Diego frunció el ceño y miró a la Naomí que tenía delante, sin darse cuenta de que acababa de dejarle escuchar la conversación por el móvil...
-¿No te quedas con Xenia?
Naomí se congeló y se mordió el labio inferior.
-Xenia tiene a Carmen con ella ahora, y me interesa más saber si el hombre que encontraron es Simón.
-Ahora mismo lo único que tengo es que se ha encontrado a la persona, pero todavía no se sabe si está viva o muerta, así que no hay que decir mucho.
-¡No te preocupes! -Naomí se apresuró a levantar las manos en señal de promesa, -Nunca diré tonterías, sólo quiero confirmarlo.
-Vamos -Diego se adelantó y habló con voz fría.
Al oír esto, Naomí se catapultó hacia el coche que iba detrás de Diego, y no sabía si fue por los nervios o qué, pero su cabeza chocó de verdad contra la puerta con un golpe seco.
El sonido fue bastante fuerte, y Naomí recibió un golpe, dando dos pasos hacia atrás y sentándose de culo en el frío suelo.
Diego miró hacia atrás justo a tiempo para ver la escena, luego frunció el ceño hacia ella, pero todavía no se movió nada.
Naomí se sintió tan avergonzada que se levantó rápidamente del suelo, dio una palmada para quitarse el polvo de las palmas de las manos y luego se levantó y volvió a subirse al coche como si nada hubiera pasado.
-Ejem, eso que estoy pensando en algo, por eso...
Ella no dijo estas últimas palabras porque notó que el rostro de Diego estaba frío y ni siquiera sus ojos eran cálidos.
-Siéntate y cállate.
Naomí no se atrevió a hablar más, ni siquiera a levantar la respiración, sino a cuadrarse en silencio y mirar al frente.
Este asunto era importante para Diego e importante para ella, no debería haberse hacer así.
De repente, se sintió un poco molesta.
Una vez que el coche se puso en marcha, también se hizo el silencio en el interior.
Naomí no dejaba de preguntarse qué le había dicho el llamador a Diego hace un momento, y qué le había pasado ahora.
Tenía muchas ganas de ver pronto a Simón, si pudiera verlo sano y salvo, entonces Xenia no tendría que estar tan deprimida.
"Dios, debes mantener a Simón a salvo, la salud de Xenia es tan precaria y ahora está embarazada, no puede permitirse este tipo de tormentos." Naomí mantuvo las manos juntas en su corazón y siguió rezando.
No sabía cuánto tiempo llevaba el coche, pero finalmente se detuvo y Naomí asomó la cabeza mientras Diego hablaba con frialdad.
-Bájate.
Naomí se estremeció de miedo y se apresuró a abrir la puerta del coche.
Esta vez ella se movió con cuidado, asegurándose de no golpear la puerta, y sólo después de que sus pies estuvieran a salvo en el suelo soltó la respiración.
Un hombre custodiaba la puerta, y que había estado mirando hacia aquí, cuando vio a Diego y se dirigió rápidamente hacia él.
-Diego, por fin estás aquí, te estamos esperando desde hace tiempo.
Diego frunció el ceño y dijo fríamente, -¿Dónde están todos?
El hombre miró al Naomí detrás de Diego, rápidamente retiró los ojos y dijo suavemente, -están dentro, ven conmigo.
Diego le siguió, y Naomí siguió sus pasos, como un gusano arrastrado.
-Cuando lo encontramos, todo su cuerpo estaba cubierto de heridas, incluso esta cara.
Al oír estas palabras, los pasos de Diego se tambalean.
Su grito sobresaltado atrajo una mirada fija del hombre y algo de descontento en respuesta a sus palabras.
-Eso no se puede evitar, ya es bastante difícil devolverle la vida cuando está tan malherido, no es realista esperar que no le deje una cicatriz o algo así.
-Pero una cicatriz no debería quedar en la cara -Naomí seguía sintiendo el corazón roto por Xenia; las heridas de su cuerpo podían cubrirse con ropa, ¿cómo iba a ocultar las de su cara?
Cuanto más pensaba Naomí en ello, más triste se sentía por la pareja.
Sin darme cuenta, bajó la cabeza, sin saber que la persona que tenía delante se había detenido, por lo que sucabeza chocó con él sin previo aviso.
¡Bang!
A Naomí le dolió la frente y dio dos pasos bruscos hacia atrás, levantando la vista para ver a Diego mirándola fríamente.
Frunció los labios, con una expresión de desagrado.
-¿Qué estás haciendo?
Naomí negó con la cabeza y levantó la mano, justificadamente, para cubrirse la frente dolorida por el impacto.
-Lo siento.
Diego retiró su mirada.
-Diego, el herido está dentro, el hospital ha dado instrucciones para que no entremos muchos, así que no te acompañaré dentro, vigilaré fuera.
-Vale.
Diego asintió, levantó la vista y atravesó la puerta.
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