Capítulo cuarenta y cuatro
Pov Len
Laia baja sus manos formando un escudo contra mí —Len... —dice, pero yo solo veo los movimientos de Zuani cerca de los de ella.
No te acerques tanto, no seas tonta.
—Ya no hay Len que te salve de tu desgracia —mueve sus pestañas dramática y decidida camina hasta mí pasado al lado de Abigail quien yace muerta en el suelo —pues mira lo que hago con tu Len —me toma de la camiseta con fuerza y sus ojos grises brillan con intensidad, llevo la mirada a Laia quien deja caer las manos a sus costados y vuelvo a Zuani quien se impulsa hacia adelante para pegar sus labios con los míos.
Sonrío internamente, ¿así es como odia a las personas?
Realmente no la entiendo.
Mis manos bajan a su cintura para aferrarla a mí mientras le dedico una dura mirada a la pelirroja, la niña bonita se despega con sus mejillas rojas y alzo una ceja viéndola.
No es la primera vez que hacemos esto, ¿por qué se siente así?}
No creo que sea diferente a aquella vez cuando nuestros besos eran ardientes, pero vacíos.]
Tú mismo sabes que es mentira lo que dices.}
No me vengas a joder ahora.]
Solo digo que por primera vez en la vida alguien te importa de verdad y la tratas como si no fuese nada para ti.}
No sabes nada sobre mí, Hert.]
No te hagas el interesante y misterioso que no te cae.}
Ignoro su voz en mi mente y suelto a Zuani cuando la veo jugar con sus manos incómoda, intento no darle mucha importancia a su actuación y camino hasta Laia —¿Últimas palabras antes de morir? —dejó salir mis garras y tocó su cabello rizado.
—¿En serio nos traicionaras así, Gray? —sus manos tratan de tocarme, pero doy un paso hacia atrás —no entiendo —agarra su cabeza con frustración —¿cómo puedes hacernos esto? Nosotros somos tu familia, nosotros siempre estuvimos juntos —su vista se asoma por encima de mis hombros —INCLUSO YO SOY MEJOR QUE ELLA —grita —¿Qué tiene ella que no tenga yo?
Junto mis cejas molesto —Laia —advierto antes de que pueda decir algo que empeore la situación.
—¿No fui suficiente para ti? ¿No te lo demostré días atrás? —una lágrima baja por su mejilla —yo creí que tú y yo al fin podríamos estar juntos después de todo esto.
Una presión grande ataca mi corazón sin vida y aprieto mi mandíbula, suspiro para tratar de deshacerlo, pero el sentimiento de culpa recae otra vez en mis espaldas cuando volteo y la veo observarme con sus ojos vidriosos —ustedes sigan con su plática sobre lo que pasó —hace comillas con sus dedos —hace días atrás, yo me voy.
Nunca antes había probado la sangre y ahora que lo hago puedo decir que es la cosa más deliciosa que puede existir.
Quiero más.
Con una rapidez increíble la agarro del cuello y en segundos la tiro al lado de mi pelirrojo —déjame, no me mates, déjame vivir, perdóname, no me volverán a ver, pero perdóname —sonrío irónica y me agacho a su altura, de mis uñas salen garras largas y alzo su mandíbula.
—Lo siento mucho —bajo las garras por su cuello haciendo ligeros cortes —pero yo no hago tratos con el enemigo —desabrocho cada botón de su camisa cortandolo hasta llegar a su estómago —no es mi estilo — entierro las garras en su cuerpo haciendo que tanto como sus intestinos y estómago salgan al exterior. Los gritos de la víbora se escuchan a kilómetros y doy un zarpazo en su cara haciendo que su nariz quede colgando de su misma piel —cállate, —digo, pero ella sigue gritando y mi sangre caliente se aloja en mi cabeza asiendome ver todo rojo —he dicho que te calles —hago que su nariz entre por la boca y la cierro haciendo que sus dientes la corten por completo —cá-lla-te —en la misma posición la arrastro hasta estar más lejos de él y tomó una rama gruesa en el camino.
La suelto en la tierra haciendo que su cabeza se estrelle en el suelo y sin pensarlo perforo un costado de su pecho —No... No más... No—aprieto mis dientes y saco el palo lleno de líquido negro de su interior, con fuerza lo vuelvo a meter ahora en uno de sus ojos y este se tritura cual carne molida —¡Ayuda! —intenta gritar, pero está vez meto el palo directo en su boca.
—Si aún puedes hablar significa que aún no tienes suficiente —digo entre dientes y llevo la rama en todas las direcciones posibles de su cuerpo perforando cada parte de ella —muérete, muérete, muérete, MUÉRETE —quiebro la rama en una estaca y se la clavo en el pecho, su único ojo que aún le queda poco a poco se va cerrando y presiono más fuerte haciendo que de un último grito de dolor antes de cumplir mi cometido.
Matarla.
Dejo de hacer presión cuando siento que al fin no está con nosotros y pateo su cuerpo una y otra vez con la adrenalina que corre en mi cuerpo.
Esto se siente bien, muy bien.
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