Esposa Sustituta, Matrimonio Verdadero romance Capítulo 12

Mientras tanto, Sabrina se cambiaba de ropa en el amplio vestidor y se retocaba el maquillaje. Sabía que el haber herido a Ornar todavía no estaba olvidado; alguien como él no la dejaría salirse con la suya con tanta facilidad, y Emiliano no sería de mucha ayuda porque tenía que actuar como un tonto delante de ellos. Sin embargo, no había forma de escapar de lo inevitable: pasaría lo que tuviera que pasar.

No mucho después de cambiarse, escuchó la voz de la sirvienta detrás de la puerta:

-Señor y señora Quiroga, el señor Lorenzo ha regresado y quiere hablar con ustedes.

—Emiliano está en la ducha porque acaba de regresar del hospital. Necesita descansar. ¿Nos necesita para algo el señor Lorenzo? —respondió Sabrina.

-El señor Quiroga no tiene que bajar, pero el señor Lorenzo la manda a llamar a usted, señora Quiroga -dijo la sirvienta con brusquedad a través de la puerta.

-Muy bien, iré a verlo ahora.

—Esperaré en la puerta y la acompañaré —dijo la sirvienta de nuevo desde afuera.

Sabrina estuvo a punto de refutar que podía caminar sola, pero se contuvo. Era evidente que la sirvienta tenía miedo de que se escapara y luego no pudiera explicárselo a Lorenzo, porque, después de todo, era probable que el hombre quisiera darle una lección a la esposa de su hijo. Respiró profundo antes de abrir la puerta y luego siguió a la sirvienta, de cuarenta años, por las escaleras.

En ese momento, Emiliano había terminado de ducharse y había salido del baño. De casualidad escuchó la conversación entre Sabrina y la sirvienta, Silvia.

«Esta mujer de verdad planea enfrentarse a mi padre sola. Bueno... era de esperarse de Magdalena y de ese inútil de Ornar. No importa qué miembro de la familia Acosta pase a ser parte de la familia Quiroga. Ahora que Sabrina es mi esposa, no me quedaré de brazos cruzados». Sacó su teléfono con una sonrisa imperceptible en los labios y marcó un número.

Justo entonces, Sabrina había llegado al vestíbulo. Lorenzo llevaba un traje gris oscuro, con el cabello bien peinado hacia atrás y estaba sentado en una silla de madera roja como todo un caballero. Por su lado, Magdalena estaba de pie junto a él con un vestido tubo clásico de color violeta y una chaqueta de punto calada con perlas. Su aspecto y comportamiento coincidían con los de él, y parecía amable y cariñosa. Al menos eso era lo que parecía...

A Ornar le habían tratado la herida en la cabeza y se la habían envuelto en gasas, pero seguía mirando a Sabrina como si estuviera a punto de desollarla viva. Sin embargo, ella no se preocupó por él y pasó por delante de Lorenzo con educación. Vio la tetera y las tazas en la mesa redonda junto a la silla y sirvió una taza de té antes de pasársela a Lorenzo con respeto:

Sin embargo, Lorenzo intervino antes de que ella tuviera la oportunidad de hacerlo. Revoleó los brazos y tiró la taza de té que Sabrina tenía en las manos.

—¡Basta de tonterías! —bramó—. ¿Cómo te atreves a herir a Ornar habiendo apenas puesto un pie en esta casa? ¡Qué atrevimiento! Ahora arrodíllate y pídele disculpas.

Sabrina se puso de pie y miró a Lorenzo directo a los ojos. Como era de esperar, sin duda era alguien con poco juicio.

«¿Acaso la familia Quiroga es un antiguo palacio real? Solo he pasado, ¿cuánto?, dos días aquí, ¿y me han pedido que me arrodille una que otra vez? ¿Creen que soy una maldita esclava?»

—No hice nada malo. Él es el que tiene la culpa, así que no me disculparé.

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