Pero Simón observó con más detenimiento la montaña de cosas que se amontonaban frente a él y todavía había una grieta en la calma que intentaba mantener. En la sala de conferencias, había escuchado al grupo hablar tan alegremente, pero no había esperado volver con cosas tan infantiles.
Las cejas de Simón se movieron un poco.
¿A los niños les gustaban estas cosas?
Simón nunca había sido padre y no tenía ni idea de lo que les gustaba a los niños, así que compraba todo lo que le recomendaban. Aunque a sus hijos no les gustara ninguno de estos regalos, había muchos para elegir.
Y los niños tienen una capacidad de atención limitada. Incluso el mero hecho de ver la pila de regalos les habría hecho muy felices.
La idea de que todo este esfuerzo que estaba haciendo ahora era para su futuro hijo hizo que Simón esbozara una auténtica sonrisa.
Rafael, que estaba de pie, no tenía idea de lo que pasaba por la mente de Simón, sólo que de repente sonrió. Esa sonrisa de amor paternal en el rostro de un padre es algo muy común.
Pero cuando aparecía en la cara de Simón, era un asunto diferente y parecía particularmente extraño.
Pero Rafael no se atrevió a decir lo que realmente pensaba y sólo pudo mirar en silencio el montón de regalos que tenía delante.
Aunque Rafael no sabía lo que estaba pasando, lo que el señor Simón estaba haciendo debía tener algo que ver con la señora Xenia.
***
Al final de la jornada escolar, Xenia va a recoger a Bernabé y ve una figura familiar frente a la escuela. Era Óliver, con una camisa blanca, apoyado en la pared y con un aspecto mucho más delgado.
Pero el apuesto rostro de Óliver seguía atrayendo las miradas de muchas de las mujeres presentes.
Cuando Xenia vio a Óliver, pensó casi inmediatamente en el momento en que unos días atrás Simón lo había tirado al suelo, sangrando por la comisura de los labios.
Me pregunto cómo le irán las lesiones.
Xenia tampoco había visto a Óliver en los últimos días y no tenía ni idea de lo mal que estaba.
Todavía no era la hora de terminar las clases y todos esperaban que los niños salieran antes, Xenia acababa de salir del coche cuando Óliver la vio y miró hacia ella.
La mirada de Óliver se detuvo en el rostro de Xenia por un momento antes de que Óliver se acercara a ella.
Xenia se quedó quieta y esperó a que Óliver se acercara a ella antes de que Xenia lo mirara.
Pero Xenia se sobresaltó con lo que vio.
Porque la cara de Óliver estaba magullada y morada y tenía un aspecto especialmente malo. Pero incluso eso no cambiaba lo guapo que era.
Era sorprendente que Simón hubiera golpeado tanto a su hermano aquel día.
Al ver la sorpresa en los ojos de Xenia, la sonrisa de Óliver se volvió amarga.
-Faltan diez minutos para el final de las clases y no es conveniente discutir aquí, ¿quieres hablar conmigo en otro lugar?-
Miró a su alrededor y encontró una zona menos concurrida y señaló, -Vamos a hablar por allí.-
Entonces se acercó primero y Óliver la siguió.
-Siento lo del otro día.-
Una vez que llegaron allí, Xenia se disculpó primero con Óliver, -No sabía que Simón estaría allí y es mi culpa que te hayan golpeado.-
-¿Te estás disculpando conmigo?- Óliver la miró, sus heridas hacían que su sonrisa pareciera especialmente miserable y Xenia casi tuvo miedo de mirarlo a los ojos y tuvo que apartar la mirada.
-Él es el que me pegó, ¿el hecho de que ahora te disculpes por él significa que lo has aceptado?-
-Pero yo no soy tu hermano mayor…-, la interrumpió Óliver, con sus emociones ligeramente agitadas, -Si realmente me consideras tu hermano, ¿por qué te resististe tanto cuando te ayudé antes? ¿No puedes tratarme como un hombre normal que te quiere? Simón hizo tantas cosas para herirte, y sin embargo volviste con él y yo no conseguí nada. Ni siquiera compartirás conmigo una pizca de piedad.-
Xenia dijo, -Los sentimientos no son la misericordia, no puedo darla.-
Óliver tenía un aspecto doloroso, parecía estar sufriendo terriblemente.
Sin embargo, Xenia sólo sintió miedo y se esforzó por retirar la mano. Pero al momento siguiente, Óliver cayó repentinamente al suelo.
Xenia estaba a punto de alejarse cuando oyó el ruido de la caída y se giró para encontrar a Óliver tendido en el suelo con expresión de dolor y un sudor frío en la frente.
Xenia se sobresaltó y se acercó de golpe a Óliver y se arrodilló, -¿Qué te pasa?-
Óliver estaba tumbado, con una mueca de dolor, con el sudor frío cayéndole de la cara, sin poder hablar. Pero consiguió abrir los ojos y agarró débilmente la mano de Xenia.
-No te… no te quedes con Simón, no te va a tratar bien… no va a…-
-¿Qué te pasa? No hables, llamaré a una ambulancia por ti.-
Xenia sacó su teléfono y llamó inmediatamente al número de emergencias. Después de decirles a los rescatistas dónde estaba, Xenia notó que la cara de Óliver estaba aún más pálida.
¿Cómo podía ser esto?
¿Qué le pasaba a Óliver?
Xenia se sentía agotada.
-Aguanta un poco más, la ambulancia llegará pronto.-
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa falsa de Simón