Por si Bernabé y Naomí y los demás volvían de repente y empujaban la puerta para verlos teniendo sexo.
Eso sería demasiado humillante para ella.
-No te preocupes.- Simón le murmuró al oído, -Acabo de cerrar la puerta con la mano al entrar.-
Así que había querido hacer algo así cuando llegó.
-Simón, bastardo…-
Todas las palabras posteriores de Xenia fueron detenidas por Simón. Sus bonitos ojos se abrieron de par en par mientras miraba a Simón, que estaba cerca con una desagradable sonrisa en la cara.
-Este es tu castigo por engañarme hoy.-
-Lo que te voy a hacer a continuación, será mejor que lo recuerdes también. Si vas a él una vez más en el futuro, te castigaré una vez, y si vas a él dos veces, te castigaré cuatro veces, ¿me oyes?-
-¡Eres un imbécil!- Xenia estaba tan enfadada que le golpeó en el pecho, pero poco a poco fue perdiendo las fuerzas y se deshizo en los brazos de Simón como una muñeca hecha de malvaviscos.
***
Era tarde cuando Naomí volvió con Bernabé, y justo cuando entraron, Naomí vio un par de zapatos de cuero de hombre adulto.
Se quedó paralizada un momento y luego miró hacia el salón.
El salón estaba tranquilo, como si no hubiera nadie.
Pero había varias cajas grandes en el salón y Bernabé se había puesto las zapatillas y corrió hacia ellas.
Naomí reaccionó y se apresuró a echar un vistazo también.
-¿Qué es esto?-
-Parece juguetes para niños.- Naomí echó un vistazo y se dio cuenta de que eran casi todos juguetes de niños, así que siguió con lo que tenía en mente.
El par de zapatos de cuero de hombre que había en la puerta parecía de buena calidad, no los zapatos corrientes que uno llevaría a simple vista. Y la única persona que Xenia habría traído de vuelta, supongo, era Simón.
No había nadie en el salón ni en la cocina, ¿podrían estar en la habitación de Xenia?
Ante este pensamiento, Naomí dejó la bolsa en la mano y se dirigió a la habitación de Xenia.
Con un poco de curiosidad, Bernabé la siguió hacia arriba.
Antes de que Naomí pudiera acercarse, escuchó un ruido extraño. Cuando Naomí se da cuenta de lo que es, se gira rápidamente y le tapa las orejas a Bernabé antes de tirar de él hacia abajo.
Bernabé la miró inocentemente.
-¿Tía Naomí? ¿Qué pasa?-
Naomí fingió estar tranquila y guió a Bernabé hacia los regalos, -Abramos esto primero y subamos después.-
-¿Por qué?- El ceño de Bernabé se frunció mientras miraba los juguetes que tenía delante. -No me gustan, y no son cosas nuestras, ¿por qué tenemos que abrirlas?-
Ante eso, Naomí no pudo evitar soltar una carcajada.
-¿Cómo sabes que no son tuyos? Eres el único niño en nuestra casa, así que si no son para ti, ¿son para mí o para tu madre?-
-Tienes razón.- Bernabé asintió y luego se preguntó, -¿Pero quién me los ha dado?-
Naomí no pudo evitar suspirar interiormente al recordar la voz que acababa de escuchar. Estos dos fueron increíbles, sabiendo perfectamente que ella y Bernabé volverían y terminarían teniendo sexo en la habitación.
¿No les preocupaba que los niños escucharan esto?
-Tendrás que preguntarle a tu madre sobre eso.- Naomí le dijo con una sonrisa, -Quizá veas a tu padre pronto.-
-¿Papá?-
Naomí estaba a punto de llamar a la puerta cuando ésta se abrió de repente.
Como Naomí acababa de estar tumbada de espaldas junto a la puerta, ésta se abrió tan repentinamente que perdió el apoyo y cayó hacia la habitación. La persona que abrió la puerta la esquivó fácilmente y Naomí cayó al frío suelo.
-Eso duele.- Naomí no pudo evitar maldecir al sentir que se le rompía la cara. Pero después de decir eso, sintió algo extraño a su alrededor y levantó la vista para encontrar a Xenia escondida bajo las sábanas, sonrojada y mirándola.
-Naomí, ¿por qué estás aquí…?- Xenia estaba demasiado avergonzada, no había esperado que Simón se vistiera y abriera la puerta de repente, Xenia aún no se había vestido.
Naomí desvió momentáneamente la mirada al ver a Xenia. Miró a Simón, que le abrió la puerta, y como Naomí estaba en el suelo en ese momento, Simón la miraba desde arriba, con ojos tan severos como los de un halcón.
Naomí se levantó apresuradamente del suelo y salió de la habitación.
-¡¡¡Disculpe!!!-
Dicho esto, Naomí volvió a cerrarle la puerta como si no viera la gélida mirada de Simón.
Cuando Xenia la vio, supo que había traído de vuelta a Bernabé, y no le importó el resto.
Una vez que Naomí estuvo de vuelta en su habitación, escuchó el sonido del agua de Bernabé en la ducha que venía del baño y recordó la cara de Bernabé que era exactamente igual a la de Simón.
¿Por qué Bernabé estaba tan guapo pero Simón daba tanto miedo cuando los dos eran iguales?
Naomí se frotó las mejillas y se estremeció al recordar la mirada asesina de Simón.
En cuanto Xenia vio a Naomí, supo que había traído de vuelta a Bernabé. Cuando Naomí se hubo ido, no le importó su timidez y salió directamente de debajo de las sábanas y se vistió rápidamente.
Entonces le dijo a Simón, -¿Estás vestido? Ya es demasiado tarde, así que por qué no te vas a casa primero.-
Simón la miró pensativo.
-Te dije que me quedaba.-
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