Confusa, se detuvo de repente, porque nunca pensó que le habría saludado en la mañana.
“¿Es sueño o qué?” pensó Naomí, aturdida, y se esforzó por despejar la mente, no pudo.
Viéndola distraída, Diego cerró el libro.
“Pero si es sueño, ¿por qué estoy tan consciente? Y sus miradas ¿por qué son tan indiferente?” pensó Naomí, sentada al suelo.
Con mucho esfuerzo, se levantó del suelo con torpeza. Sin darse cuenta, se le cayó una cinta del vestido, mostrando su blanca y tierno piel.
Apenas la vio, Diego desvió la mirada.
Se mantuvo levantada, acariciando la cabeza, murmuró, “¿Por qué me siento tan pesada? ¿Dónde estoy? ¿Es mi sueño o realidad?”
La interrumpió Diego con palabras frías, -Ponte bien el vestido.-
Escuchándolo, bajó la cabeza y se dio cuenta de lo desordenado que era su vestido. Lo ordenó con vergüenza y pidiéndole perdón.
“Con lo indiferente que me trata Diego, es realidad.” Pensándolo, Naomí apretó con fuerza su mano y gritó, -¡Uy!-
“¡Es real!” de repente su rostro se demudó, “entonces me ha sorprendido lo fatal que estaba.”
En este instante, Diego estaba ya a su frente.
Mirando sus ojos, avergonzada, se retrocedió, -Per…Perdón, Diego, he sido sin querer…No, no intentaba…-
La miró atentamente, -¿No intentabas qué?-
-No intentaba flirtearme contigo…- lo contestó con mucho nervio.
Diego no dijo nada, solo la miró, con los ojos bien negros y oscuros.
Viéndolo tan serio, Naomí bajó la cabeza de vergüenza.
Pero le apretó de repente la barbilla con los ojos clavados en los suyos.
Sorprendida, lo miró con la máxima dosis de miedo, y con un corazón latido al ritmo rápido.
“Cálmate, Naomí.” Se dijo a sí misma, “¿Qué quiere este hombre? ¿Me va a besar?”
Pensando en sus besos, Naomí empezó a estar nerviosa con esperanza, luego cerró los ojos y preparó sus labios.
Pero pasaron mucho tiempo sin que le besara, tuvo que abrir los ojos, y en este momento, la observó inmóvil.
Viéndola enojada, Diego se recordó de su pasado, en el que era también terco como ella, creyendo que le entraba razón todo lo que se decidió hacer.
Viéndolo callado, Naomí siguió el discurso, -No hace falta que me rechaces hoy mismo. Te quiero, pero nunca te lo había confesado, entonces tu rechazo sirve para nada. No lo tomaré en serio.-
Cuanto más discutió con él, más se quedó enojada, con los ojos llenaron de lágrimas.
“Si todavía no te he confesado nada, ¿quién te permite rechazarme?” pensó con furia, luego secó las lágrimas de sus ojos, y dijo, -Te agradezco por haberme alojado ayer, ahora me tengo que ir.-
-Como quieras.- La contestó fríamente.
-Quítate la chaqueta.- Lo dijo.
-¿Cómo?-
-¿Quieres que me ponga así desordenada?-
Pasó una noche durmiendo con el vestido, ahora éste se encontró en mal estado.
Pensó un rato, Diego le dijo, -Mandaré que te traigan la ropa.-
-No,- rechazó Naomí, y le contestó en serio, -Quiero tu chaqueta ahora mismo, a cambio del daño que me has hecho.-
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa falsa de Simón