Haciéndolo mío romance Capítulo 78

No me dio pena ante la mirada de Miguel y aunque su aura terrorífica me asustaba, me rehusé a ceder. 

—Voy a comprobarte que el pequeño abogado no merece tu cariño —en cuanto terminó de hablar, se dio la vuelta. 

Después de salir de la oficina, pasé por el supermercado para comprar algunas cosas, luego regresé a la casa de Los Matorrales, al llegar me lavé las manos y empecé a cocinar. Debido a que viví mucho tiempo con Natalia, cociné dos porciones para la cena como de costumbre, y cuando me senté en la mesa del comedor, miré fijo a la cantidad de comida sentí una punzada de dolor en el corazón. Respiré profundo y me forcé a no pensar en cosas que me molestaran, así que tomé los cubiertos, empecé a comer, y justo en ese momento, escuché el sonido de la puerta y giré mi cabeza con dirección a esta. No podía evitar sentirme asustada cuando estaba viviendo sola en una casa, y en especial en la noche, después de todo, había muchos casos de allanamiento de casas, así como jovencitas siendo atacadas en su propia casa. Nací con una imaginación salvaje, por lo que estaba nerviosa, hasta que vi que era Miguel quien apareció en la puerta, di un suspiro de alivio; sin embargo, cuando mi menté miró que se trataba de él, me puse nerviosa de nuevo, pero por una razón diferente. 

—¿Q-qué haces aquí? —lo miré de cerca con nerviosismo mientras que él entraba, y recordé la pequeña disputa que tuvimos hace rato en la oficina. Después, tuve pensamiento me puso los nervios de punta y un toque cautela en mis ojos que empezó a seguir cada uno de sus movimientos: 

«No me digas, ¿vino a estas horas de la noche solo para vengarse de mí? Por el amor de Dios, es el presidente ejecutivo de un gran corporativo. No puede ser tan cruel, ¿verdad?» 

—¿Qué clase de pregunta es esa? Ya te había dicho que estaría viniendo en las noches —me recordó Miguel con un tono blando mientras se sentaba frente a mí con las cejas fruncidas.  

Fue ahí cuando recordé lo que dijo de tener que trabajar al doble para satisfacerlo, lo cual no me ayudó en lo absoluto. Lo miré con vergüenza, ya que las palabras me fallaron en ese momento, y el saber que solo vino para tener sexo, hizo que perdiera mi apetito al instante. Al ver la comida que hice, sus ojos brillaron con deleite, por lo que, con brusquedad, agarró unos cubiertos y empezó a comer. 

—Nada mal, incluso recordaste hacerme de comer —me dijo con una sonrisa encantadora después de levantar su cabeza hacia mí y de darle algunas mordidas a la comida. 

Miguel se miraba muy guapo cuando sonreía, y esta me recordaba al sol durante el invierno, lo cual me hacía sentir cálida y en parte confusa en el interior. Le clavé la mirada con aturdimiento por un tiempo antes de volver a reaccionar, y aparte de sentirme enojada por sentir que hace rato me desmayaba por él, también me quejé en silencio de que asumió que cociné para él, cuando en realidad nada más estaba acostumbrada a cocinar dos porciones por haber vivido mucho tiempo con Natalia. A pesar de mi indignación, no planeaba decirle la verdad porque si lo hacía, en definitiva, se iba a molestar, por consiguiente, era mejor dejarlo pensar que cociné para él. Sentada frente a él, cené en silencio mientras debatía si tomarme un tiempo para hablarle a Natalia y explicarle lo sucedido; aunque las cosas estaban tensas entre nosotras desde aquella noche y era probable que Natalia me odiara en este momento, el pensamiento de que Jaime estaba jugando con sus sentimientos me hacía querer exponerlo en ese momento. 

—¿En qué piensas? ¿En Raúl? —preguntó Miguel con indiferencia al notar que estaba distraída. Parecía que traía algo en contra de Raúl, y eso no me gustaba ni un poco; sin embargo, no quería discutir con él en ese momento. 

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