le dolería mucho como si recayera en la enfermedad antigua.

Rafael lo observaba por un momento y luego dio la vuelta para servirle un vaso de agua caliente.

Después de tomarlo, Simón se mostraba mejor que antes, pero todavía estaba pálido. Dijo, -Si Xenia te pregunta, no le dirás que me has entregado esos documentos.

Rafael asintió, -Claro que sí, no se preocupe, señor Simón.

-¿Si Xenia ya ha descubierto algo? Al salir, me dio una mirada, tampoco le expliqué.

Simón pensó en los comportamientos anteriores de Xenia, especialmente en la casa vieja, finalmente soltó una sonrisa resignada y amarga, -No podemos esconder todos a sus espaldas, si ella dice que no lo sabía, sólo se trata de haberse cavilada sobre todos.

En ese momento, Rafael probablemente lo entendió. Se quedaba sin palabras por un largo tiempo.

-Eso es todo, gracias por venir, puedes irte.

Rafael tenía un poco de sorpresa.

No pensaba que Simón no indagara los documentos. Se debería de largarse, pero ahora a Rafael le daba la pena dejarlo solo así.

-Señor Simón, nada me quedará para hacer, ¿me quedo a cuidarte?

Al oírlo, Simón levantó la mirada fría, -¿Cómo puedes cuidarme? ¿compartes el dolor en la cabeza?

Rafael se quedó sin palabras. Mejor se largó.

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