Cuando Arturo soltó esa frase despectiva sobre el hijo que Zulema llevaba en su vientre, la ira de Roque alcanzó su punto máximo en ese momento, solo ella, después de tantos años, era capaz de encender la más grande e intensa furia en Roque. Sí, el hijo de ella también, quien después de tanto tiempo seguía creciendo en su vientre.
Roque era un hombre de decisiones rápidas, pero con ella, la mayoría de veces se mostraba indeciso y le daba una y otra oportunidad. En un arrebato de furia, pateó una silla a su lado y salió del estudio a grandes zancadas.
"Señor Malavé", lo llamó Poncho al verlo bajar las escaleras. "¿A dónde se dirige?".
"Fuera de mi vista". La cara de Roque estaba tensa, pero continuó su camino.
Poncho, mientras ordenaba a los sirvientes limpiar el estudio, lo siguió. Roque se dirigió hacia el cuarto de los empleados, allí dentro, Zulema ya estaba durmiendo.
Esa noche, había hecho que Reyna experimentara la caída del cielo al infierno, y por eso dormía profundamente y con tranquilidad, ni siquiera el ruido de Roque al abrir la puerta la pudo despertar, se detuvo en la entrada, su imponente figura no parecía encajar en ese modesto ambiente, mirándola dormida, su furia comenzó a disiparse poco a poco.
Zulema yacía de lado, con las manos bajo su cabeza y su cabello esparcido cubriendo parte de su rostro, mostrando una expresión pacífica al dormir. Hacía un instante quería acabar con ella, pero en ese momento ya no tenía corazón para interrumpir su sueño.
Él mismo pensó que debía estar loco. Entró en la habitación, oliendo a humedad y con un techo tan bajo que podía tocarlo con la mano alzada. ¿Cómo podía dormir tan plácidamente en un lugar así? Incluso el pasillo fuera de la habitación principal o un simple lecho en el suelo serían mejores que ese lugar, pero luego recordó que ella había pasado dos años en un hospital psiquiátrico y las condiciones allí de seguro que eran inimaginables. Recordó también que cuando la dejó allí, había instruido a Arturo para que la "atendiera" bien, y seguro que lo había hecho.
¡Maldición!
"Zulema, si estuvieras dispuesta a renunciar a ese niño, seguro que podríamos empezar de nuevo", dijo Roque, apartando suavemente el cabello de su cara. "¿Por qué tienes que ser tan obstinada? ¿Realmente amas tanto al padre del niño? Te he dado varias oportunidades para renunciar al niño y quedarte a mi lado, podrías tener una buena vida. Pero tú te resistes, y sufres. Traerte a casa, mantenerte cerca de mí, ¿fue un error o fue lo correcto?".
Zulema, entre sueños, sintió cosquillas en su rostro y trató de alejar la sensación con la mano: "No...", dicho eso, volvió a sumirse en su sueño.
Roque retiró su mano. ¿Ese niño era tan importante para ella? En ese momento, se enfrentó a sus sentimientos más profundos. Tenía que admitir que sus sentimientos por Zulema habían cambiado, del desprecio e ira a preocupación y anhelo. Y sí, la extrañaba. Incluso había pensado en dejar atrás todo el odio y los errores del pasado para simplemente estar bien con ella, pero lo que se interponía entre ellos era ese niño.
"Zulema, yo dejo atrás mi sed de venganza, y tú dejas al niño, ¿podemos hacerlo?". La voz de Roque era tan suave que solo él podía oírla, esperaba que ella también pudiera.
Pero si Zulema hubiera estado despierta, no podría decir esas palabras. Incluso alguien tan fuerte como Roque pudo retroceder y temer en el amor. Después de estar sentado en silencio por lo que parecían horas, sin saber cuánto tiempo había pasado realmente, ella siguió durmiendo.
Se puso de pie, listo para irse. Antes de salir, cuidadosamente le acomodó las cobijas a Zulema. Un instante antes quiso acabar con su vida, y al siguiente temía que pudiera resfriarse.
"¡Claro! ¡Te lo compraré todos los días!".
"¡Yay! ¡Qué bien, Facu, entonces quiero casarme contigo!".
Qué hermoso era todo, hasta se le escapó una risa. Solo en los momentos difíciles se daba cuenta de lo preciosa que había sido su vida feliz. Mientras dormía plácidamente, de repente, una fuerza la levantó de la cama, sobresaltada, despertó por completo y abrió los ojos de golpe para encontrarse con el hombre frente a ella.
"Roque...", Zulema estaba aún desorientada, parpadeando y sentándose rígida en la cama, sin procesar lo que estaba sucediendo. ¿Qué estaba haciendo Roque allí? ¿Por qué no estaba durmiendo y en su lugar había venido a buscarla en medio de la noche? Menos mal que había escondido los audífonos espía, si no, él los hubiera visto y ella habría tenido que enfrentarse a otro interrogatorio.
"¿No puedo venir?", Roque levantó su mano y sujetó su barbilla, acercándola hacia él. "Zulema, ¿por qué duermes tan placenteramente y hasta tienes sueños bonitos?".
"¿Acaso no tengo derecho ni a soñar?".
Se acercó más, su aliento caliente cayó sobre su rostro: "¡Pero estabas llamando el maldito nombre de Facundo!".
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