-Mi amor, ¿te has comportado bien con los compañeros?
-¡Claro que sí! -dijo Bernabé.
-Muy bien, mi amor -sonrió Xenia.
Viendo lo dulce y lo blando que era su rostro, Xenia quería acariciarlo y abrazarlo fuerte.
“¡Qué pobre de mí!” pensó Xenia, triste, “Los dos hombres importantes en mi vida se encuentran ahora todos separados de mí.”
-¡Mamá te echo de menos!
Sonrió Xenia.
Luego Bernabé le suplicó con los ojos inocentes, -Mamá, ¿puedo estar a tu lado? Naomí dijo que has encontrado a papá, yo quisiera…
De momento, Xenia no quiso decirle que Simón había perdido la memoria para que no sufriera más.
Entonces le explicó, -Por ahora no, estoy ocupadísima, cuando termino todo, te visitaremos papá y yo, ¿de acuerdo?
Resopló Bernabé y le contestó enfadado, -Mamá, ¿por qué siempre sobrellevas todo? Yo quería ayudarte.
-Un niño como tú no eres capaz de ayudarme aún, además -detuvo Xenia con tristeza, -Hay cosas que no son tan fáciles como te imaginas.
Dándose cuenta de su bajo ánimo, Xenia le respondió con sonrisa, -Mi amor, si te comportas bien, papá y yo ya te visitamos, ¿vale?
-Vale.
-Si te comportas bien, te haré un regalo -dijo Xenia.
-Vale, mamá, prométemelo.
No terminó la charla Bernabé hasta que Naomí le arrebató el teléfono y lo empujó para la ducha.
-Xenia, ¿cómo ha marchado todo? -preguntó Naomí.
Con lo cansada que estaba hoy, Xenia no consiguió verle a Simón en persona. Si seguían así los siguientes días, no habría ningún avance.
-¿No me digas que no lo has visto todo el día? -Naomí le preguntó.
-Lo he visto una vez, pero… -detuvo Xenia porque le pareció que el encuentro era un poco decepcionado.
-Pero ¿qué? Dime de una vez -Naomí le apresuró.
-¿Por qué tienes tanta prisa? -echó a reír Xenia.
-¡Ay! -gritó Naomí desalentada, -Así soy yo, al mismísimo emperador no le daba ninguna prisa, pero a su cortesano, sí, y bastante.
Siguió sonriendo Xenia, pensando que así sería su mejor amiga, que le prestaba importancia y siempre estaba preocupada por lo suyo mucho más que ella misma.
-Señor Simón llegará a la empresa en menos de una hora. Limpia su oficina antes de que llegue. Recuerda que no deja ni un rastro de polvo. Si lo haces mal, se quedará enfadado.
-Vale -Xenia se fue directo a su oficina.
Ella era consciente de su extrema exigencia sobre la limpieza.
En cuanto llegó a su oficina, descubrió que estaba muy limpia, casi no quedaba nada sucio.
Así cuando Xenia volvió a la oficia en menos de veinte minutos, Giuliana la preguntó sorprendida, -¿Segura que has limpiado todo?
-Sí.
-¿Todo? -repitió Giuliana.
-Claro -asintió Xenia con firmeza-, Nada sucio.
Viendo sus ojos inocentes y sinceros, Giuliana no siguió interrogándola pensando que quizás ella trabajaba con eficiencia.
Cuando Simón llegó, le llamó a Giuliana gritando, -¿Quién hizo la limpia hoy?
Se quedó Giuliana aturdida y preguntó, -¿No lo hizo bien?
-Antes de que me ponga enfadado, que lo haga otra vez -ordenó Simón.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa falsa de Simón