Sopló el viento de la noche. Se voló el cabello roto frente a la frente de Naomí. Los ojos debajo todavía estaban firmes, que no había expresión superflua en la carita blanca.
-He terminado lo que quiero decir. Si el presidente Diego no tiene otras cosas, por favor, váyase.
La alta figura permaneció en su lugar, sin ninguna reacción, solo un par de ojos oscuros mirándola.
No tenía la intención de irse. Naomí esperó un momento, pero él, todavía no se fue. Ella simplemente se dio la vuelta y regresó a la tienda sin mirarlo.
Al entrar, Brisa los miraba no muy lejos, observando con satisfacción a su hija hablando con el joven parado en la puerta.
Aunque la distancia no era muy cercana, Brisa vio claramente la apariencia del hombre. Era como un tritón de los pececillos, destacado entre la gente. Tenía un estado de ánimo tranquilo desde el principio hasta ese momento. No estaba emocionado. No era de extrañar que pudiese dejar que su hija se entristeciese por él.
Al ver que regresaba la chica, Brisa trató de detenerla, pero no pudo hacerlo, por lo que tuvo que seguir a Naomí a la cocina.
-¿Cómo está la charla? ¿Se lo has aclarado como te dije?
-Sí.
Naomí respondió de una manera triste. Originalmente estaba llena de entusiasmo, pero después de verlo a Diego, todo el cuerpo era como una marioneta que había perdido la cuerda, tendida allí débilmente, muy pesimista.
-Si lo has hecho, ¿cuál es el resultado? ¿Por qué te ves tan débil? ¿Es porque los dos no habéis llegado a un acuerdo?
-Mamá, no te rías de mí -Naomí volvió la cabeza y se acostó en la mesa.
Brisa volvió a girar al otro lado de inmediato.
-Me preocupo por la vida emocional de mi hija. ¿Cómo es que me río de ti? No me preocupan las cosas de otras personas. Miro desde la distancia y creo que es un hombre talento. Te ha esperado un día. No te preocupes solo por su propio mal humor.
-No lo hice. Me esperó solo por otras cosas. Ya se lo he dicho con claridad y no tendremos más contactos en el futuro.
En lo que respecta a la última oración, Naomí parecía haber perdido toda su fuerza y escondió su rostro en la palma.
Se quedó callada Brisa.
La hija lo había contestado así. Ella no sabía qué decir.
De esa manera, hasta que cerró por la noche el restaurante, aún estaba esa figura frente a la puerta. Varios empleadas terminaron del trabajo saliendo uno tras otro. Cuando salían, se juntaron y tuvieron una discusión susurrada.
-Mira, es tan guapo. Parece que es más guapo que el hombre que vino a buscar a la jefa la última vez. ¿La ha esperado por todo el día? ¿Por qué lo ignora?
-No lo sé. ¿Tal vez a nuestra jefa no le guste? ¿Es por eso que no quiere hacerle caso?
-Tiene buen gusto para elegir hombres. Aun no le agrada aquel tan excelente.
-Nuestra jefa es una mujer capaz, pero invisible. Dispone de un restaurante de lamían, e incluso le busca el hombre que conduce un coche de lujo. ¿Tiene otra mano en coquetear con los hombres?
-No digas tonterías. Nos ha dicho la madre de la señora sobre el señor Mastache la última vez, que le alquilaron el restaurante a nuestra jefa. Además, tiene esposa y la ama mucho.
-Vaya. Los hombres tiene poco enamoramiento. Solo hablan con la boca. ¿Quién sabe si se hará una pareja en el futuro?
-Nunca ha habido prisa por hablar mal de los muertos, así que no digas tonterías y vamos rápido.
Ellas se reunieron y se fueron.
Cuando Brisa empacó sus cosas y estaba a punto de irse, no esperaba que Diego todavía estuviera allí, por lo que no pudo evitar caminar hacia él y le dijo algo.
-Señor, váyase, ¿vale? Ha esperado un día y no ha comido nada.
Al ver la edad de ella, a Diego se le movieron los ojos, -Señora. Es un placer.
-Encantada. Soy la madre de Naomí -Brisa se presentó y luego le dijo-. No esperes más. Vuelve temprano. No te maltrates el estómago.
Las comisuras de los labios de Diego se movieron, revelando una sonrisa superficial.
-Gracias por la preocupación. Voy a esperar un poco más.
Brisa sintió que no lo podía persuadir y la otra parte fue muy educada, manteniendo una sensación de distancia. Lo que la sorprendió fue que él no le rogó a ella, la madre de Naomí, que hablase por él. Eso hizo que Brisa lo admirase aún más.
Entonces Brisa regresó a la cocina y tiró del cuello de Naomí.
-De todos modos, ya no planeas hablar con él. ¿Tienes miedo de pasar por él?
Al final, Naomí fue tirada por Brisa y pasó por Diego.
Pronto, al pasar, Naomí escuchó su voz fría.
-Tengo algo que decirte.
¿Tuvo algo que hablar con ella? ¿De qué? Naomí evocó una sonrisa de sarcasmo, sin responderle. Incluso caminó rápido.
Diego frunció el ceño levemente, no pudo evitar dar un paso adelante para bloquear su camino. Y luego miró a Brisa con disculpa.
-Lo siento mucho, señora, por demorarle unos minutos.
Brisa le declaró, -Resolvéis los problemas por vosotros jóvenes. Esperaré al lado, Naomí, hable de tono suave.
Naomí le contestó, -Mamá...
Ya era muy tarde. Muchas tiendas de la calle habían cerrado. Las luces de la calle alargaban mucho las dos figuras.
Al final del día, Diego parecía estar un poco avergonzado, sin lo refinado como de costumbre.
Mirándolo así, Naomí sintió alegría a escondidas. “Te hice experimentar el sentimiento habitual mío.” pensó.
Aquel día ella tenía tanta hambre así. Todo el día.
Si hubiese conseguido lo que quieres al final, habría estado bien.
Lamentablemente no. Resultó gravemente herida.
Al pensarlo, Naomí le dijo con frialdad.
-¿Tienes algo que decirme? Desafortunadamente, no tengo nada que hablar contigo.
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