Naturalmente, Naomí le siguió.
La sala estaba tranquila, y en la cama yacía un hombre con todo el cuerpo vendado, hasta la cara, al que sólo le quedaban dos ojos.
Este aspecto había hecho imposible reconocer quién era.
Diego se quedó mirando la cama un momento, se volvió impotente hacia Naomí, que estaba detrás de él, y dijo fríamente, -Ve y tráeme a alguien aquí.
-¿Qué pasa?-
Naomí sintió que algo iba mal, -¿No te dijo que el médico dijo que no debía entrar mucha gente a molestar?
-Estoy aquí para confirmar su identidad, ¿cómo se ve envuelto así?- Señaló la bola blanca en la cama del hospital.
-¿No te dijo que todo su cuerpo está herido? Incluso envuelto como una bola, es algo normal.
Diego la miró fijamente.
-¿Ahora me contradices?
-No, ¿cómo me atrevo? Llamaré a alguien de inmediato.
Así que Naomí salió.
Después de escuchar su elaboración, el hombre afuera se rascó las orejas con expresión de dolor, y al cabo de un momento dijo, -¿Voy a pedirle al médico que venga a quitarle todas las gasas del cuerpo?
Ante estas palabras, Naomí no pudo evitar quedarse mirando.
-¿Estás loco? Al médico le costó mucho envolverlo así, y tú conseguiste que el médico le quitara la gasa del cuerpo, o estás loco o el médico está loco, ¡si no cómo pudo el médico acceder a una petición tan poco razonable por tu parte!
-Pero no hay manera de identificar a la gente si no se quita la gasa. Pero...
Este hombre estaba un poco indeciso.
-¿Pero qué?- La mirada de Diego se dirigió a él.
Este chico dudó un rato antes de decir, -Aunque le quiten la gasa, probablemente no reconocerás las lesiones de su cuerpo y esas heridas de su cara que ya están ensangrentadas, y es posible que no puedas soportarlo en tu corazón.
El ceño de Diego se arrugó con más fuerza.
Parecía que se trataba de una herida realmente grave, en cuyo caso no se podía quitar la gasa de forma indiscriminada, o de lo contrario provocaría que la herida se deteriorara y ¿qué pasría si se perdiera la vida?
¿Qué le diría entonces a su hermana?
Pensando en ello, Diego sólo pudo volver a abrir la boca, -¿Dijo el médico otra vez, sobre cuándo se quitaría la gasa?
-Supongo que tardará unos días en mantenerlos.
-Bien, lo tengo, puedas salir primero.
El joven asintió con la cabeza, luego se dio la vuelta y salió.
Cuando hubo salido, los ojos de Diego se posaron en el rostro de Naomí, -Las cosas siguen inestables, no digas tonterías delante de Xenia.
Naomí se apresuró a asentir, -No te preocupes, aunque no me des instrucciones, sé qué decir y qué no. Con Simón herido así, es mejor no dejar que Xenia sepa que lo hemos encontrado.
-Ahora que lo sabes, no necesitas que me moleste en recordártelo.
Naomí hizo un pequeño mohín de desagrado.
-No soy estúpida, ¿cómo no voy a entender estas cosas?
-¿Qué has dicho?
Como acababa de hacer un ruido muy pequeño, Diego no la oyó con claridad.
-Nada -Naomí negó con la cabeza.
Diciendo esto e inclinando la cabeza con gran frustración.
Parecía que, tras el rechazo de Diego, se había vuelto más y más pelele frente a ella.
Y la forma en que se trataba a ella, se volvía más y más indiferente.
Naomí volvió a pensar en la figura que acababa de ver y seguía sintiéndose extraña, así que transmitió sus pensamientos a Diego, que no pudo evitar fruncir el ceño ante lo que dijo, -¿Qué?
-No quise decir nada más, sólo estaba exponiendo mis sentimientos, después de todo, el hombre estaba cubierto de gasas e irreconocible, así que...
Los pasos de Diego se detuvieron de repente y Naomí no lo vio detenerse porque estaba pensando, así que se golpeó la espalda una vez más.
Naomí se cubrió la nariz y la frente con un doloroso golpe y miró impotente a la persona que tenía delante.
-¿Por qué has vuelto a parar?
Diego se giró y su profunda mirada se posó en el rostro de ella.
-¿Tienes que ir detrás?
-¿Eh?
-Camina hacia el frente.
Su voz no estaba enfadada, pero transmitía una autoridad autoimpuesta que pronto hizo que Naomí le obedeciera y caminara obedientemente hacia él.
Los dos continuaron su camino, sólo que esta vez fue Naomí la que se adelantó, Diego siguió rápidamente sus pasos y se puso a la altura de ella.
-¿Qué significa lo que acabas de decir?
Naomí se quedó sin palabras. Ella había pensado que no le importaba en absoluto.
-No quise decir nada más, sólo pensé que era extraño.
-¿Intentas decir que el hombre no es Simón en absoluto?
Los ojos de Naomí se abrieron de par en par y se detuvo en seco para sacudir la cabeza enérgicamente.
-No he dicho eso.
Ella no se atrevería a hacer un comentario casual, sólo una sospecha.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa falsa de Simón