La esposa misteriosa escondida detrás de él romance Capítulo 15

Ni Soledad ni Cintia hicieron nada; asimismo, su madre ya no rogaba a Hipólito que acortara el castigo de su hija, incluso cuidaba cada vez más de Ariadna, lo que él aprobaba. El incidente con la serpiente venenosa quedó explícitamente prohibido, a nadie se le permitió pronunciar una sola palabra al respecto; por lo tanto, los habitantes de la mansión retomaron los días siguientes como si nada hubiera sucedido. Del mismo modo, Hipólito volvió a su habitación y al de Cintia después de cinco días que pasó durmiendo en el estudio. Al sexto día, él salió con un salto en su paso, incluso ella tenía una expresión radiante y alegre; no era difícil adivinar lo que había sucedido la noche anterior. Las cosas se volvieron tan amables que Cintia ofreció una pata de pollo entera a Ariadna durante la cena; ante eso, una sonrisa de placer se dibujó en el rostro de Ariadna.

-Gracias, tía Cintia -respondió con un tono dulce.

-Llámame mamá a partir de ahora. -La tía le devolvió la sonrisa y a la vez continuó—: Te cuidaré como a mi propia hija, igual que a Solé. No es mi hija biológica, pero siempre la he cuidado como si lo fuera, así que no dudes en pedirme algo si alguna vez lo necesitas.

Ariadna se burló en su interior, «¿no es tu hija biológica? No lo creo en lo más mínimo, Soledad es solo un par de meses más joven que yo, lo que significa que Hipólito tuvo una aventura con Cintia durante el embarazo de mi madre; por supuesto él no permitirá que este escándalo se filtre. Ella debe estar tramando algo, ¿por qué otra razón sugeriría de repente que la llamara "mamá"? Aun así, tiene el valor de pedirme que la llame así; solo tengo dos madres: mi madre biológica y mi madre adoptiva, nadie más es digno de ese título». Escéptica, Ariadna miró a Hipólito en busca de ayuda.

—Papá, e-es muy pronto. No estoy acostumbrada a llamarla así...

Ella le mostró una mirada suplicante, sus ojos se redondearon y se humedecieron un poco mientras actuaba con pena. Si eso se tratara de una entrega de premios, Ariadna creía que habría ganado el título de actriz más convincente; lo cierto era que las facciones de Hipólito se suavizaron tras mirarla. Ningún hombre podía resistirse a la mirada inocente de ella, ni siquiera su propio padre, quien carraspeó y consoló:

-Está bien, tómatelo con calma y ve a tu propio ritmo. No hay necesidad de apresurarse en llamarla mamá.

—Gracias, papá. —Ariadna lanzó entonces una mirada de disculpa y a la vez dijo—: También lo lamento mucho, tía. Estoy segura de que con el tiempo me acostumbraré a tu nuevo título.

La ira brotó en el pecho de Cintia, «esta miserable mocosa, cómo se atreve a negarse a llamarme mamá». Aun así, esta sabía controlar sus emociones mejor que Soledad, así que fingió una sonrisa amable.

-Entiendo que esto debe ser difícil para ti. Por favor, no te disculpes, yo debería lamentar haberte presionado; no te preocupes, querida, tómate todo el tiempo que necesites para acostumbrarte. Después de todo, tenemos el resto de nuestras vidas como familia para que lo hagas.

-Gracias, tía Cintia.

—No es nada, niña.

Las dos armaron una armoniosa farsa como si se llevaran felizmente en la mesa del comedor. El ánimo de Hipólito mejoró al instante; el agotamiento que sentía por el trabajo se desvaneció al ver ese ambiente alegre. «Como dice el refrán, una familia en armonía prosperará en todo; yo me conformo con que no se hagan cosas tontas una a la otra». Justo cuando él pensaba eso, Cintia separó los labios para hablar:

-Hay algo que tengo que decirte, querido. Es sobre Solé.

La mención del nombre de Soledad arruinó el humor de Hipólito, quien golpeó su cuchara sobre la mesa y bramó:

-Déjame adivinar, ¿estás tratando de hablar bien de esa mocosa? Si tengo en cuenta la gravedad de sus acciones, he sido más que misericordioso al castigarla solo durante un mes; así que olvídalo, no te molestes en defenderla.

Ariadna lanzó una mirada suspicaz a la mujer. «Qué poco característico de ella espetar, por lo general es buena para evaluar las situaciones antes de hablar. Seguro que sabe que no es el mejor momento para defender a Soledad, ¿a qué está jugando Cintia exactamente?» En ese momento, el rostro de esta se arrugó con angustia.

-No estoy pidiendo por ella, querido. Se trata de otra cosa, es que no estoy segura de si debo decírtelo...

El ceño de Hipólito se frunció un poco ante eso; a pesar de ello, bramó en un tono bajo:

-¿Qué sucede?

Cintia suspiró de forma dramática y luego sacó una hoja de papel de su bolsillo.

-Hoy he recibido una notificación de aviso, ¿recuerdas el concurso de la Real Academia de Zaristas? Pues bien, Solé lo ha ganado, es la campeona -dijo.

-¡Qué! -exclamó Hipólito.

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