Esposa falsa de Simón romance Capítulo 1041

El Señor Mastache tenía la cocina preparada para ella, con todos los ingredientes listos, así que ella misma solo necesitaría escoger un plato de la receta para iniciar su preparación.

-Es demasiado exigirte hacerlo todo, Señorita Sáenz. Eleja un plato del menú con el que se sienta más confidente. Te dejaré la cocina mientras esperamos fuera. -dijo Señor Mastache.

-De acuerdo -aceptó Naomí.

Después, Señor Mastache llevó a el intermediario y a Brisa a la terraza para tomar el té. De hecho, era muy ducho en la preparación de té. Por desgracia, ninguno de sus invitados sabía el arte de té.

El intermediario era muy rudo y manejaba la taza de una manera un tanto extraña. No obstante, era muy bueno hacer pelotas. Después de tomar un sorbo, aduló con exageración,

-¡Dios mío!¡Qué delicia!

Señor Mastache sonríó pero no dijo nada.

Brisa estaba tan preocupada por su hija que no tenía ganas de beber el té. Las palabras del intermediario le había convencido de que Señor Mastache era un hombre muy leal, y que la tienda era la legación de su mujer difunta. Naturalmente, ella podía entender que Señor Mastache exigía el mantenimiento de la tienda original y el elevado alquiler.

Sin embargo, lo ocurrido este mismo día hizo que Brisa se sintiera muy incómoda, pensando que este señor le estaba poniendo las cosas difíciles a su hija. Naomí no sabía nada de su esposa, ni siquiera su nombre. ¿Cómo pudo exigirle a Naomí que preparara un plato que supiera exactamente como el de su difunta. ¡Esto era ridículo, totalmente imposible!

Brisa tenía la razón de creer que la renta era un cebo y que el verdadero objetivo de ese señor era humillarlas. Quería insultar para expresar su enojo y disgusto, pero las palabras no le salían por recordar lo que había dicho su hija.

«Olvídalo, Naomí sigue ahí cocinando, tengo que tener fe en ella. ¡Lo conseguirá!Tengo que controlar mi ira, después de todo, aún no han sacado las conclusiones... »

El tiempo pasó lentamente, Señor Mastache siguió sirviéndoles té y el intermediario fue complacido, bebiendo taza tras taza. El té que bebía le calentaba el cuerpo y ahuyentaba el frío invernal. Pero el inconveniente era que al beber demasiada agua le daban ganas de orinar.

Por respeto a los presentes, El intermediario tuvo que obligarse a retirarse un poco más tarde. «En pocos minutos, la Señorita Sáenz debe haber terminado la preparación»

Sin embargo, al final el intermediario no pudo aguantar más porque la espera lo estaba matando. Ni modo, se vio obligado de levantarse, y dijo,

-Con permiso, Señor Mastache, señora Brisa, tengo que ir al baño.

Señor Mastache fue muy considerado y le hizo un gesto a una criada para que le llevara al baño.

El intermediario acababa de salir cuando se abrió la puerta de la cocina. En cuanto Brisa, que esperaba ansiosa, escuchó el sonido, se levantó inmediatamente y le saludó, preguntando,

-Hija, ¿cómo ha ido?¿Todo bien?

Antes de contestar, Naomí retrocedió dos pasos para alejarse. Luego, le advirtió,

-Mamá, estoy ahumada por estar en la cocina por tanto tiempo. No me acerques.

-¡Oh, Dios mío! ¡Tonta! Ahora no es el momento para eso, ¡dime cómo te ha ido!- Brisa le pellizcó la oreja. Luego,miró hacia Señor Mastacheque estaba sentado en su asiento mirándolos con mucha calma.

Brisa, muy nerviosa, agarró con fuerza la mano de Naomí y le preguntó en un susurro,

-¿Los has probado? ¿Qué te parecen?-

Parecía que Naomí se mantenía muy calmada, pero en realidad su corazón estaba agitado. No conocía a su mujer en absoluto, y mucho menos había probado su comida. ¿Cómo Naomí pudo hacer un plato que supiera exactamente igual? Por suerte, ella era chica lista, que tenía muchas ideas nuevas.

Un momento después, el rostro de Señor Mastache mostró cierta tristeza, y él se quedó muy distraído. Naomí se sentó frente a él y esperó a que hablara.

-Señorita Sáenz, eso sabe muy distinto de lo que hace mi mujer.-dijo Señor Mastache, en voz baja.

Esta vezBrisa sorprendentemente se mantenía más tranquila, ya que sus palabras se esperaban de ella. Justo cuando ella estaba a punto de soltar su anterior enfado, Naomí se le adelantó respondiendo.

-Señor Mastache, he hecho este plato especialmente para ti, y seguro que también lo has notado.

Señor Mastache sintió amargura al pensar que su mujer le dejaba, pero dulzura al pensar en su anterior vida feliz con ella. Así que Naomí había hecho tallarines con una sabor mezclado de dulzura y amargura, nada delicioso, pero muy acorde con su estado emcional.

Señor Mastache detuvo su mano que estaba con sus palillos, luego miró a Naomí y dijo,

-Eres muy inteligente, pero lamento que no hayas cumplido mi petición anterior.-

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