Esposa falsa de Simón romance Capítulo 933

Ella lo sabía.

Desde luego lo sabía, aunque Naomí no se enamoró a Diego a primera vista, más o menos.

Antes de declarárselo, el amor no correspondido había mantenido un largo tiempo, que era un amor tácito, pero finalmente ella se había animado a decírselo.

Tal vez como Diego siempre se quedara soltero, y ella nunca volvió a encontrar a un hombre que pudiera hacerla latir el corazón. Si ella hubiera estado callada, perdería más su tiempo y juventud, por eso, se había decidido a declarárselo.

No era incorrecto que una chica se animó a perseguir el amor y la felicidad.

Naomí era su buena amiga, y le creía mucho, además, pensaba que su hermano insociable se volvería vivo si estaba junto con una chica calurosa.

De lo contrario, Diego se hallaba inactivo todos los días.

De hecho, en los tiempos se llevaba con él, Xenia sentía que su hermano casi se hacía un humano sin sentimiento ni humor, salvo que él siempre mimaba a ella esta hermana menor.

Ella deseaba más que nadie que hubiera una chica que pudiera acompañar a Diego.

Él siempre prestaba toda su atención a ella. Si él pasaba la vida entera con este estado, sería injusto para él.

A pesar de que él no lo pensara, Xenia se moriría de la culpa.

-¡Vaya! No lo descubro hasta decir tú, mi móvil está apagado, ahora... tu hermano no sabe dónde estamos yo y Bernabé, no sé si me ha llamado...

Al final de las palabras, Naomí se levantó de la silla y se dirigió corriendo a la habitación.

Ella fue a encontrar su móvil, hizo clic, como lo que supuso, estaba apagado. Intentó encenderlo, pero la pantalla mostró batería baja, y había muchos llamadas y mensajes perdidos,

Naomí se inclinó para coger la cargador para cargar el móvil, luego se sentó y leyó los mensajes.

Entre las llamadas perdidas, hay unas de empleados de la empres y de clientes, pero la mayoría de Diego, aquel diablo indiferente.

Naomí abrió los mensajes, que eran muy simples.

-¿Estás junta con Bernabé?

-¿Dónde estáis?

Solo había dos. No sabía si Diego ahora se quedaba enfadado o se le molestaba.

Al principio, quería ejecutar primero e informar después, pero había ocurrido mucho inesperado, ella se lo había olvidado.

Al pensarlo, Naomí levantó la mano y golpeó su cabeza con fuerza.

-¡Tonta, tonta, tonta! ¡Qué tonta! Tú eres su admiradora, ¿cómo puedes ignorarle? ¡Te doy un minuto para arrepentirte! -se decía.

Un minuto después.

Le devolvió el mensaje con las manos temblorosas.

No había ninguna respuesta, Naomí llevaba unos minutos esperándole sostenida el móvil, pero todavía no recibió nada mensaje de Diego.

¿Acaso él realmente se enfadó, o estaba trabajando, por eso no lo vio?

Naomí miró el reloj, ahora casi era mediodía, y había una diferencia horaria de siete horas entre aquí y su país, por eso, en el país, debía ser medianoche.

Pues era normal que Diego no le respondió el mensaje, estaría descansando.

Al pensarlo, la chica dio un suspiro de alivio. Diego podría ver el mensaje cuando se despertara.

Ella puso el móvil en la habitación para cargar, luego salió.

En cuanto se sentó a la mesa, Xenia descubrió que ella estaba preocupada, y tenía una cara pálida.

Mientras desatentamente tomaba las comidas que le había preparada Naomí, le preguntaba, -¿Qué pasa?

A su lado, Naomí le guiñaba, mientras tento, le preguntó con voz baja, -Viene el abuelo de Simón, ¿Te meterás en lío? ¿Voy a encontrar a Simón?

Le mostró una sonrisa suave, luego le negó la bondad, -No hace falta. Regresa a la habitación si tienes miedo, voy a atenderles.

Agitó la cabeza de inmediato, le dijo con voz bajo, -¡No! ¿Cómo puedo dejarte en esta emergencia? ¡Somos buenas amigas!

Después de decirlo, le cogió del brazo fuertemente.

En realidad, esto era una molestia para Xenia. Ella esperó que Naomí fuera obediente y volviera a la habitación.

-Abuelo, Dylan.

Xenia no les saludó hasta que ellos se le acercaron.

Cuando Jorge oyó que le saludó, se enfadó como un león, -¿Abuelo? ¿Quién es tu abuelo?

Naomí no aguantó fruncir las cejas.

Como lo que pensaba, el abuelo de Simón era difícil, casi no podía imaginarse cómo Xenia había vivido con él.

Jorge vio que Naomí le miraba con ceño fruncido, dio una tos, dijo, -Quieres ser la esposa de mi nieto, tengo que observar tus comportamientos siguientes.

La fealdad familiar no se podía publicitar. A pesar de que no sabía quién era la chica, si ella sintió que él no era un abuelo amable, se perdería su honor.

Xenia sonrió, no le importó.

-¿A qué vienen ustedes hoy?

-¿Cómo? ¿Esta casa es tuya? ¿No puedo venir?

Dylan le contestó con sonrisa, -Señor Jorge viene por su bisnieto.

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