La Chica Dhall © romance Capítulo 42

Capítulo cuarenta y uno

Pov Zuani

Poco a poco intento abrir mis ojos y hacerlo me parece la tarea más dolorosa del mundo.

Mi cuerpo arde en la parte superior, enfocándose principalmente en los brazos, cuello, cara y espalda, una luz cegadora hace que no pueda ver a nadie al abrir mis ojos por completo hasta que finalmente enfoco a toda mi familia al pie de mi cama.

Mi madre limpia sus lágrimas con el dorso de la mano, mientras mi padre la abraza por un costado viendo mi aspecto; Kayla, da un suspiro largo y posa una mano en su pecho intentando controlar sus ganas de llorar; Yannick, está cruzado de brazos y la preocupación es obvia en su mirada; Elián aguarda con una pose tranquila, pero sé que en su interior está hirviendo; mi abuelo tiene las manos metidas en el interior de sus bolsillos, nervioso por la situación en la que ahora se encuentra y de último está mi abuela quien monitorea todas las cosas a mi alrededor.

—Hola —susurro apenas audible e intento levantarme, pero caigo sobre la cama, mi cuerpo tiembla por mi estado y aprieto mi mandíbula aguantando el dolor que siento por la quemazón.

Quemazón, fuego, casa... ¡Lorena!

Hago el esfuerzo de levantarme, pero mi abuela me deja inmóvil en la cama —Tienes que quedarte lo más quita posible, sino el roce con cada venda solo te lastimará más y no podrás curarte.

Niego —no me importa —trago grueso — quiero ver a Lorena, —exijo —¿dónde está mi prima? —cierro mis ojos por la viva preocupación en mi pecho —Por favor, díganme que está bien —mi voz se quiebra.

—¿Pueden dejarme a solas con ella? Tengo cosas que hablar... —mi padre se acerca a la cama y sin refutar, todos, salen uno por uno, no sin antes dedicarme un par de miradas. La cama se hunde a un costado y su mano toma la mía ligeramente —¿cómo estás? ¿cómo te sientes?

—¿soy sincera? —asiente en respuesta —cansada, adolorida, preocupada, angustiada, con sentimientos que no puedo explicar que me hacen un gigante nudo en la garganta —los medicamentos fuertes empiezan a hacer efecto en mi cuerpo cuando de la nada no siento mis pies, su mano acaricia mi cabeza y observa detenidamente la ventana —¿Qué sucede? Puedo notar que algo no va bien.

Niega —Estoy haciéndome el fuerte, estar en esta posición donde uno de tus hijos, en especial la niña pequeña, corrió un grave peligro... —suspira y se levanta de la cama para ir directo a las ventanas que dan directo a la manada —no me siento el mejor padre justo ahora.

—Papá, tú no tienes la culpa de nada —cierro mis ojos recordando aquella escena donde lo vi por última vez —fue un error que yo cometí y que casi me cuesta la vida.

—Preguntaste por Lorena —abro mis ojos de par en par y gira para enfrentarme —está en peligro de muerte —suelta —no murió, porque lleva sangre de Alpha y puede aguantar mucho más que un omega, gamma o beta, pero sus pulmones estaban llenos de humo y presenta quemaduras de tercer grado en la mayoría de su cuerpo, justo ahora la bruja de la manada está tratandola.

Junto mis cejas —entonces, ¿por qué yo estoy casi completamente bien y ella no lo está? Pase dos veces por fuego, respire mucho humo, la saque de ese lugar y la ayude... No entiendo.

—Cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo corrí rápidamente al lugar, porque algo me decía que nada andaba bien, al llegar con tus hermanos los mande a hacer perímetro mientras yo te buscaba, y te encontré —cierra sus ojos y aprieta su mandíbula —él te tenía en sus brazos mientras poco a poco curaba tus heridas, es por eso que estás mejor que Lorena. Al terminar a ambas las dejo lejos e hizo un rastro hasta ustedes y sin más se fue.

—No sé cómo debería responder a eso, la verdad.

—Entiendo que para ti hablar de esto conmigo es incómodo, pero solo quiero saber una cosa —se acerca a la cama —¿te importa?

Suspiro cansada —con todo lo que ha pasado ni yo misma lo sé —observo detenidamente la pintura de mi cuarto y recuerdo cada día con él hasta ver sus ojos antes de entrar a esa casa en llamas.

—Entiendo, —se cruza de brazos —por ti no lo haré —sonríe irónico —pero ganas de matarlo no me faltan —deja un beso en mi frente y camina hacia la puerta —me voy, tus hermanos quieren verte, en especial Elián —giña y hago un amago de sonreír sin que me duela tanto la cara.

Abre la puerta y los deja pasar, cierra detrás de él y un silencio abrumador llena el cuarto. Kayla es la primera en acercarse a mí —¿Hormiga? ¿Estás bien?

—No podría haber estado mejor.

—Yo... Yo... —sus ojos se cristalizan y se voltea rápidamente.

Sonrío sin importarme que tanto me duele la cara —¿eso que estoy viendo son lágrimas?

—¡Tonterías, hormiga! Yo no lloro, sabes que no lo hago —Kayla se gira y camina con paso decidido hasta sentarse en la cama —estaba preocupada, no sabía si ibas a despertar o no y verte en este estado fue lo más duro que he visto en años.

—No es para tanto, comelibros —digo y ella rueda sus ojos indignada.

—Veo que aun no pierdes el sentido del humor —Yannick se acerca al pie de la cama —esa es mi hermana —alza sus cejas arriba y abajo y niego —aunque sinceramente concuerdo con Kayla, fue duro para los tres hermanos más grandes asimilar que no te hemos cuidado bien, en especial nosotros dos —se señala al mismo tiempo que señala a Elián quien mira sus pies.

—¿Y bien?

Suspira —son cosas complicadas...

—Uyyyy, lo único complicado para ti es mantener una relación estable con alguien —digo en broma, pero sus ojos me lo afirman —¿Entonces es eso?

Se levanta frotando sus manos por la cara —no voy a hablar de esto contigo —sonrío y él deja un beso en mi mejilla —iré a resolver un par de cosas, luego vendré, descansa mi hormiga favorita —y sin más se da media vuelta y sale de la habitación dejándome totalmente sola.

Miro la pintura del techo y tomo una bocanada de aire. Estoy en uno de esos momentos donde no sabes que sentir o hacer, donde todo es confusión y no comprendes las cosas que pasan.

Estoy en la nada.

Recuerdo lo que mi padre dijo de cómo Len curó mis heridas y un fuerte golpe en el pecho me hace recordar cada una de sus palabras hasta la promesa que me hizo antes de que sucediera todo esto.

Lo prometo.

Que tonta fui en caer con eso.

Sin embargo, con el simple hecho de que se haya acercado a mí para ayudarme, me basta en saber que por muy extraño que parezca, el pelirrojo aún siente algo por mí. De eso estoy segura y lo primero que haré cuando salga de esta cama es tratar de encontrarlo, porque quiero escuchar lo que realmente él piensa de mí.

La puerta es tocada y por esta se asoma mi madre con lágrimas aún en sus ojos —¿puedo pasar? —cuestiona y asiento sonriente.

—Ven aquí, gusanin —ella cambia su rostro a uno molesto por el apodo, pero entra igualmente al cuarto.

Por el momento intentaré no pensar en él y disfrutar que después de tanto tiempo estoy en casa otra vez.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Chica Dhall ©