Pero lo que deseaba en el fondo Isabella era encontrar un hombre que le quisiera a ella.
—Hola.
La voz que contestó la llamada le sorprendió, porque era tan familiar para ella.
—¡Hola! Soy Isabella quien tiene cita con usted. ¿Recuerda? ¿Si usted está libre esta tarde?
—Sí.
—Vamos vernos en el restaurante del Parque a las dos.
—Bueno.
—Vale. ¡Hasta luego!
—¿Te gustarían rosas? —el hombre preguntó de repente cuando Isabella estaba a punto de colgar el teléfono.
—Sí —Isabella se sorprendió un poco y luego le contestó.
—Vale, voy a verte con ellas.
—¡Hasta la tarde!
Isabella estuvo desconcertada por sus palabras y colgó la llamada precipitadamente. Ella se afirmó otra vez que conociera la voz. Sin embargo, era imposible que el hombre fuera Gustavo. Aquí estaba lejos de la Ciudad de río. Este sentido era irracional.
La tarde de primavera era soleada y el oler de flores flotaba en el aire. El autobús 103 conducía entre las sombras de árbol adornadas con pedazos luminosos esporádicos. Su rostro bañaba en el sol y su pelo ondulado largo se agitaba con el movimiento del autobús.
«1, 2, 3, 4, 5···16, 17, 18, 19, 20. El hombre será el vigésimo.»
Isabella revisaba la agenda en teléfono con ceño.
«¿Debo ser honesta como antes?»
Durante el mes, Isabella incluso había citado con cinco hombres consecutivamente en un día. Se encontraba a diferentes personas pero hablaba las mismas palabras. No sabía qué pretexto este hombre seleccionaría para rechazarle. Isabella iba a la cita con la esperanza mínima creyendo que el hombre se huiría después de conocer sus condiciones.
—Llegamos. Salga por la puerta trasera por favor.
El sonido de aviso y la información en voz femenina artificial cortaron su pensamiento. Llegó a su destino y luego bajó del autobús corriendo atropelladamente.
«¡Casi me perdí la parada!»
Isabella dio un suspiro de alivio.
Había una calle peatonal animada de fama del Condado de Nube. En el término de la calle se encontraba un restaurante especial con ambiente elegante, donde era un buen lugar para los novios agobiados por paseo y para tener citas.
Isabella lo sabía solo porque ella había tenido una cita en el mismo lugar la semana pasada. Esta vez era la segunda y podría haber la tercera y la cuarta. Ella se burlaba de sí misma.
Empujó la puerta y entró en el restaurante. Se vio que los asientos llenaban de personas. Pensando el hombre decía que ello iría con rosas, Isabella empezó a buscar las rosas con los ojos entre todas las esquinas.
—¿Si crees que voy a ayudarte? —dijo Gustavo con sonrisa— ¿No te gustan?
Isabella se sonrió, reaccionó de repente y recibió las rosas enseguida.
—Me gustan mucho, gracias —respondió ella en voz baja después de sentarse.
—Bueno —Gustavo dio una risa apacible y también se sentó—. He sabido qué te ocurre en la empresa. El departamento legal ha acusado a Lila y te atribuyen el diseño. Al principio creí que te sucedía algo, pero luego Fernando me dijo que te volvías a buscar un hombre para matrimonio.
—¿Pues? —Isabella no lo entendió porqué él aparecía aquí.
—Pues voy aquí para tener cita contigo. Antes de nada déjame presentarme para que me conozcas más.
—¡No, déjame hacerlo primero!
Isabella levantó la cabeza. Le miraba a Gustavo en serio. Las miradas de los dos se chocaron y el olor de rosas se extendía en el aire.
Su rostro hermoso entró en los ojos de Isabella. En el momento, ella se conmovió por él. Tenía una fuerte gana de que no tenía que perderle.
Mirándole a ella Gustavo se rio y asintió.
—Estoy escuchando.
Para él, los ojos claros, la nariz delicada y los labios finos de Isabella eran tan encantadores.
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