Esposa falsa de Simón romance Capítulo 1155

Naomí corrió de vuelta a su habitación, jadeando mientras cerró la puerta, con el corazón latiendo violentamente. Se cubrió la cara con timidez, sintiéndose muy apenada. No se habría puesto tan nerviosa en ese momento, y habría actuado como si no hubiera pasado nada y habría respondido a la pregunta con calma.

Naomí se sentía tan tímida y humillada que ya no tenía cara a Diego. Naomí no sabía qué significaba el comportamiento de Diego la noche anterior, y pensaba que la mejor opción era fingir que no había pasado nada.

Pensando en esto, Naomí se decidió: si fingía que no había pasado nada y volvía a su estado normal, todas las dificultades podrían resolverse.

Naomí respiró profundamente y se armó de valor para abrir la puerta de nuevo. Justo cuando iba a bajar las escaleras, vio a Diego de pie a la puerta de su habitación. Asustada, dio varios pasos hacia atrás y preguntó:

-¿Qué estás haciendo aquí?

"¿No está abajo hablando con Carmen? ¿Por qué está aquí?"

-¿Comes tan poco?

Como Diego estaba preocupado por la salud de Naomí, lo primero que preguntó fue por qué ella comió tan poco. Naomí asintió ante eso y respondió:

-Estoy llena, no puedo comer más.

-Come un poco más y luego te llevaré de vuelta.

Naomí no había estado en casa toda la noche y sus padres debían estar preocupados por ella. De hecho, Diego la habría debido llevado anoche al hospital, y la habría enviado a casa después del tratamiento de médico.

Pero Naomí no quería preocupar a sus padres, así que le pidió a Diego que la llevara al hotel. Diego no quería que Naomí pasara la noche sola en el hotel, por no mencionar que todavía estaba…

Diego vio el corte en la cara de Naomí, que aún tenía ligeras marcas rojas a pesar de que le había aplicado una pomada anoche.

-¿Todavía te duele la cara? -inquirió de nuevo Diego en tono amable, alargando la mano y acariciando suavemente los moratones de la cara de Naomí.

Naomí no pudo evitar temblar como un cordero asustado, y Diego frunció el ceño al preguntar:

-¿Te duele? Hay que seguir usando la pomada.

De hecho, la herida de Naomí no le dolía ahora. Aunque la bofetada le dolió anoche, Diego le había dado una pomada antiinflamatoria, y Naomí la había usado en la cara anoche y ahora estaba casi curada.

Sin embargo, cuando las frías yemas de los dedos de Diego tocaron su mejilla, Naomí no pudo controlar sus sentimientos nerviosos y se estremeció, Naomí reprimió sus emociones y respondió:

-No me duele, estoy mucho mejor.

-¿Y la medicina que te dio el médico? -preguntó Diego.

-Está en la habitación, te lo traigo ahora.

-De acuerdo.

Así que Naomí cogió la pomada, se acercó a Diego y se la entregó obedientemente. Pero justo cuando Naomí estaba repartiendo la pomada, se le ocurrió que tenía la herida en la cara y que podría habérsela aplicado ella misma frente al espejo. Sin embargo, ahora que le había entregado la pomada a Diego, seguramente éste le ayudaría a hacerlo. Pensando en esto, Naomí trató repentinamente de detener a Diego:

-¡Prefiero hacerlo yo misma!

Naomí agachó la cabeza, tratando de evitar el contacto de Diego, pero éste ya había abierto la tapa y hundió sus dedos en la pomada.

-No te muevas.

Naomí pudo sentir el aliento de Diego rizando un pequeño mechón de pelo en su frente antes de rociarlo en su cara. Naomí parpadeó nerviosa al sentir los dedos ligeramente calientes de Diego deslizándose por su cara poco a poco. Hasta que el proceso terminó.

-¿Mamá?

-Hija, ¿no dijiste que ibas a volver a casa hoy? ¿Por qué no has vuelto todavía?

Naomí miró la hora; eran las ocho y media de la mañana, pero sus padres solían levantarse a las seis y media. Anoche habían pasado muchas cosas y sus padres de seguro no se durmieron bien. Naomí se sintió culpable y se apresuró a decir:

-Mamá, voy a volver ahora. No os preocupéis por mí, os lo contaré todo cuando vuelva.

-De acuerdo. Entonces vuelve rápido y no nos dejes esperar tanto tiempo por ti.

Tras colgar el teléfono, Naomí miró a Diego:

-Es que mi madre me quiere que regrese a toda prisa, yo…

-Pues vamos -Diego fue a su habitación para las llaves del coche, salió con una chaqueta puesta y otra en la mano y se la entregó a Naomí.

-Póntela, hace un poco de frío por la mañana.

Naomí cogió el abrigo y se dio cuenta de que era la chaqueta corta de Diego pero le quedaba bien. Se dirigieron a la puerta y Naomí se fijó en un par de zapatos para chicas en el zapatero, similares a su estilo.

-¿Los has traído para mí?

-¿O qué?

Diego, bien arreglado y, con las llaves del coche en la mano, se apoyó en la puerta mirándola.

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