V E I N T I C U A T R O
Su pecho bajaba y subía.
Relajante.
Su perfume masculino, era mi olor favorito.
Las cortinas tapaban la claridad de afuera.
—Quiero ir a trabajar.
No respondió
—¡Háblame Aaron!
Me levanto de su pecho y está con los ojos cerrados.
—Sé que estás despierto.
Se rindió.
—No quiero que vayas todavía. Quiero que tomes unas vacaciones. ¡¿Que tal Italia?! el viaje que tenemos programado, nuestras vacaciones...
—No, deja de ocultarme en tu casa. ¡Quiero salir! Ir a trabajar y ver a todos.
—No puedo contigo, eres testaruda, Intensa cuando te lo propones. Por favor.
—Iré aunque me digas que no —me levanté de la cama enojada.— es mi decisión.
Entré al baño y me duche, el no entró cuando estuve usando el baño.
Salí envuelta en la toalla.
—Yo no pienso llevarte.
—Existen los taxis. Los buses. El transporte público, así lo llaman.
—Puedo encerrarte.
Se acerca peligrosamente a mí.
—Han pasado semanas, y gracias a tí estoy mejor de lo que debería. Déjame salir.—dije con malcriadez.
—Quiero que trabajes conmigo... en área de proyectos.
—No, mi puesto es con América, en área de construcción ¡Me dejas allí!
—Yo soy el jefe. —me susurra cerca del oído y con su dedo mueve el borde de la toalla con intensiones.
—Yo soy la mujer del jefe. Así que iré.
Dejó caer la toalla.
—Ok, pero el jefe necesita algo primero —dijo con picardía para luego adueñarse de mis labios.
Las personas son muy expresivas. Su mirada de lástima, de pesar se reflejan cada vez que me ven.
Estoy bien. Ahora mejor porque sé que está preso.
—Te extrañé. —dice una América felíz.
—Y yo a todo esto... ¡Puedes creer que no me dejaba venir a trabajar!
—Imagino.
—¿Desayunaste?
—Si, pero igual puedo acompañarte.
Fui a la cafetería de enfrente donde trabaja Mauro.
—No sabes las últimas.
Muevo mis hombros para que siga hablando mientras como mi pan de queso.
—Mauro, el que era tu amigo con derecho a todo, está casado.
—¿Que?.
—Como oyes... su esposa vino a reclamarle, es algo cómo que se casó por locura y luego ella no quiso darle el divorcio. Y es un rollo...
—¡No puedo creerlo...!
—Es aquella. La chica de flequillo.
—Es linda.
—¿Y tú que tal...?
—Mejor. Ahora dime ¿Que es? —le señalo el vientre.
—Una princesita... —dice feliz.
—Ya tienes el par. Siete meses... dentro de poco iluminará muestras vída.
Fuimos a la oficina a continuar nuestra labor.
Estoy con unas listas de materiales y mi mente empieza a trabajar pero en otra cosa.
Últimamente mi cuerpo a cambiado, y me duele zonas específicas. Pienso que fueron los golpes. Traumatismo, pero estoy asustada.
—¿Terminaron la lista que pedí? —pregunta papá.
—Si... son estas —se las paso y el entra a su despacho.
—Voy al baño, esto de estar embarazada me hace hacer pis a cada rato.
—Ya terminamos puedes ir. Tranquila.
Estoy debatiendo si entrar o no entrar.
Espero contar con su ayuda.
Como es Aaron, no toca la puerta de la casa de su tío sino que pasa como perro por su casa.
Entro cohibida y todos están en la cocina con los trastes.
—Llegaron rápido... —habla Shadia.
—Necesito que me ayudes con unos planos rápido. —le dice Arthur a Aaron.
Salieron de la cocina y me quedé con Shadia y mis hermanas, Berkeley y Beverley.
—Arriba, vamos, está Crystal. —dice Shadia— chicas se quedan pendientes de que ni se quemen nada.
—Shadia estoy asustada...
—Tranquila... estamos contigo.
Subimos y entramos a una habitación.
Crystal estaba acostada hablando por teléfono.
Cuelga y voltea a vernos.
—Llegaste... ya tío Arthur me explicó. Traje esto —sacó de su cartera unas cajitas.— te lo explicaré, son pruebas caseras sólo tienes que orinar y ya y dentro de unos minutos sabremos.
Entré al baño. Hice ejercicios de respiración. Procedí a las instrucciones y salí.
Todo me temblaba.
—Se que tienes miedo. Creo que si llegas a estar embarazada es de mi hermano porque tomaste el abortivo.
—Pero el tiene problemas para eso. Es poco probable
—Pero quizás este sea el pequeño porcentaje. Hay que tener fé. —me dice la asiática de increíble cabellera oscura.
—Ya pasaron los minutos...
Shadia se llena con valentía y entra al baño.
Mi cuñada toma mi manos y esperamos a que salga con las noticias.
—Los niños son una bendición... sea el motivo de su llegada a este mundo, los son. —mira el objeto y luego a nosotras— ¡felicidades estás embarazada!.
Me privé. No lloraba ni reía.
Crystal se me lanzó encima y allí reaccioné.
Lloré y lloré.
—¿Ahora como le digo a Aaron?...
—Deberías decírselo a él sólo. Hoy en la noche. Usas tus encantos y luego le tiras la bomba, ya sabes entre las sábanas...
—¡Crystal...!
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