Era preciosa cuando estaba concentrada, pero era más linda todavía porque estaba sana, o al menos así le parecía a Charlie. La vio hacer operación tras operación sin detenerse hasta que finalmente se echó atrás en la silla y suspiró con nerviosismo.
—Listo, oficialmente somos pobres hasta el mes que viene que logremos cobrar el salario de la empresa —murmuró ella—. Supongo que podemos usar la tarjeta corporativa mientras tanto.
Charlie asintió, pero no se molestó en decirle que acababa de llegar y no le habían dado la suya.
—Entonces ¿ahora qué? —le preguntó.
—Ahora tenemos que poner estas acciones a nombre de un familiar que nos apoye —sentenció Faith y los dos dijeron al unísono—: Mitch.
—Sí, Michael es la mejor opción. Sabe que al tío Kainn no le va a gustar pero todo sea por la familia.
Los dos se quedaron en silencio por un largo momento hasta que ella se restregó la cara con las manos.
—Está bien, entonces haremos eso. Mañana pondremos todo a nombre de Mitch y luego... luego vamos a rezar porque mi padre no nos mate —suspiró ella.
Charlie se despidió de ella y esa noche se quedó a dormir en la pequeña habitación de su oficina. No sabía si podría seguir siendo el gerente de aquella compañía con todo lo que estaba pasando, solo sabía que no podía volver a fallarle.
El día siguiente fue caótico y agitado. El papeleo, los trámites, autorizaciones, cesiones de derechos. Charlie y Faith se volvieron como locos porque solo tenían veinticuatro horas para resolver lo que normalmente tardaba una semana en hacerse, pero finalmente a las once de la noche de ese día pudieron enviarle a Michael la constancia de posesión de aquel paquete de acciones.
—Nos vemos mañana a las diez en la empresa —le pidió Faith—. Gracias Mitch.
—De nada, mi niña. Verás que todo se va a arreglar, ten fe.
Faith colgó la llamada y se giró hacia Charlie, que estaba tirado en un sillón con los ojos nublados de cansancio en medio de aquel sopor que no era sueño profundo pero tampoco estaba despierto. Le constaba que ese día apenas habían probado bocado porque él no se había separado de su lado ni una sola vez, así que ordenó algo de comer y cuando le avisaron que ya estaba en la puerta, lo hizo levantarse.
—Vamos, al baño, date una ducha, que nadie debería cenar oliendo a perro mojado —murmuró ella y él trató de sonreír mientras arrastraba los pies hacia el cuarto de baño.
Cinco minutos después ella tenía lista una bandeja con comida tailandesa y Charlie sonrió por lo bajo.
—¿Tiene picante? —le preguntó.
—Como para que llores, ahora siéntate a comer, vamos.
Cenaron en silencio, y para cuando terminaron ya estaban los dos cabeceando del sueño. Por desgracia quedaban algunos detalles que ajustar, así que trataron de solucionarlos hasta que el cansancio les ganó a los dos.
Cuando Faith volvió a abrir los ojos en la madrugada, ni siquiera sabía dónde estaba, solo que el calor de un cuerpo a su espalda se resultaba familiar. Se dio la vuelta despacio para ver a Charlie allí, con un brazo alrededor de su cintura y la nariz enterrada en la curva de su cuello, mientras la estrechaba como si quisiera retenerla.
Salió de sus brazos sigilosamente y se levantó de aquel sofá con el corazón desbocado... pero lo suficientemente sabio como para irse sola a su propio cuarto y cerrar la puerta por dentro con seguro.
El día siguiente amaneció más lluvioso que de costumbre, con una niebla fina cubriendo la ciudad, como un presagio. Cuando Faith salió de su habitación Charlie ya no estaba, pero media hora después entraba a su oficina con un capuchino grande y una bolsa de dulces.
—Ya sé, a mí tampoco me pasa nada, pero no podemos ir a la guerra con el estómago vacío, linda, así que... desayuno.
Se bebieron el café en silencio y luego se fueron a la sala de juntas, a esperar la reunión de la junta directiva, que sería también una batalla campal.
Kainn estaba serio y austero cuando se sentó con su esposa y su hija del otro lado de la mesa. Elisa le dirigió a Faith una mirada de comprensión, pero Grace ni siquiera la miró a los ojos.
Moe llegó también con Mala y con Rose, sentándose en el otro extremo, y en medio de todos estaban ellos dos.
—Bien, nos reunimos aquí para discutir los detalles de la disolución de la empresa —comenzó Kainn—. En cuanto lleguen los abogados...
—Los abogados no van a llegar —lo interrumpió Faith y su padre la miró frunciendo el ceño.
—¿Cómo?
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