Naomí estaba a punto de romper a llorar. Sólo cuando escuchó la suave respuesta de Diego se dio cuenta de que había exagerado.
Inmediatamente se soltó y dio un paso atrás, luego se adelantó de nuevo para recoger las cosas y meterlas en la bolsa.
Se hizo un silencio en la sala de recepción.
De repente llamaron a la puerta, fue Carmen con una sonrisa significativa.
-¿Habéis terminado con los fideos? Tiene una videoconferencia en cinco minutos, Sr. Diego. Aquí tiene los datos que necesita.
Diego frunció el ceño y Naomí se dio la vuelta.
El hombre refunfuñó para sus adentros, infeliz: "¿Otra reunión? Todavía no he tenido tiempo de almorzar."
-Bien, ya voy.
A continuación, Carmen saludó a Naomí y se marchó.
Naomí se inquietó aún más y se levantó con la bolsa, -Me voy, entonces.
Diego quería que ella se quedara, pero al pensar que ya había esperado hasta quedarse dormida, desistió.
El hombre dudó un momento y dijo, -Tu pierna aún no se ha recuperado y Santino te llevará de vuelta en quince minutos.
Santino acudió en cuanto recibió la llamada de Diego, que se fue antes de que empezara la videoconferencia.
Antes le preguntó a Naomí, -¿Vas a volver?
-¿Qué?
-Pues, mañana.
Naomí parpadeó y dijo con rigidez, -Creo que sí...
-Bueno.
Sólo después de que Diego se marchara, Naomí se dio cuenta de que el pulso se le aceleraba y pensó: "¿Diego me está invitando?"
Una idea que nunca antes había tenido el valor de imaginar fue creciendo poco a poco.
Pero al no atreverse a pensar en ello, sólo pudo proteger cuidadosamente la idea implícita.
Casi un cuarto de hora después llegó Santino, de pie y sonriente en la puerta con su camisa y su fina chaqueta.
-Hola, señorita Naomí, el señor Diego me ha enviado.
Naomí encontró a Santino especialmente simpático, ya que ella y Xenia habían viajado a menudo en su coche. Pero al ver el atuendo de Santino, Naomí se sintió avergonzada.
Aunque el invierno estaba a punto de terminar y mucha gente se había cambiado a chaquetas finas, Naomí seguía aferrada a su chaqueta de plumas y a una camiseta.
Esto le sería útil para cambiarle de ropa cuando cambiara el tiempo.
Pero sería posible que se rieran de ella, ya que algunos ya llevaban mangas cortas.
-Gracias por venir, Santino.
Además, sus manos, piernas y cuello, e incluso su cara, estaban engordando muy rápidamente.
Después de que Xenia se quejara a Naomí de esto, ésta se empeñó en buscar información en Internet.
-Muchas mujeres ganan mucho peso después de tener un segundo hijo y es más difícil recuperar la figura de antes, pero no te preocupes.
Xenia no creía que Simón fuera un hombre superficial, pero tampoco quería que su amado recordara lo fea que era.
Los ojos de Xenia se llenaron de lágrimas al pensar en esto, y le pidió a Simón que durmiera en la habitación de invitados por la noche en lugar de dejarle entrar.
Simón estaba preocupado por el repentino cambio de humor de Xenia. Al principio pensó que se trataba de una rabieta, pero al cabo de unos días Xenia se volvió más agresiva y no quería ni verle.
Simón estaba angustiado, no sabía por qué Xenia se comporta así, pero no se atrevía a irrumpir en su habitación y hacerla enfadar, así que finalmente se lo contó a Raquel.
Raquel también estaba muy confundida, -¿Qué está pasando? ¿Tienes una aventura con otra mujer? Simón, si ese es el caso, no te perdonaré.
Simón no contestó, con el rostro sombrío.
-¿No lo es? Dime -Raquel iba a obligarle a admitirlo.
-Vamos, sólo me preocupa que tenga un accidente.
-¿Quién sabe? -se burló Raquel, aunque sabía que Simón era un hombre decente y tenía un gran gusto por las mujeres.
Durante años sólo había tenido a Xenia como mujer.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa falsa de Simón