“Óliver habría investigado todo cuando les sorprendió en el supermercado. Con lo perspicaz que era él, no les dejaría escapar de nuevo.” Pensó Xenia.
-¿Así?- de ordinario tan silencioso, echó a reír Simón con una sonrisa helada.
Xenia se sintió inquietante por su sonrisa y le agarró la manga explicando, -Te prometo que no se lo dije nada a Óliver, lo sabía porque…-
-No importa ya, porque, de todas maneras, lo sabía él, mucho antes que yo, a pesar de ser su padre biológico. ¿No es así?-
Era la verdad, y Xenia no pudo encontrar ninguna razón para rechazarle.
Luego Simón cerró los ojos, con la frialdad y la seriedad disminuidas, -¿Algún error?-
Xenia bajó las miradas, -Sí, pero…-
-¡Basta!- la interrumpió, con un sorprendente tono de tranquilidad.
Viendo su estado calmante, Xenia se sintió aún más inquietante, -¿Qué piensas hacer conmigo?-
No contestó él.
-¿Vas a romper conmigo?-
En este momento, Simón abrió los ojos y la clavó los suyos, donde vio una tremenda tristeza, -No lo tengo claro.-
-¿Cómo que no lo tienes claro?- le preguntó con un rostro pálido.
Agarró Xenia de repente su manga con mucha fuerza y le dijo enojada, -¿Qué piensas hacer? ¿Has pensado en romper conmigo? ¿Por qué?-
Simón no dijo nada, inmóvil, rígido de confusión.
Con más fuerza agarró su manga, Xenia gritó -Dime, ¿si has pensado en romper conmigo?-
Escuchando su tono violento, Simón la miró con un rostro pálido y los ojos llenos de inquietud e interrogación, él sintió mucho dolor en el corazón.
De hecho, no había pensado ni un momento en separarse de ella, aunque le había mentido por tanto tiempo, porque ella era la que estaba esperando días y noches.
Con tantas dificultades y sufrimientos sometidos, había conseguido que ella volviera a su lado y fuera suya, nunca la dejaría escapar de nuevo.
No la contestó porque en este momento estaba confuso con lo ocurrido.
Simón bajó la cabeza y apartó su mano. Luego la vio sollozando con las lágrimas brillando en los ojos.
Con la furia dominada, Simón le gritó, -Suéltame.-
-No…- le suplicó con precaución, -Si te suelto ahora, nunca me vas a buscar.-
-¿Ahora te toca a ti temerosa de perderme a mí?- la contestó en un tono irónico.
Las lágrimas se detuvieron en sus ojos, bajo las cuales se volvió aún más delicada, como una niebla cubrió el cielo azul, el ambiente medio claro medio borroso aumentó su hermosura.
En cuanto se sentó al suelo, el frío le recorrió todo el cuerpo haciéndola congelada. De pronto se levantó.
Bajó al primer piso y nada vio.
Mantuvo ahí inmóvil por mucho rato, recordó de repente a su hijo.
Volvió a subir al segundo piso para buscarlo, pero no lo encontró ni siquiera su rastro.
Escuchando los ruidos violentos, Naomí salió del cuarto y se le acercó preguntando, -¿Qué pasó?-
En cuanto la vio, la gritó, -¿Has visto a mi hijo? ¿Dónde está?-
-¿Qué dices?- la contestó confusa, -¿Bernabé no está abajo con…?- de repente pensó algo, y la miró a Xenia con los ojos bien abiertos.
-¿No se lo llevará…?- detuvo de pronto sus palabras y la miró.
Entendida, Xenia se quedó pálida, inmóvil, -Se lo llevará su padre.-
-¿Qué hacemos ahora? Se lo arrebatamos o, ¿llamamos a tu hermano?- apenas sacó el teléfono, la detuvo Xenia.
-Para.-
“Simón está enojado por las mentiras, si acudimos a Diego, más enojado se volverá.” Pensó Xenia.
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