"¡Ay, Zulemita!", Sania se sonó la nariz. "Amiga, no tengo tus pensamientos, no hay necesidad de decir tanto".
Zulema asintió con la cabeza. En aquel momento, la única persona con la que podía abrir su corazón era con Sania.
"De Reyna, el micrófono oculto sigue funcionando y el tiempo se nos va acabando", Zulema habló. "Antes de que la batería se agote, no sé si podremos sacarle algún otro secreto más".
"Aunque se acabe la batería, tengo mis trucos".
"¿Qué trucos?".
Sania sonrió con misterio: "Me invento una excusa, algo como que los diamantes necesitan mantenimiento, o algo así, y Reyna mandará el anillo sin chistar".
Por fin, Zulema mostró una rara sonrisa, esperaba que todo saliera bien. No quería esperar más, ni retrasar las cosas, porque realmente ya estaba cansada.
Sania se quedó hasta la noche antes de irse. Zulema apenas comió algo, y se quedó tumbada en la cama del hospital, pensativa. De vez en cuando, tocaba el cuchillo de frutas que había guardado bajo la almohada. Sí, aún estaba allí.
"¡Zulemita!". De repente, una voz aguda y penetrante sonó desde afuera.
"¿Cómo estás hija? Debes estar sufriendo mucho después de perder al bebé que tanto luchaste por mantener". Era la voz de Reyna.
"¡Oye, oye, oye! ¿Por qué me empujan? ¿Acaso no puedo ni hablar?".
"¡Esta cobarde de Zulema ni siquiera se atreve a verme!".
"Vine a visitarla, no sean malagradecidos". Reyna estaba en la entrada del ascensor, bloqueada por dos guardias de seguridad que no la dejaban pasar, solo pudo gritar y llamar la atención de Zulema. Y como esperaba, la puerta de la habitación se abrió y Zulema salió, vestida con el camisón de hospital, su cabello suave caía sobre sus hombros y su rostro estaba pálido y sin brillo en sus ojos.
Reyna sintió un placer malicioso al verla tan desdichada.
"Déjenla pasar", dijo Zulema. "No hay necesidad de detenerla".
"Señora..."
"Ustedes están aquí, ella no podrá hacer mucho".
Reyna resopló, empujó a los guardias y se acercó a ella: "Yo tuve un falso aborto y tú uno de verdad. Dime, ¿quién da más pena, tú o yo?". Ella se burló cada vez más: "Yo aún tengo oportunidades de reconquistar el corazón del Sr. Malavé, a lo mucho me llevará tiempo y esfuerzo. Pero tú, ¿qué te queda sin el niño? Jajajaja".
Justo cuando se estaba riendo con tanta malicia, Zulema levantó la mano y le dio una bofetada fuerte, y antes de que esta pudiera reaccionar, le dio varias más.
Reyna quedó aturdida y retrocedió sin cesar.
"¡Zulema, tú me golpeaste otra vez!". Con rabia, Reyna levantó la mano para devolver el golpe.
"¡Guardias!", Zulema ordenó con frialdad. "¡Sujétenla!".
"Sí, Sra. Malavé". Los guardias de inmediato tomaron a Reyna, que no pudo moverse. Ella nunca esperó que Zulema, quien acababa de sufrir un aborto, tuviera tanta fuerza. Y lo que más la sorprendió fue que tuviera aliados.
"¡Ustedes no se atrevan!", Reyna gritó con fuerza. "¿Están ciegos? ¿No ven quién soy? ¡No se me acerquen! ¡No me toquen!".
Zulema dijo firmemente: "¡Hagan lo que les ordeno! Si el Sr. Roque dice algo, yo me hago responsable".
"¡Zulema, estás loca!".
"Si estoy loca, es porque tú me has vuelto loca". En ese momento que ya había perdido a su hijo, no le quedaba nada y no temía a nada. Era la hora de ajustar cuentas con Reyna y aliviar su odio.
Reyna estaba con arcadas: "Tú, tú maldita...", sin terminar su frase, Zulema volvió a empujar su cabeza bajo el agua. Unos segundos después, la levantó otra vez.
"Zulema, si sigues tratándome así, yo te aseguro que..."
La escena se repitió, cada vez que esa mujer no rogaba por piedad, Zulema la sumergía una y otra vez. Después de cinco o seis veces, Reyna estaba completamente sin fuerzas, tirada en el suelo, y en el balde solo quedó un tercio del agua.
"¿Seguimos? ¿Quieres probar más?", le preguntó Zulema. "Reyna, tu boca es muy buena para maldecir, ¿no es cierto?".
Reyna apretó los dientes: "¡Esto es venganza!".
"¿Esto te parece venganza? Te diré que la verdadera venganza ni siquiera ha comenzado". Zulema se agachó, agarrándola del cuello de su camisa: "Te doy una oportunidad ahora. Dime quién era el hombre de esa noche y te perdonaré".
"¡Jajajajaja!". Para sorpresa de Zulema, Reyna empezó a reírse a carcajadas.
"Así que ese es tu objetivo. Aunque perdiste al niño, sigues obsesionada con ese hombre".
"¡Habla!".
"¡Jamás te lo diré!", le respondió Reyna. "¡Nunca lo sabrás en tu vida!".
"Bien, entonces tú tampoco esperes quedarte al lado de Roque el resto de tu vida".
Reyna abrió los ojos de par en par: "¿Qué derecho tienes para decir eso? ¡El señor Malavé todavía siente algo por mí!".
Zulema la miró: "¿Sabes por qué Roque quiso terminar con mi embarazo? Dijo que quería empezar de nuevo conmigo, ¿qué te parece eso?".
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