-Con cuidado.- Lo protegió Simón del posible choque cuando Bernabé bajó del coche.
Simón se agachó ante Bernabé y dijo, -¿Te abrazo?-
-No hace falta, gracias.- Dijo con firmeza y se marchó.
“Parece que sigue enojado conmigo, por mi incumplimiento de los deberes, o por haberlo llevado aquí solo sin Xenia.” Pensó Simón y recordó lo humillante que era Xenia cuando discutían en su casa, a la cual pocas veces vio en tal estado.
Luego se levantó y le siguió a Bernabé.
La Villa HoiKong era grande y con los pasos acelerados, la figura de Bernabé no tardó mucho en desaparecerse bajo la oscuridad.
-Tío Simón, ¿me vas a llevar luego a mi casa?-
Se detuvo Simón y dijo, -Ya es tarde, dije a tu mamá que hoy te alojarías aquí conmigo.-
Bernabé volvió la cabeza y le preguntó, -¿Mi mamá está de acuerdo?-
Ante sus ojos inocentes y oscuros, Simón sintió culpabilidad por las mentiras, y desvió su mirada diciendo, -Claro que consintió tu mamá.-
Luego Bernabé dijo, -Entonces dame tu celular, quiero llamar a mi mamá.-
-Toma.- En seguida se lo pasó.
-Gracias, tío Simón.- Luego corrió hacia dentro.
Viendo su figura tan pequeña, Simón se quedó muy confuso.
Había luchado mucho tiempo para aceptarlo creyendo que era hijo de su ex marido, pero, ¿quién hubiera pensado que habría sido su propio hijo?
Debería estar contento, pero se sintió enojado.
Le estaba mintiendo durante cinco años. A lo largo de la vida, ¿cuántos cinco años le quedarían a uno?
Claro que la amaba mucho, por ella podría sacrificarse en cualquier momento. Si no le hubiera mentido, la habría abrazado con mucha fuerza cuando le suplicó en su casa.
Pero estaba confuso, con emociones inexplicables.
Luego escuchó la voz de Bernabé, -Tío Simón, ¿cuál es la contraseña de la pantalla?-
-Pero te extraño mucho, mamá. Y han pasado mucho tiempo que no nos vemos, ¿no me preocupas?-
Escuchando sus sollozos, Xenia explicó, -Mi amor, no estoy preocupada porque sé con quién estás.-
Viendo entrar a Simón, la preguntó intencionalmente, -Tío Simón dijo que le permites llevárseme, ¿cierto?-
Se quedó de repente aturdida escuchando sus palabras, porque se lo llevó sin haberle avisado.
-Además, mamá, ¿por qué nos parecemos? ¿De verdad es mi padre?-
Simón se apoyó contra la puerta, lo vio echado al sofá, tan pequeño, con una voz tan tierna como un muñeco.
Se sintió muy feliz, pero luego se volvió inquietante, “Si Xenia no le dijo la verdad, lo voy a perder de nuevo.”
Simón estaba ansioso, esperando su respuesta.
Xenia dijo suavemente, -Sí, él es tu padre.-
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