Después de que Carmen le contara a Diego lo del embarazo, el ceño de Diego permaneció fruncido, durante toda la noche, igual a sus labios. Desprendía una emoción de ser inabordable.
Las enfermeras que vinieron a detectar a Xenia se asustaron por la temperamento de Diego. Tuvieron que cumplir con sus deberes y se fueron apresuradas.
Carmen era la secretaria de Diego, de años, así que conocía un poco su carácter.
En este momento, Simón desapareció, la boda no salió bien, mientras que Señorita Xenia estaba embarazada.
Si...suponiendo que de verdad había pasado algo a Simón y no se le podía encontrar, Xenia y el bebé tendría el peor destino. A pesar de que Carmen mantenía la actitud de que Simón estaría bien y sería encontrado.
Sin embargo, las cosas no siempre salen como se planean.
Hay tantas cosas que son tan impotentes ante las catástrofes naturales.
Después de pensar un rato, Carmen se levantó de repente, se acercó a Diego y se sentó a su lado.
-El médico dijo que el cuerpo de Señorita Xenia estaba muy débil. Es una suerte que no haya pasado nada y que la madre y el bebé sigan vivos.-
Los ojos de Diego se movieron, pero sus labios permanecieron fruncidos y no comentó sus palabras.
Carmen habló tanteándole, -En realidad, Señor Diego, creo que... El bebé viene a tiempo, al menos... Para Señorita Xenia, es algo bueno.-
Ante las palabras, Diego, que había permanecido impasible y silencioso toda la noche, levantó la cabeza y clavó la mirada en ella, separando sus finos labios, -¿Algo buena?-
Carmen respiró aliviada.
Ella adivinó lo que pensaba por la cabeza de Diego. Eso facilitaba las cosas.
Carmen sonrió levemente, su voz era suave y gentil, -Sí, Señor Diego, para decirlo sin rodeos... A Simón no se sabe en qué situación y Señorita Xenia solo quiere encontrarlo y morir con él. Tú y yo hemos estado en ese mar. A menos que el lugar donde se cayó Simón no esté allá en absoluto. Por lo contrario, después de la tormenta de la noche, hay muy pocas oportunidad de sobrevivir. Mañana tampoco hará un buen tiempo. Señor Diego,¿entiende lo que quiero decir?-
Diego frunció los finos labios y los ojos se oscurecieron.
“Sí, es cierto.” El lo aceptó.
Aquellas aguas eran intrínsecamente agitadas. Con la tormenta, ¿cuántas personas podrían... Sobrevivir de la noche tormentosa?
Temían que el equipo de rescate saldría mañana solo para recoger los cádaveres.
La gente siempre espera un milagro. Luego, aferrándose a la fantasía del milagro continúa esperando.
Pero, ¿sería un milagro si fuera tan fácil de ocurrir?
Con el corazón denso, Diego todavía rememoró el contrato que Simón le había dado poco antes de la boda, con todas las garantías.
Ese hombre iba a hacer todo para amar a Xenia, solo que ahora...
-Señor Diego, no quiero comentar lo de Simón y Xenia, sino que estoy analizando el asunto. Si algo le ocurriera a Simón, Señorita Xenia seguramente no sobreviviría. ¿lo crees?-
Diego dijo, -Tiene razón.-
Según su temperamento en los últimos dos días, aunque no buscara la muerte, ¿pero lo que hizo no fue una especie de suicidio crónico?
-Pero es diferente cuando estás embarazada... Por otra vida en el vientre Señorita Xenia es la que va a ser madre. No hay razón para que sea caprichosa y deje que el niño la acompañe a la muerte.-
Diego se quedó sin palabras.
-Por eso, Señor Diego, dije que el bebé llega precisamente.-
Los labios de Diego se movieron ligeramente. El no había sido madre ni padre. No tenía ni idea de lo que era ser uno de los padres.
Carmen era diferente, había sido madre. Debería ser capaz de comprender los sentimientos de Xenia más profundamente.
-Tal vez tenga razón.-
Entonces Diego salió de la habitación para pedir a alguien que informara al médico.
Xenia se quedó sin palabras.
Tomó otro sorbo y se sentó un rato sintiéndose menos mareada. Cuando Diego volvió, preguntó, -Diego, ¿qué hora es?-
Miró por la ventana, era de noche. “¿Aún no había amanecido?” ella pensó.
Pero ella notaba como si hubiera estado dormida durante mucho tiempo. Y afuera estaba silencioso, dejó de llover.
La tormenta no podía terminar pronto ni fácil.
¿Acaso que...
¿Era la siguiente noche?
Xenia se puso pálido inmediatamente. Quitó las sábanas para salir de la cama, pero Diego la detuvo antes de que sus dedos tocaran el frío suelo.
-¿Adónde vas?-
Preguntó a disgusto.
-Diego, ¿ha pasado un día, de verdad? ¿Dónde está Simón? ¿Aún no lo han encontrado?-
-Sí, ha pasado un día. En cuanto a Simón aún no hay noticias....-
-¿Y el equipo de rescate? ¿No han ido a buscar hoy? ¿Cómo es que no hay noticias?-
Vio tan pálida, tan débil que apenas podía sentarse. No obstante, al mencionar a Simón, volvió a la vida como si le hubieran dado una inyección de ánimo.
-¿Sabes lo débil que eres? ¿Puedes pensar por ti misma?-
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