—Le conoces bastante bien. Si no te gusta una persona, no vas a conocerla, ¿verdad? —dijo y sonrió Isabella, removiendo el café de su taza.
—Yo... —Paloma quiso decir algo pero se detuvo.
Anoche, aunque él se había acostado con ella, no habían hecho amor.
Él había cumplido su promesa y, durmiendo en sus brazos, la había hecho sentir segura. Incluso mientras pensaba en si encontraría a Isabella para sustituirla.
A partir de ahora, en vez de ella, Isabella dormiría con él.
A veces Paloma sentía que por fin podía ser libre, pero mientras no quería que apareciera otra mujer al lado de ese hombre.
—¿Estás realmente casada? —Paloma preguntó de repente con seriedad.
—¡Sí! —Isabella también asintió muy serio y respondió.
«Qué bien.» Paloma se sintió aliviada.
Señor J le había dado todo lo que quería. Y lo único, el corazón de Señor J, ella no había pensado en tocarlo.
Pero anoche, después de que Señor J dijera que iba a investigar el asunto de Isabella, se sintió inexplicablemente celosa. Paloma tenía una sensación encontrada.
—No te preocupes, Señor J no va a hacerme nada, soy una mujer casada. Además, mi marido vuelve hoy de un viaje de negocios —Isabella dijo con una sonrisa.
—Si tenéis un bebé, ¿me dejas ser la madrina del niño? —preguntó Paloma con esperanza.
—¡Claro! Así, en el futuro, mi bebé, tendrá dos madres para mimarlo —Isabella no pudo evitar anhelarlo.
«En el futuro, viviríamos cada vez mejor y tendríamos un par de hijos.»
Lo que más deseaba no era ser rica y famosa, sino vivir fácilmente. Solo quería ser una buena esposa.
Y luego Paloma le contaba todas las cosas que has reprimido en tu corazón. Se sintió repentinamente que su corazón ya no era tan pesada como antes.
Isabella la escuchó con mucha paciencia y, al mismo tiempo, también le contó a Paloma todo sobre ella.
Así, las dos mujeres se hicieron muy amigas.
—Resulta que todos tenemos un destino trágico —Paloma no pudo evitar lamentarse.
En cambio, Isabella le dijo:
—Pero creo que ahora soy feliz.
—¡Por supuesto! Tu marido te trata tan bien —Paloma se rio.
Aunque Isabella le había contado todos los antecedentes de su familia, no le dijo que había salvado a un hombre, y mucho menos le contó la situación financiera actual de su marido.
Paloma le preguntó por qué cantaba en el Casino Nightmist, pero ella solo dijo que era su afición.
Justo cuando Gustavo estaba a punto de abrir la puerta del siguiente taxi, una mano le agarró de repente la muñeca, y una suave voz sonó en sus oídos:
—Gusti, ¡sube al coche! —Abril sonrió.
—No. Gracias —dijo Gustavo con indiferencia
—Gusti, ¿De verdad vas a rechazarme?
En este entonces, el taxista no pudo evitar gritó con impaciencia:
—Por favor, cede el paso si no entras.
—¡Lo siento! Nos iremos ahora —Abril dijo hacia el taxista con una sonrisa.
Cuando terminó de hablar, le tomó con calma la mano a Gustavo y lo arrastró hacia su coche.
Gustavo le retiró la mano y ella solo caminaba a su lado.
—¡Durante tu ausencia, terminé mi trabajo en serio! —su tono era como el de una niña bien educado.
Gustavo se limitó a escuchar, y guardó silencio.
Ella seguía siendo una charlatana como lo había sido en el instituto.
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