Un hombre que contaba con una voz tan bonita debía ser un guapo.
Sin embargo, para Isabella, él era un demonio. El dolor de las dos bofetadas le impresionó.
La puerta del asiento trasero estaba abierta, mientras ella estaba dispuesta a dar la vuelta.
Pero fue detenida por un guardaespaldas.
—Siren, sube, por favor.
Isabella lo ignoró y luego todo su cuerpo fue arrastrado hacia atrás por alguien con fuerza, lo que le causó un gran dolor. Al momento siguiente, se obligó a entrar en el coche.
Además de ella, el conductor y el guardaespaldas, había otros dos hombres, uno de ellos era Señor J, y el otro, que llevaba gafas, se suponía que era su asistente.
—¡Te has equivocado de persona!
—Parece que las dos bofetadas de anoche no te hicieron aprender la lección —Señor J habló con indiferencia.
Él seguía llevando aquella Máscara. Aunque la mitad de su cara fue cubierta, ella todavía sintió que su voz y sus ojos se parecían a los de el señor Montes.
Isabella quería negarse reconocerlo, pero el hombre la desmintió de inmediato.
—¿Todavía te duele la cara?
Isabella le echó un vistazo y lo ignoró, mirando por la ventanilla del coche.
—Siren, de dieciocho años y medio. Te llamas Isabella Figueroa, pero antes conocida como Isabella Dávalos, que fuiste comprada a los traficantes por los Figueroa y criada por los Dávalos, por lo que, tus padres son desconocidos. Aprendiste un poco de medicina de tu abuela desde que eras joven y te fue bien en el instituto, pero como necesitaste cuidar de tu padrastro, suspendiste los exámenes de acceso y ahora te casaste, por las deudas de los Figueroa, con tu marido, Gustavo Navarro. Sin embargo, él tiene una enorme deuda y ahora trabajas para ayudarlo a pagar la deuda juntos.
El hombre siguió hablando, sosteniendo la información.
Ella escuchó estupefacta.
«¡Me han investigado! ¿Cuál es la intención?»
—Señorita, ¿es cierto?
Ella frunció el ceño, sin decir nada.
El ambiente en el coche la hacía sentir muy incómoda.
—¿Qué demonios quieres hacer?
—¡Quiero llevarte al hospital! —el hombre sonrió.
Ella estaba un poco asustada, pero no había forma de escaparse.
—No hay que tener miedo. Solo quiero llevarte a una prueba de ADN.
—¡Estoy casada y mis padres son desconocidos, no hay nada que identifique... Señor J, será mejor que me dejes libre!
—Si haces un solo ruido más, haré que mis guardaespaldas te rompan la boca.
Entonces Isabella no se atrevió a decir otra palabra.
***
Cuando llegaron al hospital, la enfermera le sacó sangre a Isabella.
Señor J no la acompañó hasta final, y una vez terminada esta tarea, todos se marcharon enseguida, sin tener en cuenta a Isabella.
Así que Isabella y Paloma entraron en una tienda de postres.
Isabella se disculpó con ella por lo ocurrido anoche, pero Paloma dijo en serio:
—Isabella, somos amigas y esto es lo que debo hacer.
—¡Claro! ¡Somos amigas!
Solo entonces Paloma se puso alegre.
Cuando Isabella la vio finalmente feliz, una sonrisa de satisfacción apareció también en su rostro.
—Señor J tenía una esposa que murió en un accidente hace cinco años. No sé cuál era el verdadero nombre de su esposa, ni la conozco. Solo sé que su nombre artístico es Serenidad. Además, ella tiene una hermana menor, y poder encontrarla era su mayor deseo.
Paloma dijo, muy triste.
«¿Por qué me siento tan triste?»
«Quiero escapar claramente de su mano.»
En los ojos de Ploma se veía la emoción evidente.
Isabella no podía entender los sentimientos de Paloma, pero como observadora, podía ver una cosa,
—¿Te gusta Señor J?
—¿Cómo? ¡No me gusta! ¡Es diez años mayor que yo!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: LA ESTRELLA DE MI VIDA