Gonzalo rodeó con fuerza a la mujer que tenía entre sus brazos, con el deseo de tener sexo con ella.
Su cuerpo estaba frío... ¿Por qué?
Le besó del cuello a la boca.
La delicada mirada de la mujer hizo que su respiración se volviera más pesada...
—Cristina...
¿Por qué sería Cristina?
¿No estaba en Corea y aún no ha vuelto?
Poco a poco él se despertó.
Gonzalo miraba a la mujer bajo él desconcertado. Ella le había sonreído, dulce y encantadora. Cuando le tocó la mejilla, ella despareció de repente.
—¡Cristina!
Se incorporó de la cama y miró a su alrededor. Estaba en su salón y todo estaba tan tranquilo como siempre.
Una brisa fresca que le rozaba la cara un poco.
Fue un sueño...
Se rio de sí mismo:
«La extrañaba tanto que me volví loco...»
«Debo ir a buscar a Siren... »
Pensando en esto, Gonzalo se puso los zapatos y se fue.
***
Con el dinero que le dio Gonzalo, Cristina compró una casa decorada en Corea y, tras mudarse, contrató a una niñera para ella. Se tomó su tiempo para hacerse un lifting mientras disfrutaba gastando dinero.
Por eso Juan le limitó el gasto mensual a Cristina sin que Gonzalo lo supiera.
A pesar de que Gonzalo dijo que Cristina podría gastar como quisiera. A Juan no le gustaba ella.
Pero como Gonzalo la mimaba, solo podía soportarla.
Cristina no se olvidó de propocionarles dinero a sus parientes pobres.Cuando estaba de buen humor, se les darían decenas de miles.
Cristina pensó que no había contado todo el dinero que había gastado, pero en realidad, Juan hacía una cuenta.
Juan miró la factura de sus gastos y no pudo evitar suspirar en secreto.
«Señor Navarro está manteniendo a toda la familia de esta mujer.»
En cambio, a Isabella le faltaba mucho dinero.
Debido a la pérdida del Collar Meteoro, Isabella se queda sola en la casa, deprimida.
En ese momento, Cristina volvió a mostrar su riqueza en el grupo.
Pero ella se retiró directamente de Whatsapp.
Estaba teniendo un mal día.
Como Isabella no respondió nada, en el grupo, otras dos dijeron:
—No debe haber visto nuestros mensajes, ya que está trabajando.
—No se le permiten mirar su teléfono durante las horas de trabajo.
Cuando Cristina vio que las dos hablaban ayudando a Isabella, se sintió extremadamente insatisfecha. En el pasado, ellas tuvieron un poco más de intimidad con Isabella.
«Pero ahora las trato tan amable, ¿por qué sigan hablando por Isabella?»
«¿Las he dado mucho y he tomado la iniciativa de comprar regalos para ellas de Corea. Todo es en vano?»
«¿Qué están pensando ellas?»
Cristina se enfadó un poco y decidió seguir utilizando el dinero, con la esperanza de conseguir indirectamente que ellas se relajen en Isabella.
Cuando Isabella se encontraba en estado de depresión, recibió una llamada telefónica de Ernesto. Pulsó el altavoz apagado porque no quería tomar el teléfono.
—Siren, ven a mi oficina ahora. El señor Montes quiere verte —Ernesto hablaba con alegría, como si hubiera encontrado algo bueno.
—¿Quién es?
—¡Dios mío! ¡No puedo creer que te hayas olvidado del señor Montes! Él te ha dado con tanto dinero, ¿no lo recuerdas?
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