—Sí... eso fue lo que pasó... —respondió Omar, pero pensó que algo estaba mal.
Sin embargo, Magdalena lo detuvo al instante:
—¡Ornar! ¿No me dijiste que ambos estuvieron bebiendo juntos y tuvieron un malentendido después?
-¡Gran señora Quiroga, yo no bebí con él, ni hubo ningún malentendido! -objetó Sabrina.
En ese momento, Magdalena quiso volver a argumentar a favor de su hijo, pero Ágata golpeó con furia la mesa a su lado y señaló a Lorenzo:
-¿Estás loco? ¿No es bastante obvio quién es el acosador aquí? Y, sin embargo, ¿todavía los apoyas? Estás ciego... ¡ciego, te digo!
-Madre, ya es bastante malo que no des a tu propia nuera y a tu nieto el beneficio de la duda. ¡Ahora confías en alguien que acaba de entrar en la familia Quiroga! Desde lo que le pasó a Yamila, te has vuelto ridiculamente irracional estos últimos años -dijo Lorenzo mientras sostenía la mano de Magdalena, era evidente que intentaba protegerla. Ágata se rio a carcajadas.
-¿Soy yo la que tiene la culpa aquí? Solo mira lo que le has hecho a tu propio hijo y a Yamila por culpa de esta mujer -dijo.
Ágata y Lorenzo estaban a punto de empezar una pelea cuando Magdalena se arrodilló de repente delante de la anciana.
-Madre, todo es culpa mía. - Lloró por lo bajo y se disculpó—: Conocí a Lorenzo de joven y nunca me preocupé por un estatus legítimo. Si Yamila no hubiera fallecido inesperadamente, nunca habría aparecido con Ornar aquí. Solo quería estar al lado de Lorenzo y vivir una vida tranquila con él.
Lorenzo y Ornar se apresuraron a ponerse en pie y fueron a ayudar a Magdalena a levantarse. Al mismo tiempo, el muchacho le lanzó a Sabrina una mirada fulminante, llena de odio, luego levantó la voz a propósito y dijo:
-Madre, ¿qué estás haciendo? Por favor, levántate.
Sabrina debería ser la que se arrodille para disculparse, ¡no tú!
-Magdalena, tiene razón. Eres una gran persona, pero demasiado buena —suspiró Lorenzo y trató de ayudarla a levantarse también.
Sabrina los miró a los tres y se quedó sin palabras. «Ah, ahora entiendo por qué dicen que la belleza está en el ojo del que mira. Incluso una mujer conspiradora como Magdalena puede ser considerada "buena"».
Sin embargo, Ágata vio las intenciones de Magdalena y se burló:
-Que se arrodille. Debería haberse arrodillado hace mucho tiempo y pensar en lo que ha hecho mal.
En ese mismo instante, Emiliano había bajado las escaleras. Como estaba saltando, estuvo a punto de tropezar y caer en el último escalón, pero, por suerte, Sabrina reaccionó rápido y lo agarró antes de que pudiera caer al suelo. Sin embargo, él le tomó las manos y se rio
como un tonto:
-Cariño, ¿qué haces aquí? Tengo mucha hambre. ¿Por qué no estamos comiendo todavía?
Sabrina no sabía cómo responder en esa situación y solo pudo decir:
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposa Sustituta, Matrimonio Verdadero