Cuando Xenia regresó a la familia Leguizamo, se dirigió directamente a la cocina y preparó la sopa de arroz.
Supuso que Simón tendría que comer algo muy ligero por la herida.
Y también pensaba que la herida de Simón era en la espalda, ¿así que cómo iba a dormir durante la noche? No pudo tumbarse porque la herida definitivamente iba a empeorarse si fue presionada.
¿Iba a dormir boca abajo?
A Xenia se le ocurrió una escena muy distinta, donde aquella alta figura encogida encima de aquel catre, tumbando con miseria, y entonces ella no pudo evitar las ganas de reír.
Después de reír un par de veces, Xenia se sintió que él estaba miserable en este momento. Si no se hubiera dañado del ácido sulfúrico para ella, su espalda no se habría lesionado tan grave y la persona que yacía allí probablemente sería ella en vez de él.
Además, si él no lo hubiera hecho, entonces tanto su cara como su cuerpo habrían sido...
¡Qué terrible! Xenia no se atrevió a pensar más en ello, sino que fue a hervir rápidamente la sopa de arroz, luego cogió un termo para ponerlas. Después de pensar, salteó unos platos ligeros por su cuenta.
Solía cocinar bien, pero con menos frecuencia a lo largo de los años, porque Naomí era mucho mejor cocinera que ella y a Bernabé también le gustaban sus platos, así que cuando vivían juntas, era Naomí quien cocinaba.
Aunque la habilidad estaba oxidada, todavía no la abandonó.
Xenia se apresuró a preparar los platos, luego cargó el cubo del termo y fue a marcharse.
Justo cuando salía de la cocina, se encontró con Diego, cuyo rostro era indiferente y silencioso.
Ante la severa mirada de Diego, Xenia movió tímidamente el termo en la mano hacia el otro lado, intentando evitarlo.
Pero no sirvió de nada. ¿Cómo podía Diego no saber lo que ella quería hacer?
Pensando en esto, Xenia tuvo que quedarse quieta y miró a Diego.
-Hermano.-
Como sea, era necesario saludar.
Diego frunció sus finos labios y sus ojos era un poco fríos, -¿Aún sabes llamarme hermano?-
Xenia respondió, -¿Por qué no puedo llamarte así?-
-Has olvidado quién te hirió así hace cinco años?- Diego la miró fijamente, sin apartar la vista, -Han pasado cinco años. ¿Has olvidado todo eso y ahora todavía quieres encontrarte con él? Xenia, ¿dónde está tu autoestima?-
-Entonces, ¿qué crees que debo hacer? Ese hombre lo ha soportado todo para mí, y ahora yace en el hospital cubierto de heridas. Si no fuera por él, la que yace allí ahora sería yo, y probablemente serías tú quien me trajera la comida. Entonces, ¿todavía vas a detenerme?-
Diego dijo, -Si no fuera por él, no estarías en problemas. Si vuelves a acercarse a él, seguirás metiéndote en un lío en el futuro. Él puede soportarlo para ti por una vez, ¿lo puede por dos o tres veces? ¿O incluso toda la vida?-
Cuando escuchó la descripción de toda la vida, el rostro de Xenia cambió ligeramente.
-No quiero pensar en eso ahora y no tengo otros sentimientos sobre él. Incluso si el que me ayudó no era él, sino un desconocido, todavía iría al hospital para cuidar de él por la benevolencia, sin sentimientos personales.-
Diego la miró fijamente, -¿Estás segura de que no tienes sentimientos personales? Entonces, ¿puedes prometerme que no volverás a enamorarte de él?-
-Sí, te lo prometo.- Xenia asintió, -Nunca he querido volver a enamorarme de él, así que no te preocupes por eso. Además, lo que quiero decirte es que si voy a enamorarme de él, lo que es asunto mío que pueda manejar yo misma.-
Diego se le acercó y le agarró el hombro.
Mientras ella se mordía el labio inferior, Diego pensó en lo que había ocurrido aquel día.
En que la chica frente a él se acercó de repente y le besó. Nadie le había hecho una acción tan sorprendente, por lo que este incidente le afectó durante mucho tiempo, e incluso aparecía en sus sueños por la noche.
Naomí se estremeció al ver su mirada e inconscientemente dio un paso atrás.
-Si crees que lo que he dicho está incorrecto, entonces yo, entonces... me marcharé.-
Después de decir eso, se preparó a dar la vuelta.
Sin embargo, Diego le llamó de repente, -Tú.-
Naomí se detuvo los pasos y se volvió a señalarse a sí misma, -¿Yo?-
-Sí.- Diego respondió, con la mirada que se posó con firmeza en su rostro y, finalmente, no pudo reprimirse al trasladarse a sus labios.
La vista era tan brillante que Naomí lo sintió de golpe. Luego su cara se calentaba mucho, y al instante se sintió demasiado avergonzada, -¿Qué pasa?-
Diego no dijo nada, dando dos pasos hacia adelante, con un temperamento calma.
La cara de Naomí se puso muy roja y dio grandes pasos hacia atrás.
-Tú, ¿qué estás haciendo? No te acerques.-
Después de decir eso, se dio la vuelta y corrió de prisa.
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