Los celos y la envidia habían consumido toda la razón de Roque. Envidiaba los tiempos juveniles que ella compartió con Facundo, envidiaba el noviazgo que formalizaron y, más aún, le envidiaba porque, aunque Facundo se hubiera ido al extranjero, su corazón todavía estaba repleto de él.
Zulema se quedó atónita por un segundo: "¿En serio? Yo... sí, soñé con él".
"¿Lo extrañas?".
"No...", antes de que ella pudiera terminar, la mano de Roque ya estaba apretándole el cuello. Al final, lo había hecho, como si aquel Roque amable que la había visto dormir nunca hubiese existido.
"Zulema, ¿acaso no sabes lo bajo que has caído? ¿Crees que Facundo, el joven heredero de la familia Galán, volverá contigo? ¿Y tú? ¿Qué eres?". Roque escupió cada palabra con desdén: "¡No eres más que una flor marchita!".
El rostro de ella palideció: "Roque, ¿qué derecho tienes a insultarme con esas palabras?".
"¿Acaso me equivoco? Dices que el niño no es de Facundo, bien, te creo. Pero no puedes decir de quién es. ¡Una mujer que se acuesta con cualquier hombre y encima queda embarazada, qué clase de mujer decente puede ser!".
Flor marchita, objeto, así la había descrito él. Después de escucharlo, Zulema soltó una risa desolada: "Sí, soy esa mujer sucia, no merezco estar a tu lado. ¡Roque, divorciémonos ya!".
La palabra "divorcio" solo sirvió para herir aún más los nervios de este: "¿Crees que tienes el derecho de mencionar esa palabra?". La presión de los dedos de Roque aumentó, obligándola a mirarlo: "Zulema, hablar de divorcio es mi decisión, tú solo debes esperar a lo que yo diga".
"¿No puedes aceptar que te deje eh?".
"¡Zulema!". El grito de Roque casi hizo temblar el techo.
"He acertado, por eso estás tan furioso", Zulema lo miró fijamente. "Siempre son las mujeres las que se te ofrecen, las que buscan complacerte, pero yo soy diferente, no obtienes ninguna satisfacción conmigo, solo frustración". Y había vuelto a acertar, las mujeres que deseaban a Roque eran incontables, hijas de familias ricas, damas de la alta sociedad, estrellas; ¿qué mujer no desearía casarse con la familia Malavé y ascender socialmente? Solo Zulema, que despreciaba todo eso.
Él la había desposado y, sin embargo, ella sentía que el título de Sra. Malavé no valía nada. A pesar de ser la parte más débil, como una hormiga en la palma de la mano de Roque que él podía aplastar a voluntad, ella no cedía. Y eso despertaba en él un irrefrenable deseo de conquista. ¡Roque quería verla enamorada de él, incapaz de vivir sin él! Pero ella era indiferente; su único amor era el niño que llevaba en su vientre. Aunque había descrito todo con precisión, Roque jamás lo admitiría.
"Zulema, no te sobrevalores", él soltó una carcajada helada. "No olvides que eres hija del hombre que mató a mi padre. Hacia ti solo siento odio, solo ganas de castigarte y hacerte sufrir".
Zulema casi no podía respirar, sus manos se aferraron a la muñeca de Roque: "¿Vas a divorciarte de mí o no?".
"¡Esta prohibido mencionar esa palabra!".
"Roque, ¿es que no puedes soportar divorciarte de mí?". En cuanto terminó de hablar, él apretó aún más fuerte su cuello, y ella se quedó sin voz.
Los ojos de este estaban inyectados de sangre. Hacia la mujer que tenía delante sentía amor y odio a partes iguales, pero, ¿cómo podía amar a alguien así?
Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Zulema sin control, pero aun así no suplicó ni luchó, solo lo miraba con una tranquilidad desgarradora. Como si morir en sus manos fuera una opción.
La mano de Roque empezó a temblar: "Zulema, te di una oportunidad, una tras otra y tú no las valoraste. Bien, entonces no me culpes si a partir de ahora soy cruel contigo". De repente retiró la mano.
"Sí, Zulema", dijo Roque. "Te amo, ¿por qué no habría de admitirlo?".
Ya para ese momento era ella quien estaba confundida. Hace un momento, ella creía tener el control, pensando que había descubierto sus sentimientos secretos, pero él, ¿acaso acababa de admitirlo?
Ella no supo qué responder, había olvidado que el hombre frente a ella era Roque. Aunque no era experto en asuntos del corazón, su inteligencia era extrema; ser emocionalmente inexperto no significaba que pudiera ser manipulado fácilmente, él era demasiado astuto y siempre podía contraatacar.
"Zulema, pronto verás cómo es que te voy a amar de verdad", sus últimas palabras, las pronunció con énfasis.
Zulema percibió una señal de peligro, y exclamó, incapaz de contenerse: "¡Roque! ¿Qué estás planeando hacer?".
"Pronto lo sabrás".
Ella extendió la mano para intentar agarrarlo, pero él esquivó su agarre.
"No, Roque", una sensación de crisis la envolvió, su instinto le decía que Roque estaba a punto de hacer algo completamente loco. "Lo de ahora, no dije nada, ¡toma mis palabras como un sueño!". No debió haberlo provocado, aquel hombre era Roque, ¡qué tan cruel e implacable podía ser! ¡Qué despiadado!
Él solo le dio una mirada y sin dudarlo, se dirigió hacia la puerta.
"¡Roque!", Zulema lo llamó, saltando de la cama e intentando detenerlo. "¡Tú nunca has entendido el amor, nunca has amado de verdad a alguien! ¡La mejor manera de amar es no haciendo daño!".
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