La sala de recepción estaba tranquila, el cálido sol de invierno brillaba sobre la alfombra y todo parecía dorado.
A causa del frío, Naomí se acurrucó en el sofá.
Eso fue lo que vio Diego cuando entró.
En el pequeño sofá sólo cabía Naomí, haciéndola parecer aún más delicada.
Diego se sorprendió que se quedara dormida aquí.
Esperaba que Naomí se hubiera marchado por la impaciencia.
Después de todo, ella había actuado claramente como si no quisiera volver a ver a Diego cuando éste la había enviado a casa ese día.
Diego siempre había sido capaz de controlar muy bien sus emociones, y después de que ella le dijera que lo dejaba, estaba incluso dispuesto a alejarse de ella sólo para que pudiera ser feliz.
Porque no sabía cómo irían a cambiar sus sentimientos por Naomí.
Diego, sin saberlo, se había medio agachado frente a Naomí y le había mirado a la cara.
De repente, Naomí sintió con fuerza que alguien la miraba fijamente y abrió lentamente los ojos.
Era demasiado tarde para que Diego evitara su mirada, así que no quiso ocultar nada más.
Aturdida y confundida, Naomí vio el apuesto rostro de Diego y se despertó por completo, sentándose de inmediato y dejando caer su chaqueta.
-¿Qué haces aquí?
Miró a Diego nerviosa y tímida y se recogió el pelo, -Me quedé dormida.
-No duermas más en la sala de recepción -dijo Diego.
Naomí pensó entonces: "¿Será por el indecoro en la sala de VIP?"
Así que tartamudeó, -Perdón...
-Es invierno, puedes dormir en el descanso para evitar coger un resfriado.
Naomí estaba a punto de levantarse y recoger sus cosas cuando escuchó esto y se detuvo.
Sin saber qué decir y sin tener el valor de mirar a Diego, miró a su alrededor con una calma fingida y entonces vio la bolsa sobre la mesa.
Fideos para Diego.
-Por cierto, la entrega...
Antes de que pudiera terminar, Diego se acercó de repente. Naomí pudo incluso sentir su aliento y le miró con los ojos muy abiertos.
-¿Qué pasa?
-¿Ha mejorado la herida? -miró tranquilamente la mejilla de Naomí, antes hinchada, y ésta retrocedió en silencio y dijo, -Sí.
-¿Y la pierna?
Naomí asintió.
Pensando que Naomí le esperaba en la sala de recepción hasta que se durmiera, explicó Diego, -No importa, me da igual.
Naomí negó repetidamente con la cabeza.
-No, tendré que tirarlo.
Con eso, Naomí puso los fideos en la bolsa y Diego los cogió inmediatamente y los puso delante de sí.
-No te lo vas a comer, ¿verdad? Ya están fríos.
Naomí había mencionado los fideos para cambiar de tema, y se habría arrepentido si Diego se los hubiera comido.
Diego se sentó y volvió a abrir la tapa, y efectivamente los fideos estaban blandos y fríos.
Sin embargo, no quería decepcionar a Naomí.
Diego cogió el tenedor y se comió los fideos lentamente y con mucha gracia.
-Te va a doler el estómago -dijo Naomí preocupada.
Ella se adelantó inmediatamente y le cogió la mano, -Para.
El suave cuerpo de Naomí se apoyó en el suyo, y Diego la miró y finalmente dijo, -Vale.
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