"No puedo aceptar esto, ¡no puedo!", Reyna la miraba fijamente con los ojos llameantes. "¡Tus palabras suenan mejor que una canción bien entonada!".
Zulema ya se había lanzado a la aventura. Roque la chantajeaba con su padre, y ella no tenía otro remedio que ceder.
"¿Y qué quieres que haga?", le preguntó Zulema, extendiendo los brazos en señal de exasperación. "¿Arrodillarme?". Pues se arrodillaría, en esos momentos, la dignidad era lo de menos.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de Reyna: "Arrodillarse era la exigencia de antes, ahora, ¡ya no es tan simple!".
Zulema frunció el ceño y la escuchó decir: "Una vida por otra vida. Zulema, solo si pierdes a tu niño, yo te perdonaré. ¡De otra manera, ni lo sueñes!".
Esta, por instinto, se cubrió el vientre. ¡Eso era absolutamente imposible!
Sin embargo, la voz de Roque sonó ligera y distante: "Tiene sentido".
¡Las alarmas sonaron en la mente de Zulema! Viendo que Roque estaba de su lado, Reyna se llenó de confianza: "Sr. Malavé, usted también piensa igual, ¿verdad? Nuestro niño no puede haberse ido en vano, y el que lleva Zulema es un bastardo. ¡Haz que aborte rápido para que acompañe a nuestro hijo!", no podía contener su anticipación, deseando presenciar ese momento.
¡El Sr. Malavé nunca sabría que estaba matando a su propio hijo!
Zulema negó con la cabeza con firmeza: "No pueden hacerme esto, Reyna, tu niño fue un aborto espontáneo, ¿y ahora me pides que termine intencionalmente con el mío? ¡Eso es asesinato!".
"¡Tu mataste a mi hijo!".
"Fue un accidente. ¡Yo también caí por las escaleras!".
Reyna bufó: "¡Fue antes de caer cuando intencionadamente me tomaste de la mano, arrastrándome contigo!".
Zulema temblaba de ira. Esa mujer despreciable siempre tergiversaba la verdad, siempre buscando culpar a otros, de inmediato comenzó a retroceder hacia la puerta: "Reyna, jamás aceptaré tu forma de pedir disculpas".
"Zulema, ese bastardo nunca debió existir", la mirada de Roque se posó en su vientre. "Aprovecha esta oportunidad para deshacerte de él".
Hacía tiempo que no lo soportaba, ese bastardo le recordaba constantemente que había otro hombre en el corazón de Zulema. ¡Por ese hombre, ella estaba dispuesta a tener hijos, a darlo todo! Estaba tan celoso que quería volverse loco.
Reyna inmediatamente estuvo de acuerdo: "¡Exacto, exacto!".
"¡Imposible!". La actitud de Zulema era inquebrantable.
El ambiente se tensó, listo para estallar, pero el melodioso sonido del teléfono rompió la tensa atmósfera.
Roque contestó: "¿Sí?"
"Sr. Malavé, el Departamento de Joyería tiene una reunión y no hemos podido contactar a la señora...", la voz de Saúl se oía al otro lado. "¿Está con la señora?".
"Sí".
"Se va a lanzar una nueva colección y la señora es la diseñadora principal, no puede faltar".
Zulema se aferró a esa oportunidad como a un salvavidas: "¡Tengo que ir a la empresa! Joyería Malavillamor apenas está comenzando, ¡tengo mucho trabajo que hacer!". Se dio la vuelta y salió corriendo.
"¡Zulema, tú...!", Reyna intentó salir de la cama para detenerla, pero recordó que supuestamente estaba en "reposo" y tuvo que volver a acostarse.
"Sr. Malavé", ella comenzó a quejarse con voz dulce y lastimera. "Zulema no vino a disculparse, ¡solo vino a molestarme!".
"Voy a resolver esto", dijo Roque mientras se dirigía hacia la puerta, sin darle una segunda mirada.
"Sr. Malavé..."
¡Eso era el anillo de compromiso de Reyna!
"Yo diseñé ese modelo", carraspeó Zulema. "Pensé que era algo más".
Sania frunció el ceño: "Ah, ya terminaron el anillo. Honestamente, es un poco ostentoso, todo brillante y lujoso, pero definitivamente es llamativo y reluciente, tiene esa onda de nuevo rico, se nota que hay dinero detrás". Un anillo hecho con pilas de dinero, en su centro un diamante engastado, rodeado de un círculo de piedras preciosas rojas raras, incluso el soporte era de oro. No era lo suficientemente lujoso para resistir una mirada cercana, pero brillaba lo suficiente, eso era exactamente lo que Reyna quería.
"Acaba de llegar del extranjero". Eloy respondió: "Como estaba cerca del aeropuerto, fui a recogerlo. Después tengo que dárselo a Rocky, es el anillo de compromiso que él va a darle a ya saben quién". Sabía que Sania no soportaba a Reyna, por eso ni siquiera mencionó su nombre.
Sania hizo un gesto de desdén: "Cuando me case, no querré un anillo de este estilo. ¡Qué vulgar!".
Zulema sonrió, tomó el anillo y lo examinó detenidamente; era un anillo grande y llamativo, con un diamante central que relucía vivamente, de al menos diez quilates. Estaba hecho con gran detalle, dada su considerable valor.
Al ver que esta seguía mirando el anillo, Sania le dio un codazo a Eloy: "Es tu culpa, ¿para qué sacas eso para presumir?".
"Solo pensé en compartirlo con ustedes lo antes posible". Eloy, después de todo, era un hombre y no tenía la sensibilidad de una mujer.
De repente, Zulema preguntó: "¿Cuándo le vas a dar el anillo a Roque?".
"Mañana, supongo. Hoy ya es tarde, ya se fue a casa", respondió Eloy.
"¿Y cuándo se lo dará él a Reyna?".
"Eso ni idea".
Zulema lo miró: "Sr. Baylón, ¿podría prestarme el anillo por un par de días?".
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Fuga de su Esposa Prisionera